XXXIV
El sábado siguiente a la videollamada de Bryan, Amalia salió de la casa vestida con su mahón y una simple camiseta vieja. Llevaba su cartera en un brazo y en la otra un ramo enorme de flores. Inició su caminata por la acerca del vecindario, y llegó en silencio al cementerio municipal. Allí caminó entre las cientos de tumbas que habían, hasta llegar a la de sus amigos: Antonio y Génesis. Se arrodilló, y dejó las flores en el espacio designado para eso. Luego, se dedicó a hablarles.
-Génesis...Antonio...les he fallado. No merecía a Camila. Desde que comencé con esta aventura no he hecho más que cometer errores. Y terminé arruinando todo. Lo siento...de verdad-susurró ella sobre la tumba en la que estaban los restos de ambos.
Cerró los ojos con fuerza y trató de respirar profundamente para no llorar. Pero fue imposible. Unas ligeras lágrimas de frustración se escaparon sin consentimiento de sus ojos. Eran unas solitarias lágrimas, hasta que el sonido de la grama le indicó que alguien se acercaba por la parte de atrás de ella y unos brazos que ella identificó rápidamente la apretaron contra el pecho de él.
-¿Dylan?-pregunta ella, aún sabiendo la respuesta.
Las lágrimas brotaban de sus ojos descontroladamente, y solo quería verlo a él.
-Perdóname, Dylan. Te lo suplico-sollozó ella.
-Podemos hablar de eso luego-dice él, comenzando a soltar su agarre.
Amalia aprovechó la libertad de movimiento que él le permitió y se giró para ver su rostro. También logró ver el ramo de flores que se encontraba a un lado de él.
Hoy había sido el día de bodas de Génesis y Antonio. Igual que el día que supieron que estaban esperando a Camila. Al parecer, los dos habían tenido la misma idea de venir a celebrar el aniversario de bodas de sus amigos junto a ellos.
-¿Quieres que te deje a solas?-pregunta ella llevando su mirada de las flores a Dylan.
Él asintió levemente y en silencio.
Amalia se levantó del suelo y caminó hacia el árbol más cercano a la tumba de sus amigos, donde se recostó a pensar en las palabras exactas que le diría a Dylan cuando volviera. No iba a dejar las cosas así. Esta vez tomaría los consejos de todos a su alrededor. Aceptaría su error y trataría de enmendarlo.
Pasaron varios minutos hasta que el sonido de las pisadas de Dylan acercándose al gran árbol comenzaron a oírse. Amalia se giró y se encontró con los cabellos oscuros de Dylan ondeando gracias a la leve brisa que los rodeaba. Levantó él la cabeza y un rayo de sol que llegaba hasta el rostro de él hizo que sus ojos verde oscuro resaltaran de una forma angelical.
-¿Qué miras tanto?-pregunta él.-¿Tengo algo?
Amalia tragó fuerte a la vez que ponía su mirada en el suelo y negó con la cabeza.
-Nada-susurró.
Dylan metió sus manos en el bolsillo y miró a su alrededor nervioso y sin saber que decir. Pero esta vez él no tendría que decir nada, porque Amalia estaba decidida en ser ella quién guiara la reconciliación.
-Perdón-suelta la pelirroja de pronto.-No me fijé en lo metida que estaba en mi trabajo y definitivamente nunca los echaría a un lado a propósito.
-Es bueno que te dieras cuenta. Aunque haya sido tres semanas después-responde él.
-No contesté aquella pregunta porque sinceramente me pareció innecesaria. Pero puedo ver que para ti no lo fue.
-¿Cómo esa pregunta te va a parecer innecesaria, Stone? Era sencillo. Opción A u Opción B.
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Viviendo Bajo el Mismo Techo
Teen Fiction"Puede que no te parezca correcto, pero si tu corazón está tan acelerado como el mío en este momento, entonces continuemos". La muerte de sus mejores amigos le deja a Amalia y Dylan una sorpresa poco agradable. Y es que, si convivir con alguien que...