Capítulo 34.

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Apenas veía el camino frente a mí, apenas tenía en cuenta que estaba moviendo mis piernas una tras otra, apenas era consciente de que estaba respirando.

Sollozaba tan fuerte que pensaba que todos en el mundo podrían escuchar mi llanto, y no me importaba.

No sabía hacia donde caminaba, solo lo hacía. ¿Me estaría alejando de Forks con cada paso que daba? Podría ser, y yo ni siquiera lo sabría. En todo este tiempo viviendo en Forks, después de que tantas cosas pasaran, apenas podía decir que estaba yendo hacia el este o al oeste.

Finalmente me dejé caer en el suelo, cansada y devastada, sin querer avanzar ni un maldito paso más.

Tomé el celular de mi mochila, y sabía que me arriesgaba con esta llamada a que no me levantara el teléfono nunca, pero tenía que intentarlo.

Busqué en mis contactos y llamé al número.
Al tercer timbrazo respondieron, casi quería saltar.
─¿Qué quieres, Ellie? ¿Vas a llamarme y a pedirme disculpas como una cobarde? ¿Aquí, por teléfono? Mira, sé que Harry te quiere pero pudiste haber pensado en mí y...
─¡ALICE! ¡Demonios, me estoy cayendo a pedazos! ¿Y solo puedes pensar que no te dije que Harry y yo estamos juntos?

La línea del otro lado se mantuvo en silencio, lo único que podía escuchar eran mis propios sollozos desesperados, buscando a la amiga que sabía que aun podía encontrar en ella. O eso esperaba.

Pasó tanto tiempo sin responder que comencé a pensar que me había colgado, pero entonces habló.
─¿Estás bien? ─preguntó con la voz temblorosa y agradecí al cielo que volviera a ser mi Alice. Respiré hondo.
─¿Puedes venir por mí? Por favor, por favor. ─casi rogué y me tapé la boca intentando reprimir otro sollozo. Escuché la respiración de Alice tan cerca como si ya estuviese aquí.
─¿Dónde estás?
─No─no lo sé. ─dije mirando a todos lados y dándome cuenta que tal vez estaba perdida. No, no, no.
─Ellie. ─me llamó Alice, e intenté concentrarme en su voz y calmarme. Ella continuó ─: Mira a tu alrededor, ¿qué ves?

Hice lo que dijo, pero mi vista solo admitía un lugar que brillaba como un faro gigante.
─Hay un bar, tiene un cartel que dice "Beer and Drink".
─Creo que ya tengo una idea. No te muevas de ahí.
─Alice... ─dije antes de que cortara.
─¿Sí?
─Gracias. ─y lo dije sinceramente.
─No me agradezcas hasta que estés arriba de mi auto. ─dijo y colgó. Ahora solo tenía que esperar.

Intentaba concentrarme en respirar, y contaba de 100 hacia atrás para calmarme un poco a la espera de Alice. Rogaba al cielo que no saliera ningún hombre gordo y barbudo de aquel bar e intentase algo conmigo, porque no estaba segura de cuánto más podría soportar en un día.

Cuando volví a empezar el conteo de atrás hacia adelante, Alice llegó cuando estaba por el número 30. Me levanté de un tiro y me subí al auto de su hermana tan rápido como pude. Intenté sonreírle, pero sentía la cara tan acartonada por las lágrimas que no me sentía capaz de ello. En cambio le di una mirada tan agradecida como necesitada.

─Gracias, Alice. ─dije al sentir el auto arrancar. Ella tenía los ojos fijos en la carretera.
─¿Se puede saber por qué estabas afuera de Beer and Drinks, sola y llorando? ─su voz no dejaba ver ninguna emoción, así que no podría decir si estaba enojada o simplemente quería saber. Esperaba fuera la segunda opción. Me recargué en el asiento, cerrando los ojos y respirando pausadamente con la intención de tranquilizarme antes de hablar.

─Ésta mañana no ha sido del todo agradable para nadie. Y he encontrado a mi madre borracha y a punto de estrellarme la botella contra el cráneo al llegar a casa. No sé qué es peor, ¿sabes? Haberla encontrado de esa forma, o saber que todo lo que dijo es verdad.

Las lágrimas comenzaban a escurrir de nuevo por mis mejillas y Alice no dijo nada, pero me tomó la mano, apretándomela, y eso fue más que suficiente. Minutos después aparcó frente a una casa que era muy parecida a la mía, aunque todas las casas de Forks se parecían. Supuse que ésta sería su casa. Estaba a punto de bajarme del auto cuando Alice me apretó la mano para llamar mi atención. La miré, tenía el rostro triste y arrepentido.

─Lamento haberme comportado del modo en que lo hice ésta mañana. Fui muy egoísta, y no puedo imaginar cómo han de estar las cosas con tu vida realmente. Sé que no me cuentas todo ─dijo e hizo una pausa para respirar. ─, pero creo que no lo has de pasar tan bien como intentas aparentar todo el tiempo.

Asentí porque ella ya había dicho todo y no tenía nada más que agregar. Ella me limpió las lágrimas con la manga de su suéter y me sonrió con amabilidad.
─¿Para qué las mochilas? ─preguntó mirando ambas cosas. Hice una mueca.
─Se suponía que me iría de casa por un tiempo, pero me he dado cuenta que no tengo a donde ir.
─Puedes quedarte en mi casa, si gustas. ─se encogió de un hombro y salió del auto. Yo hice lo mismo, llevando mis dos mochilas conmigo.
─¿Tus padres no se molestarán? ─pregunté. La mirada se le oscureció.
─Ahora solo está mi padre. Mi madre se ha largado de la casa. Divorcio, ¿recuerdas?

Aquella información me cayó como un balde de agua fría.
─¿Por qué no me lo dijiste? ─pregunté, ambas a diferentes lados del auto. Ella se encogió de hombros.
─Pensaba decírtelo ésta mañana, pero al enterarme de lo de Alex... ─la voz le tembló y se cortó así misma para evitar ponerse a llorar ahí mismo. Recobró la compostura y prosiguió ─: Aunque la verdad no creo que sea el asunto de nadie.
─Puedes contarme lo que sea, Alice. ─le dije rodeando el auto y acercándome a ella. Le tomé la mano. ─Somos amigas.

Ella me sonrió, o quería hacerlo, aunque pareció más bien una mueca.
─Lo sé. Pero basta de cursilerías, vayamos adentro. ─dijo y tomándome de la mano, me jaló dentro de su casa.

Todo era muy parecido a la mía, excepto que los muebles parecían como nuevos y la casa desprendía un olor entre lavanda y vainilla. Intenté no estornudar.

─Tu casa es bonita. ─dije mientras subíamos las escaleras, suponía que a su habitación.
─Seguro le dices eso a todas tus amigas que te dejan hospedarse en tu casa. ─dijo divertida y yo reí un poco.

Al entrar en su habitación, me percaté de que tenía posters de bandas y grupos que a mí también me gustaban.
─¿Cuál es tu canción favorita de los Beatles? ─le dije mirando un poster de ellos en su pared.
─Let it Be. ─dijo con la voz cargada de alegría. ─¿Y la tuya?

─Hey Jude. ─dije y me acerqué a su cama. Dejándome caer en ella. Alice rió.
─Sí, claro, siéntete como en casa.

─La verdad es que estoy muerta de sueño.
─Yo de hambre. ─dijo Alice sentándose a mi lado en la cama y sobándose la barriga. Mi estómago gruñó.
─También de eso. ─dije y las dos reímos. Ella se paró entonces y se acercó a la puerta.
─Iré a hacerme un sándwich, ¿quieres uno? ─me preguntó desde la puerta. Yo bostecé.
─Si no es mucha molestia, sí por favor.
─Vale, ya vuelvo.

Y salió de la habitación. Yo, por mi parte, me dediqué a mirar el techo de su habitación mientras me gruñía el estómago y esperaba su regreso.

Mi teléfono comenzó a sonar con el ya conocido tono de mensajes y lo tomé al instante. Abrí el mensaje sin pararme a revisar el remitente, y me arrepentí de inmediato. El corazón me latía desbocado en el pecho.

"Ten a tus amigos cerca, y a tus enemigos más cerca. ¿Segura que sabes diferenciar uno del otro, Ellie? ─X."

No sabía muy bien a qué se refería el mensaje, pero sabía quién era el remitente, y eso me bastaba para congelarme la sangre de miedo.

─¡Traje sándwiches de jamón! Espero te gusten porque no pienso volver a hacer más. ─dijo Alice haciéndome saltar en mi lugar y ocultar mi teléfono celular tan rápido como pude, lejos de su vista. Ella se percató de mi acción y me miro con los ojos entrecerrados. ─¿Sucede algo?
─No, para nada. ¿Puedo? ─dije señalando un sándwich de un plato bastante amplio, Alice asintió y le dio una mordida a su sándwich.

No creo que Alice fuera consciente de que la estaba observando mientras comíamos, pero mientras más la veía, más pensaba que el mensaje de X tenía algo que ver con ella.

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