–¡Aaaaaaaaaaaaah!– el gritó en la noche retumbó en toda la casa. –¡Déjame en paz! ¡Maldita sea, déjame en paz!–
De nuevo estaba teniendo pesadillas, de nuevo estaba siendo víctima, de nuevo estaba siendo débil.
Damien se despertó de golpe cuando no pudo soportarlo más.
Con velocidad de gacela se puso en pie.
Estaba descalzo, y no llevaba camisa, tenía el torso completo humedecido en sudor, y temblaba, todavía temblaba muchísimo.
Sabía que debía salir de ahí antes de que comenzara a sentir que se ahogaba. Necesitaba aire.
¡Mierda! ¡Necesitaba en serio aire!
Salió como poseído de la habitación, y corrió directo a las escaleras, estaba a punto de terminar de bajarlas cuando una cálida voz familiar lo llamó.
–¿Damien?–
El soldado se detuvo, pero cerró los ojos y negó de inmediato.
–Ariana, no te acerques–
Lo mismo le había dicho la vez anterior, y ella no comprendía todavía por qué.
–Damien, espera. Dime qué pasa. Mírame–
Ariana no esperaba que él fuese a obedecer, pero como si algo hubiese sido más fuerte, el soldado alzó la cabeza y la miró fijamente.
Sus ojos... Aquella noche había algo más que el habitual hielo que se reflejaba en aquellas profundidades de color negro. Se percibía una terrible y profunda tristeza. Esto hizo que ella se acercara un paso más.
Había lágrimas, lágrimas que intentaban purificar de la pesadilla que acababa de vivir.
–Quédate donde estás, y déjame ir– susurró él, y la voz le sonó a pura súplica. –Por favor, Ariana...–
La castaña se quedó quieta, pero no podía dejar que se marchara de ese modo, no otra vez.
Damien estaba pidiéndole que no se acercara, pero ella no sentía miedo alguno.
Percibía su dolor, y lo veía. Un terrible dolor que lo acompañaba desde hacía mucho tiempo. Y lo único que la hacía sentir era una necesidad muy fuerte de aliviarlo.
Lo amaba, lo amaba con toda su alma y no había nada que deseara más esa noche que darle ese alivio, el consuelo que parecía necesitar desesperadamente.
–Damien, todo estará bien–
Él negó.
–No, nada va a estar bien–
–Yo te prometo que sí...– susurró suavemente.
Las lágrimas pugnaron en los ojos del moreno luchando por salir, pero él las detuvo cerrándolos desesperado.
Miró a su esposa, y su corazón palpitó de ansia, de anhelo, y de algo más.
Ahí estaba Ariana delante de él, increíblemente hermosa a media noche, con los mechones acaramelados cayéndole hasta la cintura, su pequeño y delgado camisón rosa cubriendo su apetitoso cuerpo. Esa hada mágica que sólo con su presencia lograba calmarlo, que con sus dulces palabras hacía que todo su ser se llenara de paz, como si ella fuese luz.
¡¿Por qué, joder?!
Ariana lo tranquilizaba, y todavía no podía entender la razón. Sabía que no debía ser así, ella no podía ser su consuelo... ¡Pero, mierda, así era!
La vio entonces dar un par de pasos más, y él no fue capaz de volver a pedirle que se alejara. No encontró las fuerzas para ello, porque fue más fuerte su necesidad de tenerla cerca. Completamente derrotado ante su debilidad por ella, Damien cayó de bruces, y tapó su rostro con ambas manos, pero pronto Ariana las tomó y las apartó para poder mirarlo a la cara.
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Mitades Perfectas® (AG 2)
FanfictionLa vida les ha dado demasiados golpes a sus cortas edades. Ellos van por ahí sin rumbo, lastimados, destrozados, resignados. Ellos tienen roto el corazón. Ellos están incompletos. Ellos son sólo mitades... Damien Keegan es un soldado de las Fuerzas...