Capítulo 20

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Con el pasar de las semanas, Damien se encontraba ya completamente recuperado, sin embargo volver a los entrenamientos en la Base Militar fue algo que sin duda le costó muchísimo.

Los ejercicios de rehabilitación fueron más dolorosos de lo que había esperado. Dichos ejercicios lo habían hecho sudar, maldecir y gruñir de dolor, pero tal y cómo había dicho el médico, eran altamente necesarios si es que pretendía regresar a la acción que conllevaba ser un soldado. Apesar de que le causaban gran molestia, él jamás había desistido, y había cumplido con todos y cada uno de ellos.

Aquella mañana así lo hizo, y el doctor lo felicitó. Mientras Damien mantenía en su mente la imagen de su preciosa esposa. Había adquirido el hábito de pensar en ella para darse ánimos cuando se sentía muy mal, y en ese momento no fue la excepción.

Al finalizar la sesión, se encontraba ya exhausto y empapado en sudor.

–Tu avance ha sido espectacular, muchacho, no se podía esperar menos de ti. Como bien dijeron las pruebas, eres un ser humano con un cuerpo extraordinario–

Lo que el doctor Williams decía no eran simples adulaciones. Hacía ya algunos meses, al iniciar el año, en que Damien había sido sometido a diversos exámenes físicos y pruebas de alto rendimientos en los que expertos en medicina deportiva habían descubierto que poseía habilidades, fuerza y destreza que no podían ser normales en un hombre común, aunque claro, Damien Keegan no tenía nada de común. A sus veintitrés años él era fortaleza, rapidez, agilidad, incluso una vista perfecta y una coordinación increíble, una altura envidiable y un peso asombroso en pura masa muscular. Lo habían descrito como una «obra maestra de la biología», e incluso lo habían invitado a aparecer en la portada de una famosa revista de salud masculina. Él se había negado rotundamente.

–Mañana mismo podrás reincorporarte con tus compañeros, Damien. Estás completamente dado de alta, y listo para regresar a la batalla–

Aquello fue una gran noticia para el soldado que ya había comenzado a exasperarse por su sedentarismo. Además aquello significaba que también podía volver al trabajo en la hacienda.

–Al fin– exclamó contento.

–No vayas a correr prisa en volver a accidentarte, muchacho–

Damien negó.

–Claro que no. Tendré cuidado–

Williams sonrió.

–Con tu profesión de militar todo es probable o improbable, pero cuando estés en modo vaquero, sé más cuidadoso–

–Lo seré, doc– consintió Damien.

–Bien, puedes irte. Por mi parte yo iré a informarle a Crowe que has sido dado de alta esta mañana–

Ambos hombres se despidieron con un saludo militar, y enseguida el joven salió del consultorio.

A la salida se encontró con sus compañeros que aparentemente venían de un pesado entrenamiento en el campo.

–¡Keegan!– lo saludaron todos emocionados.

Aunque Damien fuese muy frío e indiferente con ellos, eso no quitaba lo mucho que lo estimaban y admiraban.

–¿Qué tal, chicos?– murmuró.

–Haces falta aquí, hombre– exclamó Spencer.

–Sí, no es lo mismo sin ti, viejo– le secundó Adam.

–Pero ya te ves muy recuperado. ¿Cuándo te darán permiso de volver?– preguntó Tristan.

–Mañana– respondió Damien, y todos los chicos se alegraron de la respuesta, menos uno de ellos...

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora