Firma con sangre (Desvío de Palpatine)

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Debido al gran revuelo en la Alianza Rebelde y a la creciente actividad de su ejército, los mandos imperiales necesitaban un lavado de cara.
Y eso es justo lo que hizo Palpatine II.
Jamás encontraría a otro táctico del nivel de Thrawn o Xanheff, pero el recién nombrado almirante de la flota Derron Archibald debería suplir parte de la calidad del destituido Darel.
Archibald era uno de esos altos mandos a los que les encantaba la batalla, y nunca dudaba en cargar con su enorme bláster pesado T-50 y defender un enclave como nadie.
Su primer acto como almirante de la flota fue arrasar con una base rebelde en Endor. Los informes (redactados por su joven y bella ayudante Mya Tailin) dicen que Archibald se apostó en un pasillo y acribilló a todo un regimiento de rebeldes sin más protección que su uniforme blanco de almirante. Toda una proeza, la verdad sea dicha.
Pero el Imperio necesitaba más. Y sólo había una persona que podía darle lo que necesitaba. O más que una persona, un hutt.
Palpatine II aguardaba pacientemente moviendo piedras con la Fuerza mientras Jaubb, el nieto de Jabba, despachaba a unos clientes.
Terminó más rápido de lo esperado, así que Palpatine dejó la piedra en el suelo y entró en la sala de conferencias.
Como buen hutt, Jaubb estaba forrado, tenía el dinero por castigo, y no escatimaba en gastos para nada.
Palpatine advirtió con decepción un ysalamiri en el brazo del hutt. Trucos de la Fuerza, descartados.
-Saludos, gran Jaubb.- saludó Palpatine con ampulosidad exagerada.
El hutt hizo un ademán y una twi'lek tomó asiento junto a él. Jaubb no había tenido la consideración de su abuelo de aprender el idioma imperial.
-El señor sabe que vosotros necesitáis armas y mercenarios.- dijo la mujer tras escuchar los balbuceos del hutt.- Sabe que estáis en una posición algo desfavorable, pero el señor es magnánimo y no se aprovechará de la situación.
"Y una mierda" pensó Palpatine. Es por todos sabido que los hutt son aprovechadores profesionales.
-Pídele a tu señor un precio por el pedido que le hice llegar hace dos días.- dijo Palpatine. El pedido no era muy cuantioso, tenía una función diplomática. Los hutt debían saber que son un activo importante para el Imperio, pero también han de saber que no lo son todo.
La twi'lek dictó los escritos a su señor, el cual frunció el ceño y dijo algo en su idioma airadamente.
-El señor considera que el pedido es algo desproporcionado para sus recursos.
-¿Así que un hutt no puede satisfacer un pedido?- preguntó el emperador con sarcasmo. Los hutt eran asquerosamente ricos, pero el Imperio era INCREÍBLEMENTE rico.- ¿Qué fue de vuestra fama de comerciantes?
La mujer tradujo y el hutt apretó los puños gritando algo ininteligible.
-El se-señor dice que... que si no pide algo más razonable se verá obligado a matarlo.
Palpatine esbozó una media sonrisa. Había tenido eso en consideración, y al contrario que su jefe, los guardias sí podían ser hipnotizados.
-Reitero la oferta, señorita.- dijo el emperador.- Y si no la acepta, entonces el que morirá será el.
Temblorosa, la twi'lek tradujo la amenaza a su jefe. Evidentemente, el hutt montó en cólera y empezó a exhortar a sus guardias que, indiferentes, aguardaban órdenes del emperador.
-Vaya vaya vaya.- dijo Palpatine en el idioma hutt.- Debiste haber invertido más en esos bonitos reptiles.
Antes de poder contestar, el hutt recibió los disparos de los nueve blásteres que debían protegerlo.
-Y usted, señorita...- dijo Palpatine acercándose a la twi'lek.- ¿Cuántos idiomas sabe?
-Die-diecinueve.- respondió temblorosa.
-Podría trabajar de traductora para mí.- dijo el emperador.- Mire que estoy renunciando a un droide de protocolo que conoce el triple de idiomas y me cuesta la mitad, así que considérelo.
Aparte de su sinuoso físico, una traductora twi'lek añadiría un factor de humanidad y evitaría el sentimiento de estupidez de hablarle a una máquina.
-Acepto.- dijo ella al final.
- Me alegro mucho.- añadió el emperador, ordenando a los guardias que peinasen el lugar y acabasen con todo ser vivo y luego cargasen la nave. Sólo necesitaba las armas.- ¿Su nombre?
-Sidrana.- respondió ella levantándose.- Encantada, emperador.
-Igualmente.- dijo Palpatine mientras un guardia le informaba de que habían terminado la tarea.
Palpatine no tomó la precaución de hipnotizar más guardias, pero sí tomó la de acabar con los que antes le sirvieron friendo su sistema nervioso.
-Rumbo a Coruscant, piloto.
-Sí, Emperador.
Ahora tocaba esperar a que los rebeldes movieran ficha. Quizá haber pasado por bláster todo un cártel hutt les convencería de su poder.

El joven almirante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora