Impacto (Desvío de Void)

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La suerte estaba echada.
En el preciso instante en que las 1500 naves de la Fuerza Pícara entraron en el espacio aéreo de Coruscant, empezó la batalla.
Las mejores mentes de la Alianza estaban allí: Soryn en un crucero Non Cala dando órdenes a la Pícara, Mikael dirigiendo a su propio equipo de cazas, y Gwen y Wybel repartiendo las últimas órdenes a sus tropas.
Por otro lado, en Coruscant, Palpatine II daba órdenes a diestro y siniestro para preparar la contraofensiva con 2000 cazas TIE, mientras Nixus meditaba y Void observaba la escena desde el Palacio Negro.
El maestro Sith había reiterado repetidas veces que no pensaba, de ninguna manera, participar en la batalla, a pesar de que Palpatine le había insistido repetidas veces.
Palpatine... Void pensó en su alumno. Era el Emperador a la corta edad de 22 años, y a esa edad aún no se pueden tomar decisiones de Estado. Y lo peor de todo, la tentación de poder es inmensa y había terminado por corromper al joven Emperador, saltándose su entrenamiento demasiadas veces.
En sus 314 años de vida, Lord Void había salido de su retiro tan sólo dos veces. Una, para restaurar el orden en el Imperio antes de que la cosa fuera a más, y aquel momento era la segunda vez.
Void lanzó un crédito al aire, comprobando con su suerte si habría bajas importantes aquel día. Cara, con bajas importantes; cruz, sin bajas importantes.
La moneda giró en el aire ante los viejos y casi ciegos ojos de Void, y cayó al suelo.
Cara.
Por órdenes de Palpatine, Nixus había salido al campo de batalla. Aquello para Void no tenía ningún misterio: Palpatine le quería muerto desde aquel encuentro en la nave abandonada. Quizá incluso desde antes. Void percibía grandes cantidades de odio en Palpatine cada vez que Nixus cruzaba su mente.
Una violenta explosión interrumpió sus reflexiones. Sin siquiera darse la vuelta, Void percibió decenas de vidas apagándose en la planta baja del palacio.
-Rebeldes necios...- susurró el maestro para sí.- Vuestro objetivo está fuera. Yo no valgo nada en esta contienda...
Disparos y vidas apagándose alcanzaban los atrofiados sentidos de Void, quien esperaba pacientemente a que aparecieran los rebeldes para apresarle. Sopesó las diversas posibilidades: dejarse reducir, entregarse sin más, oponer resistencia pero dejarse reducir, oponer resistencia y escapar, oponer resistencia y matar, matar simplemente, escapar simplemente o quedarse en su sitio a esperar que, por una vez, el destino obrase por él.
El maestro Sith optó por la última opción. Dejaría a los azares del destino libres por una vez. Si los rebeldes venían en actitud ofensiva y dispuestos a matar, mataría él primero. Si sólo venían con la intención de apresarle, se dejaría tranquilamente.
Void nubló sus sentidos, lo justo para no interferir con el destino pero para poder saber el ritmo de la batalla. Los dos bandos estaban empezando a perder tropas a marchas forzadas.
-Sidious, no seas necio...-susurró Void.- No te entretengas con luchas fáciles. Desafíate a ti mismo.
Los rebeldes habían accedido a la segunda planta. En su necedad infantil, Palpatine había dejado si apenas protección, por lo que los rebeldes se abrían paso como un cuchillo por una barra de mantequilla. No había nada que hacer ante eso, salvo esperar. Quizá el emperador, recurriendo a lo fácil, había dejado a propósito a Void en el Palacio Negro, en el caso de que los rebeldes quisieran actuar allí.
Maldito niño necio. Void no iba a hacer nada si no le daban razones para ello.
Los rebeldes se acercaban a la tercera planta.
Void no quiso identificar al rebelde que los capitaneaba, no quería intervenir en lo que el destino le había preparado. Demasiadas veces había evitado la muerte el maestro Void, una por cada año de vida más allá del número 90. Absorber fuerza vital... sí... añade tanto tiempo de vida como años tenga la víctima, pero no previene los terribles achaques de la edad ni los efectos secundarios del envejecimiento excesivo.
En cierto modo, Void estaba condenado a vivir envejeciendo para siempre.
Por fin, los rebeldes irrumpieron en el salón donde Void se hallaba. Éste ni siquiera se dio la vuelta.
-Arriba las manos, cara de trapo.- bramó Wybel Xanheff, apuntando al Sith con un enorme bláster de choque.
Void levantó ambas manos en señal de rendición. Podía leer en aquel joven rebelde una enorme cantidad de prepotencia y alegría por explotar cosas, pero una cantidad aún mayor de otro sentimiento nublaba sus pensamientos.
Void sonrió para sí mientras era esposado. No se le escapaba una.
Era evidente.
Wybel Xanheff estaba terriblemente preocupado por su hermano.

El joven almirante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora