Oprobio relativo.

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-¡Vaya, almirantillo!- dijo Gwen, sonriente, cuando apareció ante mí encadenada.- ¿Se ha vestido para mí?
-Ya te gustaría.- bramó Maezo, jugueteando con las llaves.- Te va a vender a Leia a cambio de Tatooine.
Gwen me miró. Ya no sonreía.
-¿En serio?- preguntó.
No quise mirarla a los ojos. Sentía vergüenza. Bueno, sentía muchas cosas, pero la vergüenza era la principal.
-Bueno...- susurré.- Es... cuestión de negocios, y...
Gwen frunció el ceño y apartó la mirada, molesta.
Suspiré. Supongo que no le gusta la idea de venderla a Leia como un simple bantha.
-Oh, oh.- dijo Maezo, divertido.- La chica mala se ha enfadado.
Más que enfadada, Gwen parecía apenada. Y me juego los cuadros del uniforme a que vi una lágrima traicionera. Evidentemente, ella se lo tomó con el máximo estoicismo posible; no se llora, no se suplica, no se siente.
-Venga.- dijo Maezo forzándola a caminar, ajeno a toda la tensión.- Andando, chiquilla.
-Eh, eh, Maezo.- dije.- Déjame a mí. Eres capaz de partirle un diente.
Maezo me tendió la cadena, molesto.
-Como mande.- dijo. Luego se dio la vuelta y se fue.
Bajamos por la rampa del Invicto en completo silencio.
-Gwen...- quise empezar. Quería disculparme, pero no encontraba las palabras exactas. Es exasperante.
-Calla.- me dijo.- No tienes porqué darme explicaciones. Es... tu deber.
La palabra "deber" me hirió en el alma.
-Lo siento.- dije al fin. Gwen no respondió y siguió mirando al suelo.
Nos pusimos en camino a la cantina, en completo silencio. Incómodo se queda corto para describir la situación. Paré a mitad de camino.
-¿Qué?- preguntó Gwen.
Sin mediar palabra, saqué la llave de las esposas del bolsillo y desaté a Gwen. Tenía la sensación de que no escaparía.
Gwen se quedó patidifusa y se frotó las muñecas.
-¿Porqué?- quiso saber.
-Porque confío en ti...- respondí. No era del todo verdad. Confiaba en Gwen, sí, pero también influía el que no quería ver sus delicadas manos entre cadenas. Llámame ñoño, pero es así.
Gwen dudó un segundo. Luego sonrió.
-Haces bien, almirante.- dijo.
Eh, eh, eh. ¿Qué pasa aquí? Ella SIEMPRE me llama "almirantillo", "marioneta imperial" o "soldadito de duracreto". El que me llamase "almirante" indicaba o que me respetaba... o que me amaba.
Aun así, sonreí. Una brisa me echó el pelo sobre los ojos. Gwen, amablemente, lo apartó.
-Tiene una cabellera rubia estupenda, almirante.- dijo.
Si no estoy rojo como un tomate, es que estoy muerto.
-Sí, gracias.- logré decir.- Am... Tu... pelo también es bonito.
Gwen rió y se apartó un mechón castaño de la cara.
-¿Vamos?- preguntó.- Leia espera.
Recibo mensajes contradictorios. O sea, le parece mal que la venda y luego me apremia para que la venda. ¿Aquí pasa algo o el gilipollas soy yo? ¡Porque no me entero! ¿¡Qué coño pasa!?
-Sí, vamos.- respondí mientras me bullía la cabeza. Reiniciamos la caminata. Íbamos bien de tiempo, quizá llegaríamos con varios minutos de más.
-Oye, almirante.- dijo súbitamente Gwen.- ¿Conoce usted el amor?
Puta. Sí, sí que lo conozco. Tiene el aspecto de Ava Wymm, la chica más popular y bella de Prefsbelt IV. Imbécil de mí, le pedí salir de una manera... romántica. Con rosa y todo. ¿Lo gracioso? Que dijo que "jamás saldría con un fricazo del tres al cuarto". Tras eso vino mi primer diez de diez en el simulador.
-No.- me limité a contestar. No tenía porqué saber de mis penas.
Gwen asintió.
-No te ofendas, Darel, pero lo suponía.- añadió, traviesa.
Prejuicio. ¿Por qué alguien como yo no merece el amor? ¿¡Y POR QUÉ AVA PERDIÓ LA VIRGINIDAD A LOS QUINCE AÑOS!? Mientras yo tengo dieciséis y sigo más virgen que un monje anciano. El mundo es injusto.
La cantina apareció en el horizonte. Al fin, oye.
Nos dispusimos a entrar. Ah, la cantina de Tatooine. Aquí me emborraché por primera vez en el viaje de fin de curso. No fue bonito.
-¡Saludos, forasteros!- gritó el mesero.- ¿Vienen por Leia?
Gwen asintió por los dos.
-Bien.- volvió a gritar. La música aquí a veces se pasa de verga.- Aquí tenéis las llaves.
-¿Llaves de qué?- pregunté.
-De la habitación, tonto.- me reprendió Gwen con una sonrisa a la vez que pedía un par de bebidas.
-No sabía que tenían hotel...- susurré para mí. Ciertamente no lo sabía. En el viaje de fin de curso dormí en un caza TIE. Tampoco fue bonito.
Gwen me hizo sentar y me pasó una jarra.
-Bebe.- dijo.- Te sentará bien.
Luego le dio un trago a su bebida.
Me quedé mirando la jarra como un imbécil. Le di un sorbito. No, no me gusta. Sabe a mierda. Bueno, a mierda mierda no. Sólo mierda en el sentido de que sabe mal. ¿Pararé de decir mierda?
-Buah.- se quejó Gwen.- Me aburro. ¿Subes?
Me pilló de sorpresa, pero asentí. Al fin y al cabo, Leia nos alquiló una habitación por algo.
-207, 208...- contaba Gwen mirando la llave.- Aquí. 209. ¡Pasa!
Era la cantina, un sitio para beber, por lo que no me esperaba mucho. Pero sí tengo que decir que estaba... bien amueblado y eso...
No tuve tiempo de analizar más los muebles, porque súbitamente Gwen me agarró del cuello de la camisa, me estampó de espaldas a la pared y me besó. Pero un beso de estos buenos en la boca. Y deduzco que con lengua, porque he notado la suya contra mis dientes. Desconozco el modus operandi de estas situaciones, así que me dejé hacer. Y me gusta.
-¿Qué...?- fui a preguntar, pero Gwen volvió a la carga. Y esta vez lanzando un ataque a mi camisa.
-Calla.- me ordenó. Una vez que se deshizo de mi camisa, rápidamente se quitó la suya y continuó sobándome.
Estaba muy, muy excitada y, para qué mentir, yo también. No soy imbécil, he imaginado esto con Ava muchas veces.
Su sujetador fue a parar a quién-sabe-dónde, y sus pechos hicieron su aparición. Joder. Son más grandes de lo que pensaba.
La guerra pasó al plano del pantalón. Allá va. Adiós, pantalón. Fue un placer.
Qué coño, placer es esto.
Oops.
No contaba con eso.
Joder.
-¿Quién te ha mandado parar, almirante?- preguntó Gwen.
-Nadie, capitana.- respondí. Ella sonrió y me lanzó a la cama. Duele y está dura. La cama, digo.
Y allá va. En aquel preciso momento, yo, Darel Xanheff, acabo de dejar de ser virgen.
-No... sé... si es lo correcto...- articulé entre beso y beso.
-Calla, calla, calla...- respondió Gwen entre gemidos.- Por favor... ¡calla!
Esto es genial. No sólo estoy haciendo el amor con una tía, sino que está buena y me desea.
No sé si por potra o por destreza, pero llegamos a la vez al orgasmo. ¡Sí! ¡Me encanta esto del sexo!
-Joder...- susurró Gwen.- Qué bien...
-Cuestión de práctica.- respondí. Soy un empollón, no un asexual, ¿vale?
Gwen, resollando, se recostó en mi pecho.
-Te quiero...- dijo antes de dormirse.
-Y yo a ti, Gwen.- respondí. Pero no debía. Era una rebelde. Era el enemigo.
Joder.

El joven almirante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora