XXXV: Ascenso

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XXXV

-Yo también te amo, Dylan.

Esas simples palabras tomaron por sorpresa a Dylan. Como ella misma le había dicho, Amalia no era de palabras bonitas ni de muchos besos y abrazos, y él no podía creer que le hubiera dicho unas palabras tan signficativas y comprometedoras. Sonrió. Estaba feliz y se sentía querido. Igual que Amalia, que aunque se sentía nerviosa luego de declarar sus sentimientos no podía sentirse más feliz.

En ese momento ella se dio cuenta de la gran mentira que sus padres le habían enseñado. Eso de "no distraerse con el amor" ya no se lo creía más. Un amor verdadero no distraía, si no que te ayudaba a construir. A construir una mejor calidad de vida, a construir un futuro. Y ahí tenía a Dylan. Una persona que la ayudó a romper ese caparazón que la protegía. Que se preocupó verdaderamente por que se sintiera bien. Y ella sabía con total seguridad que sería su apoyo en todo lo que se propusiera.

Los besos no tardaron en llegar. La ropa comenzó a estorbar, y entre caricia y caricia, la ropa carecía. Disfrutaron de sus cuerpos. Los exploraron con completa calma. Besaron cada uno de los lunares de cada cuál. Y cuando se hicieron un solo cuerpo, los suspiros se volvieron pesados. Sentían como si cientos de fuegos artificiales explotaran dentro de ellos.

-Me voy a venir, Stone-susurra él sobre el hombro de ella.

-Quiero sentirte...no salgas-le responde ella entre gemidos.

Dylan llegó al extasis, y el líquido caliente que trepaba por las paredes de Amalia lo confirmaba. Lo que le sorprendió a ella fue que él no se detuviera.

-Quiero verte explotar, Amalia Stone.

Dylan quería verla retorcerse de placer. Que sintiera algo que jamás hubiera sentido. Llevarla al mejor de los orgasmos que hubiera tenido. Y así lo hizo. Cuando llegó al extasis, Amalia comenzó a temblar y se abrazó al cuello de Dylan mientras recuperaba el aire.

Dylan depositó un beso en la frente de Amalia, y luego acomodó su cabello para poder ver su rostro. Tenía los ojos cansados, su frente tenía una fina capa de sudor, sus labios estaban más rojos de lo habitual y una leve sonrisa se dejaba ver entre ellos.

-Estoy feliz, Dylan. Contigo y Camila. Quería que lo supieras-susurra ella.

-Y yo también estoy feliz con mis dos chicas-sonríe él y besa suavemenete sus labios.-Vamos a dormir.

Los dos se acomodaron dentro de las sábanas de la cama y cerraron los ojos.

-Buenas noches, Dylan.

-Descansa, Stone.

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La mañana siguiente Dylan tenía su día libre, mientras Amalia estaba en su trabajo regular. Cristina había decidido pasar tiempo con Camila y la llevó a dar un paseo por el parque, por lo que se encontraban solos en la casa padre e hijo. Estaban viendo un partido de baloncesto, y en el medio tiempo Diego habla.

-Tu madre y yo nos disculpamos por haber hablado de más anoche. Pensamos que ya habían hablado de ese tema...-se disculpa él.

Dylan le sonríe y asiente con la cabeza aceptando las disculpas de su padre.

-No te preocupes. Era algo que debía hacer en algún momento.

-Pero por lo que veo lo hablaron y se reconciliaron muy bien-dice Diego levantando sus cejas de forma pervertida y divertida.-No nos dejaron dormir-explicó.

Dylan llevó sus manos a su rostro, tratando de ocultar el color rojo que estaban tomando sus mejillas y sus orejas.

-Que vergüenza. Siento mucho las molestias-dice él, sin atreverse a sacar su cara de sus manos.

Viviendo Bajo el Mismo Techo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora