Capítulo 46

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Michael Murray...

Aquel hijo de puta por fin había sido encerrado y procesado.

Cadena perpetua. Esa sería la pena que estaría condenado a pagar por el resto de sus días.

El Coronel Freeman no le había mentido a Damien cuando le había asegurado que dejaría caer todo el peso de la ley en su contra.

Damien se encontraba ahora más tranquilo, sin embargo había momentos en los que deseaba haber podido matarlo con sus propias manos.

Después del ataque a Ariana en las orillas del río, habían descubierto no sólo que Michael había sido su agresor de la vez anterior en la entrada de la hacienda, sino que también, había sido él quien envió a los árabes a su casa. Había contratado a un par de musulmanes para que fingieran que todo se trataba de un ataque terrorista, y nadie sospechara de él.

¡Jodido cabrón hijo de puta!

Damien no podía evitar que la sangre le corroyera por dentro convirtiéndose en furiosa lava.

Después de haberse enterado de aquello, no había deseado otra cosa que no fuera matarlo.

Y lo había deseado tanto...

El maldito infeliz se había atrevido a hacer lo prohibido. No sólo había puesto sus ojos en ella, sino también le había hecho daño, la había atacado, la había atemorizado, la había tocado intentando violarla, joder. Y sólo por eso merecía morir.

–Damien...– la preciosa y suave voz de Ariana lo llamó devolviéndolo de pronto a la realidad. –Ya deja de pensar en Murray–

¿Cómo demonios hacía para adivinar siempre cada uno de sus pensamientos?

Damien exhaló e intentó controlar la furia que de pronto lo había dominado.

–No puedo evitarlo, Ariana– se excusó. –Me hubiese gustado tanto poder matarlo con mis propias manos–

Ella de inmediato se acercó a él, y lo tomó de las mejillas con ambas manos.

–No, Damien, no digas eso–

–Ese desgraciado te hizo daño, Ariana, eso para mí no tiene perdón–

–No consiguió su cometido– le recordó la castaña.

Y Damien no podía estar más agradecido por ello.

–Pero se atrevió a intentarlo, el muy bastardo se atrevió a...– pensar en Ariana, su bonita y delicada Ariana en aquellas circunstancias, indefensa, presa del pánico y la desesperación, aterrada, llorando, no una sino tres veces, le desgarraba las entrañas a Damien, le provocaba la más feroz de las violentas reacciones. –Mierda, cada vez que pienso en él...–

–Sé que todo fue horrible– habló ella. –Pero estoy aquí contigo, no ocurrió nada de lo que tengamos que lamentarnos, así que por favor ya olvídalo, Damien–

–Nunca voy a olvidarlo– respondió el soldado con extrema seriedad. Odiaba a Michael por haber atentado en contra de Ariana, por haberla deseado, por haber intentado abusar de ella, y quitarlo a él del camino para conseguirlo. Nunca lo olvidaría.

¡Cielo santo! Incluso en esos momentos estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano al contenerse, y no ir en su busca.

Su cerebro y cada músculo de su cuerpo funcionaban de aquella manera. Si alguien intentaba siquiera hacerle el más mínimo daño a Ariana, lo haría pagar.

–Él está ya en prisión, y ahí pagará por todo lo que hizo. Mientras tanto tú y yo seremos muy felices junto a Stella–

De pronto las facciones duras de Damien se ablandaron, y enseguida atrajo a su esposa hacia él para besar sus labios.

Mitades Perfectas® (AG 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora