Vuelta a la cordura.

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Madre mía, madre mía, ¡madre mía!
¿Qué narices he estado haciendo?
Cuando quise darme cuenta de lo que pasaba, me hallaba en los pasillos del Palacio Negro, escondido, y desnudo de cintura para arriba. ¡Alucina! ¿De dónde han salido estas mazas y esta pedazo de tableta?
¡No hay tiempo!
Bien, he estado consciente hasta ahora, pero... de una manera extraña. Como si todo hasta ahora hubiese sido un sueño.
Ay, no.
¿De verdad me he cepillado a todos eso chavales? ¡Nooo, ya no puedo mirarme a la cara!
Imagino que ha sido cosa del Emperador. Recuerdo bien poco desde que nos vimos en el pecio de Thrawn. Ah, qué mal, acabo de recordar que está muerto. Y que yo estoy sin trabajo.
Bueno, mira tú lo que son las cosas, ya puedo irme con Gwen.
Hablando de ella, ¿dónde estará?
Empecé a deambular por el Palacio Negro, el cual jamás había visto por dentro, hallando cadáveres y agujeros por todos lados. Aquí ha habido mandanga.
Bien, prioricemos. Como ciudadano del Imperio, debo buscar al Emperador.
Pero también es el tipo que me ha dejado sin trabajo, la Fuerza sabrá por qué.
¡Oh, mierda! ¡Mi tripulación! ¿Estarán bien todos?
Siguiendo los cuerpos de soldados de asalto, llegué a lo que parece ser el calabozo. Sí, ahí hay un buen agujero. Seguro que Wybel estaría contento de eso.
Los prisioneros, al parecer, se habían salvado de la vorágine de destrucción que había sufrido el palacio. Al menos todos aquellos cuyas celdas no estuviesen cerca de la pared.
Encendí una luz. Craso error, pues una gran cantidad de chispas surgieron de los cables. Mira, mejor, entra bastante luz del boquete de la pared.
Me acerqué al mismo para saber qué diablos estaba pasando aquí. Vi un par de cruceros Inferno cayendo a tierra, por lo que la cosa se ha puesto bastante intensa. Me fijé en un crucero Mon Cala que parecía ir arrasando con todo por donde pasase. Me sonaba de algo, pero antes de que lograse hilar dónde lo había visto fue derribado por un ataque kamikaze de varios bombarderos TIE.
-Psst.
Me giré, extrañado.
-Psssssst, oyee, almiranteee.
-¿Me llamas a mí?
-¿Dónde coño ves tú a otro almirante, mendrugo?
Reconocía esa voz y esas maneras de hablar.
-¿Maezo?
El zabrak estaba sentado en su celda, de cara al agujero, pero no llegaba suficiente luz para verlo bien.
-El mismo.- dijo.- Pero con varios kilos menos.
-¿Qué ha pasado, Maezo?- pregunté extrañado.
-¿Empiezo por el superdesemmbarco rebelde, por la disolución de la tripulación o por cuando te volviste tarumba?
Me quedé callado, anonadado, patidifuso, flipado.
-Ya te contaré.- terminó el zabrak con un ademán.- Ahora, almirante, haga el favor de sacarme de aquí. Porfa.
Oficialmente ya no era almirante, pero eso ahora mismo no importa. Un oportuno sable láser atado a mi cinturón hizo el apaño.
-¿Es usted uno de esos de las espaditas láser?
-Te seré sincero, Maezo- dije.- No tengo ni la más jodida idea de lo que ha pasado hasta ahora desde lo del barco de Thrawn.
-Je, bueno, menos es nada.- respondió él.- Anda, bajemos a la armería. Cojamos algún juguete chulo.
Dicho y hecho. En la armería por fortuna, hallé una A120 modificable con todos los añadidos. Fantástico.
Eso y un uniforme de soldado de asalto que me estaba grande.
-Es usted un espagueti, almirante.- rió Maezo.- Ni con todos esos musculacos que tiene cabe en un traje de asalto.
-Gracias, Sybell.- dije con sorna. Por fortuna, también había unos vestuarios de oficiales, donde hallé un uniforme de almirante de flota nuevecito y de mi talla, más o menos. Toda una ganga.
-Chachi, almirante.- dijo Maezo al verme ya vestido.- Ahora salgamos a repartir leña.
-Al lío, Maezo.- respondí. Que empiece la fiesta de la castaña.

El joven almirante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora