Capítulo 21

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Su vientre cada vez crecía más y más, y eso era algo que sorprendía bastante a Ariana.

Estaba por cumplir siete meses, y en las últimas semanas el tamaño de la evidencia de su embarazo había aumentado significativamente.

Aquello la había divertido muchísimo en un principio, maravillándose del hecho de que su hijo estuviese creciendo tanto, imaginándose lo ansioso que estaba ya por salir, y preguntándose cómo lo lograría dado lo pequeña que ella era. Sin embargo aquello ya no le parecía tan divertido.

Cada día que pasaba se sentía más y más gorda, y lo peor del caso era que aún le restaban dos meses más para seguir engordando.

La ropa ya no le quedaba, ni siquiera sus vestiditos de vuelo, y eso era algo que había empezado a desesperarla.

Estaba de mal humor, y así comenzó a buscar de entre toda su ropa, las prendas que todavía le quedaban, para guardar las que ni de broma seguirían quedándole.

Esa misma tarde recibió la visita de Dove, y ella la ayudó con la tarea.

–Ari, nena, era obvio que ibas a engordar. ¿Acaso no sabes cómo funciona un embarazo?–

Ariana intentó no exasperarse al darse cuenta de que su amiga no entendía su punto.

–Claro que lo sé, Dove, pero no pensé que fuese a ser tanto–

La rubia la miró perpleja.

–¿Qué dices?–

–¡Parezco una ballena!–

Dove comenzó a reír.

–Tienes que estar bromeando, Ari. ¡Sigues delgadísima!–

–por supuesto que no. ¡Estoy inmensa!–

–Lo que estás es pero bien loca. Mírate al espejo. Tus caderas siguen igual de esbeltas, tus brazos, tu cara... Lo único que se ha redondeado es tu vientre, y con obvia razón, tu hijo está ahí adentro–

Ante la mención de su pequeño, el mal humor de Ariana disminuyó.

Desde luego su bebé era mucho más importante que aquella tontería.

Exhaló, y luego negó.

–¿Sabes qué? Estoy siendo una completa estúpida. Debo sentirme contenta por el hecho de que mi hijo esté creciendo sano y fuerte, y en vez de eso me pongo a lloriquear por estar engordando unos cuantos kilos. ¡Doy pena!–

Su amiga enseguida se puso en pie de la cama, y corrió a consolarla.

–Oye tranquila. Todo está bien. Amas a tu bebé, nadie debe poner en duda eso, y por otro lado, es normal que te sientas tan insegura, supongo que todas las mujeres embarazadas pasan por eso, pero, ¿adivina qué? No va a ser por siempre. En cuanto ese pequeñín nazca volverás a ser tan delgada como siempre lo has sido, y toda esa ropa...– dijo señalando la descartada. –...volverá a quedarte igual que antes, y mucho mejor–

Ariana sonrió.

–Sí, tienes razón. Qué tontería– rió. –Ya estoy bien. A veces me pongo muy sentimental–

–Eso también debe ser culpa del embarazo–

–Sí, algo así dijo la doctora Sarandon–

La castaña comenzó a sentirse de mejor humor, y decidió olvidarse por unos momentos de todo ese asunto de la ropa, y le sugirió a su amiga dar un paseo por toda la hacienda antes de que el sol se ocultara, y también antes de que el hermano de Dove fuera a recogerla.

–¿Dónde está tu esposo?– preguntó de pronto la rubia. –No lo he visto por aquí desde que llegué–

Ariana se hundió de hombros.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora