XXV: Queremos Conocerlo

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XXV

El After Party recién comenzaba y Amalia se mantenía en pie de suerte. Estaba cansada y sabía que no era saludable el estar en ese ambiente con Camila aunque ella estuviera dormida. Se acercó a Dylan le informó que se iría con la niña a la casa. Al inicio, éste pensaba acompañarlas, pero la pelirroja insistió en que se quedara disfrutando de la fiesta.

-Me imagino que la tía no querrá irse aún-observó Amalia, a la vez que veía como Verónica lanzaba sus tacones al aire y seguía bailando con su cerveza en mano.

Dylan dirigió su mirada hacia ella igual y no pudo evitar reír.

-Yo me encargaré de ella. Vayan ustedes y descansen-dijo éste.

Amalia se despidió de las personas importantes y salió de la fiesta sintiéndose aliviada. Sabía que los siguientes días debería de quedarse un rato, pues era parte de su trabajo, pero ese día se encontraba agotada luego de tanto esfuerzo puesto en la preparación de la actividad.

Cuando llegó al auto, acomodó a Camila en su asiento de seguridad. Llevaba dormida desde el desfile de Dylan y apenas había abierto los ojos desde ese entonces. No sabía como podía dormir tanto esa chiquilla.

Salió del salón de actividades, y no hizo más que llegar a su casa y dejar a Camila en su cuna, y entró al baño de cabeza. Necesitaba un descanso. Estaba más que exhausta. Los últimos días en la oficina habían sido intensos y todavía tenía trabajo en exceso por el día y en la noche en lo que finalizaba el gran evento.

Apenas estuvo cinco minutos en el agua calientita, y los gritos de "Papá" y "Mamá" no dejaban de sonar. Amalia soltó un gran suspiro de frustración y salió lo más rápido que pudo de ahí. Se secó y se colocó su pijama en un dos por tres, para a continuación correr donde Camila. La bebé tenía una pierna por fuera de la cuna y quería salirse de ella. La pelirroja corrió para agarrarla antes de que se cayera y se diera algún golpe.

-Me vas a matar del susto, Cami-susurra ella, pegando el cuerpo cada vez más grande de la niña a su pecho.

La castaña no paraba de llorar y Amalia no entendía porqué. Las pequeñas y suaves manos de ella se agarraron del traje de Amalia, arrugándolo, mientras sus pies se retorcían.

-Debes de tener hambre, ¿no? Vamos a comer.

Salió de la habitación y fue directo a la cocina. Allí intentó dejar a Camila en su asiento especial, pero lo único que causó fue que los gritos de Camila aumentaran su intensidad, causando un leve pitido en el oído de ella.

-Okay, te quedas conmigo. Puedo hacerte un biberón con una sola mano-dice ella.

Haciendo malabares dignos de un acto del circo más prestigioso, la pelirroja pudo hacer un biberón. Su sorpresa vino cuando Camila rechazó la leche y la escupió toda sobre Amalia.

-¡Camila! ¡Ya estaba bañada!-exclamó frustrada.-Para de llorar.

Amalia estaba entrando en desesperación. Dejó el biberón en la mesa y tomó una toalla para limpiar un poco el desastre que le había causado la castaña. Respiró profundo y trató de tener control.

-Estás limpia. No hay que cambiarte el pañal. No tienes hambre...¿que quieres? Como desearía que hablaras ahora mismo-dijo tratando de no desesperarse más.

Amalia pensó que tal vez la niña tenía calor o a lo mejor le incomodaba la ropa que tenía. Fue hasta su habitación y buscó algo de ropa más fresca y cómoda, con ella en brazos ya que no quería soltarse. Le cambió la ropa, y sus respiración comenzó a regularse.

Viviendo Bajo el Mismo Techo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora