>¿Ahora sí te sientes como una escoria completa, hijo de la grandísima puta?<
>¡No sucedió nada! ¡No le hice nada!<
>¿Seguro que nada? Porque yo la recuerdo llena de miedo. Ella estaba aterrorizada de ti, bastardo, pero no te importó<
>Me detuve a tiempo, no le hice daño<
>Claro que sí, imbécil. La chica se resistió todo lo que pudo, intentó luchar. ¿Pero qué probabilidades podría haber tenido contra ti si es tan menuda que pareciera que una ráfaga de viento podría derribarla?<
Damien cerró los ojos intentando escapar de las voces en su cabeza.
¡Maldita sea!
Esa noche apenas y había dormido, porque había sido torturado con los recuerdos de su monstruosidad, con las suplicas de su esposa, con sus delicados sollozos que le martillaban el cerebro a cada instante.
¡Joder!
Sólo de pensar en lo que hubiese sucedido si su acto atroz hubiese sido concluido le daban ganas de ocasionarse el mayor de los daños.
El soldado cerró los ojos, hundiéndose en sus lamentos.
El daño que pudo haberle causado a Ariana hubiese sido catastrófico.
Ella tan delicada que era...
Y él estaba tan arrepentido de lo que había estado a punto de hacerle. Tan verdaderamente arrepentido que era capaz de dar uno de sus brazos o tal vez los dos con tal de poder regresar el tiempo, y evitar todo aquello.
Se arrepentía de todo lo que había sucedido, pero había una sola cosa que estaba siendo su mayor agonía, y esa era el recuerdo de la carita que esa hermosa hada mágica había puesto cuando él se había dejado llevar por sus demonios al intentar dañarla, cuando había dejado que descubriera la oscuridad que habitaba en su interior, esa oscuridad que debía esconder de todos, principalmente de ella.
Ahora seguro debía odiarlo más de lo que ya lo odiaba. ¿Pero podía culparla?
No, ahí el único culpable de era él por ser quien era, por venir de donde venía...
–Sí tu padre era un violador, entonces tú también lo serás, Damien. Llevas la maldad en la sangre...Recuérdalo siempre, no lo olvides nunca... Nunca–
Esas palabras retumbaron en su cabeza haciendo que casi gritara de dolor, tan intenso y tan palpable como si se tratara de alguna herida física.
Ahora descubría que esas palabras bien eran ciertas, aunque desde el fondo de su ser lo había sabido siempre. Se habían encargado de que creciera sabiéndolo, y no podía fingir lo contrario, o creerse ese cuento de que podía ser alguien que no era.
Podía jugar al soldadito, al nieto honorable del Teniente Keegan, pero estaba maldito, era basura, y siempre lo sería. Eso nunca iba a cambiar.
Damien se levantó, y avanzó hacia la pequeña alacena donde guardaba el licor. Estaba por servirse un trago, algo fuerte que lo ayudara a olvidarse de lo mucho que se odiaba, y del miedo que le daba de solo imaginar que su esposa pudiese sentir por él la misma repugnancia que se tenía a sí mismo, sin embargo los recuerdos lo golpearon.
Había estado ebrio la noche anterior cuando había intentado ultrajarla.
De nuevo el asco lo embargó haciéndolo estremecerse.
Si el alcohol iba a ser siempre un recuerdo de lo sucedido entonces no quería volver a sentir su sabor nunca más.
El soldado tomó una decisión en ese momento, no volvería a tomar una sola gota de alcohol porque siempre recordaría al monstruo en que podía convertirse.
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Mitades Perfectas® (AG 2)
FanfictionLa vida les ha dado demasiados golpes a sus cortas edades. Ellos van por ahí sin rumbo, lastimados, destrozados, resignados. Ellos tienen roto el corazón. Ellos están incompletos. Ellos son sólo mitades... Damien Keegan es un soldado de las Fuerzas...