Serenidad, paz y Fuerza.

37 11 0
                                    

Un joven padawan se arrastraba por un conducto de ventilación para evitar la ira de un Sith que, por segunda vez en la historia de la orden Jedi, estaba masacrando a los jóvenes novatos del templo.
Los gritos de los padawan se mezclaban con los gritos de furia del propio Sith.
El joven padawan casi es descubierto por el Sith cuando éste se detuvo frente al conducto de ventilación.
Se fijó en el Sith. No parecía muy mayor, llevaba el pelo largo y rubio claro, y sus ojos azules chispeaban de rabia. Tenía un torso muy bien entrenado, el resto de su cuerpo estaba cubierto de prendas negras como la noche.
-Hm...- gruñó. El joven padawan retrocedió, atemorizado.
Oía crepitar su sable láser. No se oía otra cosa en todo el templo.
-Puedo sentirte.- dijo.- Noto tu miedo.
El joven padawan se echó a temblar.
-Pero...- dijo. Luego se giró y continuó.- No tengo poder suficiente para saber dónde estás...
El Sith se fue por un pasillo.
El joven padawan salió del conducto y empezó a buscar su sable láser. Al menos tendría con qué defenderse en el caso de encontrarse con el Sith.
Apenas había pasado un año desde que Yuvin Axior entrase en el Templo Jedi de Mustafar, venido desde un planeta lejano del Borde Exterior.
Es bueno con el sable y con la Fuerza, pero no es el mejor.
Aunque, claro, el mejor había muerto y él no. ¿Eso no convertía a Yuvin en el mejor?
El joven padawan se paseó por el templo con la esperanza de hallar algún compañero con vida.
Evidentemente, todo padawan en el templo había perecido bajo el sable rojo de aquel misterioso Sith.
Yuvin encendió el sable láser. El crepitar de la hoja verde le reconfortó mucho, así que se decidió a seguir caminando. La luz verde del sable venía bien en aquellos pasillos donde la ira del Sith había alcanzado al sistema de iluminación.
Maestros, alumnos... todos muertos.
Evidentemente, Yuvin había oído hablar de aquella vez en que Anakin Skywalker masacró un templo Jedi de cabo a rabo, pero nunca imaginó que lo viviría él mismo.
Un ruido sacó al padawan de sus reflexiones.
No era más que una pequeña rata desorientada que había desplazado un escombro.
Yuvin apagó el sable y la oscuridad se cernió sobre él. Acto seguido, se sentó en el suelo y empezó a meditar.
Meditar era algo rutinario para Yuvin. Quizá otros padawan no prestasen atención a esa parte del camino de la Fuerza, pero Yuvin dedicaba varias horas al día a la meditación.
Cuando medita, un Jedi (o cualquier usuario de la Fuerza) ve sus reflejos aumentados y es insensible al miedo.
Entra en un estado de concentración absoluta.
Esto es bueno, porque el Sith no podría rastrear su miedo, o lo que sea que haga con el miedo.
Yuvin empezó a ascender a medida que vaciaba su mente de todo pensamiento. Eso siempre ayudaba al joven padawan cuando el estrés le acosaba.
Después de una hora, Yuvin volvió al suelo, recogió su sable láser y siguió explorando.
Iba a encender su sable, pero el crepitar de otra hoja sonaba débilmente tras él.
Era el extraño Sith.
La penumbra hacía que pareciese más amenazador, encorvado y respirando con fuerza, como tras un esfuerzo sobrehumano.
Yuvin se giró hacia el Sith y logró encender el sable. El haz de luz verde que apareció ante él le dio una sensación de ligera seguridad.
-¡Arriba las manos!- gritó una voz de mujer tras Yuvin.
El Sith alzó la vista. Sus ojos azules entrecerrados parecían escrutar a su interlocutor.
-¡He dicho que arriba las manos!- repitió la voz. Yuvin retrocedió y se giró. Una chica morena, más o menos de la misma edad que el Sith, apuntaba al mismo con un rifle bláster.
Parecía confusa.
El Sith no respondió ni se inmutó.
La chica disparó. El láser rebotó en el torso del Sith.
-Mierda...- susurró la chica. Al notar la presencia de Yuvin, le asió por el brazo y tiró de él por un pasillo.
-¿Qué ocurre?- preguntó el joven padawan.
-Quiere matarnos.- dijo la chica.- A todos.

El joven almirante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora