No importa. Nada importa

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La Operación Nevermind había fallado, pero también había tenido éxito.
El mayor golpe de la historia de la Alianza había logrado descabezar al Imperio y diezmar sus fuerzas. Sin embargo, las fuerzas rebeldes también habían tenido muchísimas bajas, quizá demasiadas.
Después de que Yuvin matase al Emperador, los rebeldes abandonaron Coruscant a toda prisa a bordo de uno de los 38 cruceros Mon Cala que habían resistido la contienda. Las pérdidas rebeldes implicaban el 86% de su infantería y cientos de naves destruidas. Ambos bandos perdieron muchas figuras importantes.
Axell Soryn había muerto cuando su crucero Mon Cala había sido derribado por un escuadrón suicida de bombarderos TIE que se lanzaron contra sus motores y sus sistemas.
Mikael Mass cayó en una emboscada aérea tras derribar 190 cazas enemigos. Alcanzado por un torpedo lanzado desde tierra, Bessie no pudo evitar que la nave se precipitase contra los edificios de Coruscant. Ni el piloto ni el astrodroide quedaron enteros.
Wybel y su compañero trandoshano lograron escapar una redada rebelde. El trandoshano murió, y Wybel se vio obligado a utilizar su cuerpo como bomba trampa para no morir también.
Evidentemente, Void y Palpatine habían muerto, asesinados por Palpatine y Yuvin, respectivamente.
El almirante Archibald, sustituto de Darel, murió cuando el motor principal de su destructor fue alcanzado por, de hecho, un torpedo del caza de Mikael lanzado antes de estrellarse.
Maezo y Darel se vieron encerrados en una redada rebelde junto a un pelotón de asalto. Al reconocer a Darel como objetivo importante, mataron al resto de soldados, incluido Maezo, y se lo llevaron de prisionero.
Rewel había vuelto a la armada, promovida a su antiguo puesto de cara al contragolpe imperial, y murió con orgullo en el frente, alcanzada por el fuego enemigo en hombro, pierna y pecho.
Gerruk había sido contratado de guardaespaldas de Void, fue de los primeros en morir cuando Wybel atacó el palacio.
Por ende, ambos bandos habían quedado seriamente afectados. Gwen reflexionaba sobre ello acompañada de Yuvin.
-¿Está bien, capitana?
La mirada de Gwen miraba hacia el espacio profundo, sin pensar en nada más que en su hermano.
-Mi hermano ha muerto, Yuvin.- respondió sin desviar la mirada.- No estoy bien.
El Jedi suspiró y asintió. Cierto era que contra naves poco podía proteger, pero su deber era cuidar de todos los rebeldes. Siguió su camino entre soldados desmoralizados y heridos, utilizando los caminos curativos de la Fuerza para colaborar con los droides médicos y los enfermeros.
-Gracias, Jedi.- decían los enfermeros cada vez que la Fuerza cerraba una herida o unía un miembro seccionado. Yuvin respondía con un leve cabeceo, pero no eran pocos los soldados que habían expirado en sus brazos mientras los sanaba con la Fuerza. Volvió a ver a la capitana, sólo para descubrir que se había marchado del puente de mando. Yuvin deambuló por aquel crucero, encaminado hacia Tatooine, y decidió meditar hasta que llegasen al planeta.
Un salto al hiperespacio y dos horas después, el crucero que transportaba a la mayoría de los soldados y prisioneros tocó tierra en la base de Tatooine.
La princesa Leia, visiblemente más abatida, recibió a los altos mandos supervivientes: una deprimida Gwen, un trastornado Wybel y un distante Yuvin.
Tras los formalismos de rigor, Leia llamó a los tres a su despacho personalmente. Yuvin identificó el arma del mítico Han Solo en una vitrina.
-¿Ha sido muy catastrófico, chicos?- preguntó Leia con voz cascada pero dulce.
Gwen suspiró y asintió.
-El emperador está muerto, Princesa. Eso es lo que importa...
-¡Muerto! Debe... lo atravesó... el Jedi lo atravesó... ¡De lado a lado!
Leia dejó escapar un suspiro.
-Serénese, Xanheff... Continúe, capitana Mass.
-Sí, princesa. El comandante Soryn y el jefe del Pícaro Mass han muerto en combate. Hemos perdido unos 16.000 soldados, 500 naves y los Mon Cala han perdido la gran mayoría de sus cruceros. Eso es todo.
Leia suspiró y observó a los otros dos presentes.
-¿Alguien tiene algo más que añadir?
Wybel gimió lastimeramente.
-El olor... El olor a pólvora... se te pega a la ropa, como la sangre... sangre y pólvora... ¡Sangre y pólvora!
Leia desvió la mirada y ordenó asistencia psicológica para el artillero. Se levantó, dando por concluida la reunión.
-Mass, tenemos muchos prisioneros, le asigno la responsabilidad de los mismos.
Gwen asintió, se levantó y se marchó, seguida de Yuvin.
-¿Piensa hacer algo con los prisioneros, capitana?
Gwen se detuvo y clavó su mirada en los ojos del Jedi. Desprendía odio, desesperación y dolor, en grandes cantidades.
-Que los ejecuten. A todos.
No dijo nada más. Apesadumbrado, Yuvin fue a retransmitir la orden.
Mientras Darel Xanheff, aún vestido de almirante de la flota, era sacado a rastras del calabozo junto con otros 40 prisioneros, Gwendolyn Mass subía a su cuarto. Ambos caminos se hicieron eternos para ambos, seguros del destino que les aguardaba. Ambos albergaban, sin embargo, la esperanza de que la aparición del otro les salvase la vida, y pudieran fugarse a un paraíso remoto y formar una familia.
La boca de un fusil bláster apuntaba a la frente de Darel.
El cañón de una pistola bláster apuntaba a su vez a la sien de Gwendolyn.
Ninguno de los dos tenía nada que ganar ya, y tampoco tenían nada que perder. Habían perdido el trabajo, la familia, el amor... todo.
Y sonaron dos disparos, dos fogonazos que arrancaron la vida a dos jóvenes enamorados y desesperados en perfecta sincronización.
Tal vez, y sólo tal vez, puedan juntarse de nuevo siendo uno con la Fuerza.

El joven almirante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora