Capítulo 35

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Ariana estaba feliz. Damien había vuelto. Sabía que habría ocasiones en las que no siempre sucedería así, sabía que alguno de esos días Damien tendría que ir a la guerra, y quedarse a luchar, pero al menos por esa vez, él estaba ahí, de vuelta en lo que pareció ser menos de veinticuatro horas.

Aun así se le habían hecho eternas.

Se abrazó a él y deseó no alejarse nunca.

–Joder, nena, te extrañé hasta casi volverme loco– Damien aferró el pequeño y esbelto cuerpo de su esposa al suyo enorme, y se inclinó para poder quedar a su altura y enterrar la nariz en el dulce aroma de su cabello.

–Lo sé– le respondió Ariana casi en susurro. –Yo también te extrañé muchísimo– entonces volvió a abrazarse a su pecho.

Damien le acarició los mechones de su cabello, sintiéndose profundamente enternecido.

–Antes de saber que se cancelaba la misión y volverías, yo... yo tuve mucho miedo– confesó. –He tenido miedo muchas veces–

El soldado frunció el ceño sin comprender.

–¿Miedo de qué?–

–De que no regreses– sus ojitos se llenaron de lágrimas sin siquiera poder advertirlo.

El corazón de Damien se apretó en un nudo cuando la miró. Se agachó entonces para que sus ojos quedaran al mismo nivel. Apoyó una mano en una de sus rodillas inclinadas, y con la otra rozó los contornos de la cara femenina hasta llegar a su mentón. Le sonrió.

–Ahora te tengo a ti y tengo a Stella, y por eso siempre voy a volver. Te lo juro–

Ella le creía, creía en esa promesa. Con las yemas de sus dedos acarició los labios de él que acababan de soltar esas palabras. Entonces lo besó.

Damien siempre era tan fuerte, pensó con admiración, y luego volvió a abrazarlo. No habría nunca un ser humano en la tierra, en quien Ariana confiara más que en él.

–¿Me crees?– le preguntó la voz masculina.

Asintiendo la cabeza, Ariana soltó la respuesta.

–Siempre te voy a creer, Damien–

Entonces él la apartó un poco de su torso para poder mirarla.

Era increíblemente bonita.

Soltó un suspiro, y depositó un beso en su frente, después otro en sus labios.

–Vamos adentro. Muero por ver mi princesa–

Ariana sonrió y asintió.

Juntos entraron a casa, y subieron a la habitación.

Stella permanecía sobre su cuna, acostadita y riendo sin razón aparente, porque así era ella. Y rió aún más cuando vio al hombre que más adoraba, su padre. Soltó un gritito de emoción, y enseguida Damien la tomó en brazos, feliz de ver y sentir lo mucho que su hija lo amaba y esperaba por él.

–Yo también te eché de menos, linda, no sabes cuánto– besó su mejillita, y la abrazó a su pecho. Luego la alzó con sus manos. –Vas a decir que estoy loco, pero sólo te dejé de ver un día, y ya pienso que te pusiste aún más hermosa–

Stella rió más emocionada.

Damien jugueteó con ella, pero luego de un rato comenzó a arrullarla. La pequeña se dejó abrazar cerrando sus ojitos, con aquella confianza que una pequeña bebé sólo podía sentir en brazos de su valiente y fuerte papá.

 La pequeña  se dejó abrazar cerrando sus ojitos, con aquella confianza que una pequeña bebé sólo podía sentir en brazos de su valiente y fuerte papá

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