Epílogo

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Varios años después de los hechos narrados, Yuvin (quien tuvo la consideración de plasmar estos mismos hechos a través de diversas investigaciones y entrevistas a Gwen antes de su muerte) era, por suerte y por elección popular, el nuevo icono de campo de la Rebelión, sustituyendo a Gwen, cuya muerte varía según de a quién se pregunte, pues Yuvin se encargó cuidadosamente de ocultar su cuerpo y las circunstancias de su suicidio.
Por otro lado, el Imperio ahora era dirigido por un consejo de mandatarios, que estableció la búsqueda de una nueva figura a la que llamar Emperador. Obviamente, hicieron intensa propaganda contra la Alianza, llamando a la operación Nevermind "ultraje" o "asesinato". Se reconstruyó el Palacio Negro y se levantó un monumento al Emperador Palpatine II, en cuyo pedestal están grabados los 50 altos mandos que perdieron la vida durante el ataque. Entre ellos Darel, cuyo despido nunca fue cierto a efectos administrativos, y su causa de muerte, según la placa, fue "Nave derribada".
Habían pasado ciertamente unos 14 años, y Yuvin al instante se sintió bastante anciano. Con 30 años, nada menos, había colaborado para reconstruir de nuevo la maltrecha Alianza Rebelde. Además, aprovechando el caos creado por la operación, había logrado reclutar varios jóvenes sensibles a la Fuerza, y tenía en plantilla a 15 Padawan listos para entrenar.
Sin embargo, Yuvin también pasaba largos ratos con una joven especial que había captado su atención y la del resto de la Alianza.
Con tan sólo 14 años de edad, la única hija que logró tener Wybel antes de sumirse en el estrés y en la psicosis se llamaba Syra Xanheff, y tenía el título popular de "Muerte de Arena", debido a que, en un ataque a un depósito rebelde en Tatooine, había logrado eliminar 100 soldados imperiales ella sola, a punta de rifle bláster francotirador. Era como una piedra, el único sonido que emitía era el de su rifle recuperando la temperatura de disparo por célula criogénica.
Sin embargo, según supo Yuvin tras varias visitas a la familia, era insegura, tímida y tremendamente torpe en todo aquello que hiciera, excepto en tirar. Ironías de la vida, la joven era miope.
Se hallaba Yuvin acompañando a la familia, prestando asistencia psicológica a Wybel, a través de lectura y manipulación mental, por mucho que indagase y manipulase, no lograba retirar la imagen del cuerpo del trandoshano reventando bajo unos soldados de asalto. Perturbador...
-Gracias de nuevo, Maestro Yuvin...- decía una desanimada Mia Xanheff, esposa del artillero retirado del servicio. Yuvin asintió, apesadumbrado. Había comprobado los registros de las ejecuciones de aquel fatídico día, y el hermano menor de Wybel estaba entre los desafortunados. Decidió llevarse esa información a la tumba.
El maestro Jedi había sido invitado por la familia Xanheff debido al gran servicio que estaba prestando, tanto a Wybel como al resto de la Rebelión. Junto a sus Padawan más capaces en control mental, ayudaba a los afectados por la guerra a recuperar la cordura.
Yuvin oyó un potente disparo proveniente desde el patio de la casa, y se dirigió hacia allá.
Syra estaba practicando con el rifle de precisión contra un palo de escoba con un casco de soldado de asalto en la otra punta del extenso campo de la finca que Leia le había otorgado a los Xanheff en compensación por sus servicios.
-Impresionante, Syra.- dijo.
La chica se sobresaltó, lo que le valió soltar el rifle y colocarse las gafas redondas.
-Ma-maestro Yuvin...- logró articular. Recogió el bláster, apresurada.- ¿Cómo... está mi padre?
-Progresa adecuadamente, Syra.- respondió con gravedad.- ¿Qué tal tú?
La joven se recuperó del susto y sonrió amablemente. En lo que Yuvin parpadeaba, apuntó, cargó y disparó, dejando un pulcro agujero en la zona de la frente del casco de asalto.
-Pues ya ve, maestro.- dijo con una sonrisa.
Yuvin sonrió ampliamente.
-¿Sabe, maestro Yuvin?- dijo la joven esperando a reacondicionar su rifle.
Yuvin alzó las cejas, expectante.
-¡Me han ascendido a teniente del cuerpo de francotiradores!- exclamó con alegría.
-¿De verdad?- respondió Yuvin, visiblemente alegre. La carrera de Syra había sido fulgurante, y tenía un gran futuro por delante. Y Yuvin esperaba poder asistirla en ese futuro.
-¡Sí! Dentro de poco tenemos una misión en Jundland... ¿puedes acompañarme, maestro?
Yuvin asintió. No iba a luchar, al menos directamente, pero si estaba dispuesto a ayudar en lo que pudiera.
-¡Gracias, maestro!- exclamó la joven. Con ánimos renovados, reacondicionó el rifle y fue a por otro casco al que tirar. Mientras se iba, Yuvin notó que Syra le recordó brevemente a Gwen. Se preguntó cómo habría sido un hijo entre la dinámica capitana y el, según lo que recordaba de las memorias de Gwen, dulce almirante de la flota.
Suspiró. Nunca lo sabría.
Sin embargo, tenía la oportunidad de hacer que Syra viviera lo que Gwen no había podido vivir.
Yuvin se encomendó a la Fuerza y se marchó a preparar la misión.
Aquélla iba a ser una nueva historia.

El joven almirante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora