Capítulo 41

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George Keegan sonrió.

La sonrisa fue amplia, fue plena, fue inmensa.

A esas horas de la mañana, sentía que no le faltaba nada.

Junto a él en la mesa estaba Ariana, la más dulce y buena mujer que hubiese podido desear para su nieto. En su sillita alta estaba Stella que era la luz y la alegría de todos los días, la más hermosa y perfecta criatura creada por el cielo, un angelito.

Y por otro lado estaba el diablillo de Jake, todo un pillo, pero George lo amaba y lo llenaba de dicha el tenerlo ahí con él.

El único faltante era Damien, para que toda la felicidad del viejo militar fuera completa. Sin embargo su ausencia no era motivo de tristeza para él, sino que lo llenaba de orgullo.

Su nieto mayor estaba en Afganistán trayéndole honor del país, luchando por lo mismo que él luchó en su juventud.

Sí, en definitiva la vida estaba tratando muy bien a George, a pesar de los sufrimientos del pasado.

La sonrisa de su rostro se hizo más larga cuando su adorable bisnieta alzó las manitas para darle de la galleta babeada que sostenía con su diminuta manita.

Soltó una carcajada.

–¿Oh, quieres compartir con el abuelo tu galleta?– se inclinó y fingió comer un trozo, luego la llenó a ella de besos y mimos.

Las risitas dulces de la bebé de escucharon de inmediato. El sonido más agradable para una mañana como aquella.

–¿Le sirvo más panqueques, Teniente?– preguntó Meryl amablemente.

George le hizo una mueca a Stella haciéndola reír de nuevo, y después se giró con su ama de llaves.

–Te lo agradezco, Meryl, pero esto lleno–

–¡Yo sí quiero!– exclamó de inmediato Jake, que ya había devorado otros cuatro y un tazón de cereal.

–Ya has comido demasiado, jovencito– le dijo Meryl.

George negó de inmediato.

–Déjalo, tiene que crecer grande y fuerte como su abuelo– sonrió orgulloso.

Meryl se hundió de hombros, y le sirvió lo que pedía.

Los ojos oscuros de Jake se abrieron con emoción. En aquella etapa de su vida, la comida parecía ser lo más importante.

–Eh, abuelo pero yo voy a estar más guapo– exclamó el chico de forma traviesa.

El Teniente dio un respingo.

–¡Ja! Eso es lo que crees, amigo. En mi juventud fui el soldado más apuesto de toda la Armada–

–¡Ay, ya! ¡Claro!– espetó el adolescente.

–¿No me crees? Si tu abuela estuviera viva ella misma te lo confirmaría–

Abuelo y nieto continuaron discutiendo de manera sumamente graciosa.

–¿Tú quieres más, Ariana?–

Ariana negó agradeciéndole mientras reía a causa de las ocurrencias de esos dos.

–Gracias a ustedes mis almuerzos siempre son muy divertidos– les dijo entre risas.

–Bueno, es que le prometimos a Damien que te cuidaríamos, y eso incluye mantenerte entretenida– respondió Jake de inmediato.

Ariana de nuevo soltó otra carcajada.

De pronto el pasado volvió a su mente. Recordó su vida de antes, esa que hasta entonces había vivido bajo el techo y dominio de los Sheen. Una vida vacía y sin propósito donde nadie le había dado cariño, donde nadie la había tratado como a una persona.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora