Había vomitado violentamente.
Al principio, había pensado que había comido algo en mal estado durante el vuelo que lo trajo de regreso desde Irak, pero enseguida se vio obligado a enfrentarse a la verdad...
Era miedo.
Había vomitado debido al pánico que sentía en esos instantes. El pánico por Ariana lo había atenazado y se negaba a soltarlo, había hecho que se le revolvieran las entrañas y que su presión arterial subiera hasta que se había visto obligado a vaciar el estómago.
¡Mierda!
Damien nunca se había sentido así en toda su maldita vida.
Nunca tal miedo, y tal desesperación lo habían golpeado con aquella magnitud. Nunca a ese nivel.
Ahí, en la sala de espera del Hospital de Palm Beach, con las mangas de su uniforme de militar enrolladas alrededor de sus antebrazos, con las manos recargadas en la pared, la cabeza agachada, los ojos cerrados, la enorme masa que era su inmenso cuerpo se hacía un tumulto de temblores, sintiéndose más vulnerable que nunca.
Débil, aterrado. El terror estaba provocándole una parálisis difícil de vencer.
Hacía ya más de una hora que no sabía nada de ella. Desde el momento en que la habían ingresado, no se había aparecido por ahí nadie que pudiese decirle qué mierda era lo que estaba ocurriéndole, qué consecuencias traería...
Iba a tener que seguir esperando.
¡Mierda!
Esperar no era su fuerte.
Estaba conteniéndose para no golpear la maldita pared.
El joven soldado acababa de llegar de una guerra dura y sangrienta, donde había presenciado muchos tipos de horrores a los que ya estaba acostumbrado enfrentar, pero aquello...
Ariana herida, en peligro. Era algo muy distinto. Lo volvía loco de desesperación. Lo hacía querer gritar de furia. Lo hacía querer convertirse en asesino.
Se le ponían los pelos de punta al pensar en su delicada esposa en manos de aquellos malditos hijos de puta. La sangre le hervía de manera voraz sólo al imaginarse lo asustada que debió haber estado, lo frágil, lo indefensa... ¡Joder!
Todo su interior se transformaba en lava ardiente.
Se llevó entonces las manos hasta su cabeza en un intento de controlarse, pero hacerlo fue en vano porque no lo consiguió.
Quería matar. Quería arrancarles la cabeza a esos malnacidos que se habían atrevido, que habían cometido el grandísimo error de dañar a su esposa.
¡Mierda!
Iba a encontrarlos, y los iba a despedazar. No iba a estar tranquilo hasta que pagaran. Por su vida que esos bastardos no iban a seguir respirando por mucho tiempo más.
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Mitades Perfectas® (AG 2)
FanfictionLa vida les ha dado demasiados golpes a sus cortas edades. Ellos van por ahí sin rumbo, lastimados, destrozados, resignados. Ellos tienen roto el corazón. Ellos están incompletos. Ellos son sólo mitades... Damien Keegan es un soldado de las Fuerzas...