Cuando mamá dijo que sería bueno comenzar de cero ─alejándonos de los recuerdos y los momentos que jamás volverían ─jamás me imaginé que se refería a esto.
Vale, tal vez sería mejor aquí, en un lugar remotamente lejos, sin que nadie supiera nada de mí y de mi familia, sin los molestos murmullos de la gente al vernos pasar, sin las conocidas caras de “amigos” que ahora sólo ignoraban tu existencia y fingían creer que jamás te habían hablado en su puta vida. La gente a veces puede ser demasiado dura con alguien que solo ha sido parte de las personas a las cuales le explotó una granada, pero no participaron en ello, porque necesitan a alguien a quien culpar.
Sí, la sociedad es una mierda.
Forks no era lo que se llama “actualizado”, de hecho había más bosque que tiendas en cada esquina. Pero no era tan malo, supongo.
─¿Estás bien, cariño? ─la voz de mi madre me sobresaltó. Me miraba por el espejo retrovisor, con una mirada preocupada en sus ojos miel y una sonrisa triste marcada en sus labios pálidos. Le sonreí, tranquilizándola. Suponía que debía verme peor que ella, pero si de por sí es duro para ella toda esta situación, no quería preocuparla aún más.
─Estoy bien. Es linda. La vista, quiero decir. ─yo odiaba el bosque. Pero no me haría mal hacer un esfuerzo por mi parte después de todo. Ella sonrió con compasión.
─Sé que lo odias, pero es lo mejor, cielo ─me susurró mirando hacia el frente, encontrando el camino hacia nuestro nuevo hogar.
─Está bien ─le dije, perdiéndome en las gotas resbalándose por la ventana─. No hay problema.Pero en el fondo, lo había.
Finalmente llegamos a la casa. No me sorprendía, después de todo la había visto en una foto que mi madre me enseñó antes de decidir comprarla. En fin, solo era una casa sencilla de dos pisos, para dos mujeres solitarias como nosotras. Nada del otro mundo. Pintada de un verde militar, con blanco en los marcos de las puertas y ventanas. La puerta era blanca y un timbre dorado estaba al costado.
La observé, sintiendo el pálido y delgado brazo de mi madre rodearme los hombros, envolviéndome con el aroma de su perfume sutil y floral. La lluvia había cesado.
─¿Y bien? ─me preguntó con una sonrisa esperanzada en su rostro. Yo me encogí de hombros.
─Se ve mejor que en la fotografía ─murmuré quedito. Observé al camión de mudanzas estacionarse, y pronto bajaron los trabajadores a retirar todo del camión y acomodarlo dentro de nuestro nuevo “hogar”. Hogar… Si es que eso se supone que sería.─*─
─¿Estás emocionada por iniciar la escuela aquí? ─me preguntó Header, mi madre, durante la hora de la cena. Realmente no tenía mucha hambre. Había perdido el apetito después de… Bueno, todo. Pero me obligaba a mí misma a llevarme tan siquiera un poco de cereal a la boca. Como ya dije, no quería preocupar aún más a mi madre.
─Ansiosa ─respondí finalmente, llevándome una cucharada de Cheerios a la boca. Ella sonrió, aparentemente complacida, pero luego su expresión decayó y su rostro se volvió triste. Dejó en el plato el tenedor con el que estaba comiendo sus macarrones con queso y tomó mi mano libre sobre la mesa, acariciando mis nudillos y mirándome con su mirada de perrito solitario. Oh joder, aquí vamos.─Cariño… ─susurró, intentando comenzar con el mismo discurso de nuevo, y siempre le costaba hablar de ello. Pero igualmente lo hacía ─Sé que esto es difícil para ti, y te agradezco que a pesar de ello lo estés llevando con calma y de buena forma. Pero recuerda que no es fácil para mí tampoco, y es lo mejor para alejarnos un poco del recuerdo de… ─se cortó en la misma parte de siempre, antes de pronunciar su nombre. Su bendito nombre. ─Del recuerdo de Ciara. Por favor, perdóname.
Pero yo no quería olvidar a Ciara, y no podía decirle, al mismo tiempo, a mi madre que no la perdonaba. Pero pese a todo aquello, me obligué a asentir y sonreír con comprensión. ─No tengo que perdonarte nada ─farfullé, sintiendo mi dedo meñique temblar, señal de que quería llorar. Mi madre no pareció notarlo.
─Te amo, cariño ─me dijo volviendo a comer sus macarrones. Yo fingí acabar mi cereal, y cuando lo dejé en el lava-vajillas, le respondí con un “Yo también.”Y subí a mi habitación, recostándome en la cama de sábanas celestes, girando mi cabeza hacia la ventana. Y por primera vez, lloré largo y tendido después de lo ocurrido con Ciara, y también con mi padre.
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Silencio.
RandomNadie sabe su nombre, nadie lo ve venir, camina como la muerte y lo hacen llamar "Silencio". La nueva en la ciudad, la única al que él parece notar. Ella, quien no sabe si hundirse o nadar, ¿se atreverá a adentrarse en los oscuros mares del amar?