I: Infierno

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I

Amalia se bajó del auto y antes de cerrar la puerta tomó su vaso de café. Guardó las llaves de su vehículo en la cartera crema que llevaba colgada del hombro y comenzó a caminar cuidadosamente por el camino para peatones. Miró la hora en su reloj de mano.

Eran apenas las ocho y media y la cita con el abogado era dentro de treinta minutos. No habría inconveniente con eso. Podría terminar su reporte mientras esperaba.

Se acercó al borde de una carretera y tan pronto se fijó de que no vinieran autos corrió hacia el otro lado de la avenida en la que se encontraba la oficina del abogado.

Al poner un pie en la acerca, un señor en traje pasó apresurado hablando por teléfono y al no detenerse chocó con Amalia, causando que el café se le derramara en su camisa blanca de botones.

-¡Idiota!-exclamó ella mientras miraba al hombre canoso alejarse sin tan si quiera mirarla.

Amalia rodó los ojos y bajó su mirada para inspeccionar la mancha oscura que se extendía por su clavícula hasta su pecho.

No podría quedarse así. Dio la vuelta y regresó a su auto apresuradamente para tomar un chaleco rosado que hacía combinación con su falda de lápiz floreada.

Amalia se preocupaba demasiado por su imagen. Y eso era algo de esperar de una persona que se mueve en el mundo de la moda.

Caminó de vuelta, esquivando a todas las personas que caminaban en todas direcciones. Trató de dar un sorbo a su café, pero apenas logró sentir el sabor del líquido.

-Ese idiota viró todo mi café-se dijo a si misma.

Andaba por la acera mientras miraba los números de los edificios.

-372. Es aquí.-miró nuevamente su reloj de mano.-Puntual-sonrió para si, orgullosa.

Empujó la puerta de cristal y tiró el vaso vacío de café en el contenedor que se encontraba justo al lado de la recepción.

-Buenos días, ¿en que la puedo ayudar?-pregunta amablemente el secretario.

Amalia le sonríe.

-Buen día. Tenía cita con el licenciado Monzón. Es acerca de un testamento-le aclaró.

-Señorita Amalia, ahora mismo el licenciado se desocupó. Puede pasar a la sala. Segunda puerta a la derecha.

Amalia le da las gracias y sigue al pie de la letra las indicaciones del joven asiático que trabaja como secretario. Una vez frente a la puerta, tocó esperando el permiso del abogado, el cual fue concedido de inmediato. Se adentró a la oficina con decoración rústica.

-Buenos días-saludó la pelirroja al acercarse a la mesa.

-Buen día. Puede tomar asiento en lo que esperamos al otro padrino-anuncia el abogado.

-¿Perdón?-se excusa Amalia, mientras se acomoda en la silla marrón que esta en frente del escritorio.

-El testamento de la pareja Nevares incluye a ambos padrinos de la criatura-explicó el licenciado.

Amalia tragó fuerte.

-¿Y de qué exactamente habla ese testamento?-su voz está inundada de curiosidad y preocupación.

-Tendrá que esperar a que sea leído como supone, señorita-sonríe.

Aquí algo no olía bien, y Amalia lo sabía. ¿Para qué debían estar ambos padrinos? ¿Qué cosa podría requerir la presencia de ambos? Ella sabía la respuesta, era lógica. Pero le aterraba la contestación.

Viviendo Bajo el Mismo Techo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora