Capítulo 9.

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─Ellie ─la voz de Alex me llamó a la distancia, vino trotando hacia mí, con una sonrisa en su rostro amable y sus ojos verde-azules fijos en los míos. Le sonreí de vuelta, algo cohibida, una vez que estuvo frente a mí ─. Quería preguntarte algo.
Mi corazón se aceleró un poco. ─¿Qué cosa?
─Eh, bueno, yo ─comenzó balbuceando, rascándose la nuca y pareciendo nervioso. Se veía algo tierno intentando encontrar las palabras adecuadas para lo que quería preguntar, y me sentí un poco halagada de poder causar ese efecto en alguien. Miré discretamente hacia abajo, sus músculos abdominales marcándose a través de su camiseta blanca, rápidamente volví la mirada a su rostro, olvidándome de la imagen de su trabajado abdomen ─. Bueno, me preguntaba sí, tú sabes, eh… Quisieras salir conmigo algún día.
La última parte la dijo tan rápido que mi cerebro se tardó en procesar sus palabras, pero en cuanto entendí mi rostro tomó un tono color carmesí. Asentí completamente roja. ─Sí, seguro.
─¡Genial!, ¿pasado mañana estaría bien? ─Me preguntó un poco más confiado, y volví a asentir ─. De acuerdo, paso por ti a las seis.
Comenzó a alejarse, yendo a su casa, debía suponer. Pero entonces una idea cruzó por mi cabeza. ─ ¡Ey!─le grité haciendo que él girara su cuerpo en dirección a mi voz ─. No tienes mi dirección.
─Algo me dice que mañana me la darás. ─me guiñó un ojo y se giró de nuevo. Enrojecí. ¿Cómo alguien puede parecer tan tímido y confiado al mismo tiempo?

─No se la darás ─una voz a mi espalda habló. Giré bruscamente al escuchar el sonido de su voz de nuevo, ¿cómo es tan silencioso?, ¿por qué siempre aparece cuando todos se han ido?, ¿le dará vergüenza que lo vean conmigo? Mi estómago se encogió estúpidamente ante éste último pensamiento.
─¿Por qué no debería? ─le pregunté una vez que calmé los latidos de mi acelerado corazón al volver a verlo. Nunca sabía cuándo lo volvería a ver, él era… Impredecible.
─No me agrada. ─dijo simplemente. Me crucé de brazos.
─Ya veo. ¿Y se puede saber por qué? ─lo interrogué, mirándolo retadora. Si no obedezco a Matt, mucho menos a él. Debería saber eso de mí.
─He oído hablar cosas de él ─comentó bajo, sombrío. Una brisa helada pasó por mi lado y mi piel se erizó.
─Sí, bueno, la gente también habla cosas de ti ─contrataqué, y él me miró, dolido podría decir, pero después simplemente estaba él, con aquella mirada que parecía estar atravesándote el alma, inspeccionando el más mínimo gesto en tu expresión. Parecía como si siempre estuviera esperando descubrir alguna verdad, aunque no sabía muy bien cual.
─¿Y tú les crees?

Esa pregunta me dejó pensando. La última vez que pregunté fue el primer día de clases, cuando Alice había dicho que la gente hablaba cosas malas de él, que me alejara. Pero yo había hecho todo lo contrario, curiosa por saber qué cosas ocultaba aquel chico de mirada intensa y voz naturalmente seductora. Comenzaba a creer que él tenía aún más secretos de los que se pueden suponer.

─¿Cuál es tu nombre? ─decidí preguntar, ignorando su primera pregunta. Él sonrió, como esperando que preguntara algo como aquello.
Él abrió la boca, pero nada salió de sus labios, el momento siendo interrumpido por una bocina: el auto de mi madre, con Matt como conductor. Miré a Matt a través del cristal, frunciendo el ceño en su dirección, él indicándome con una mano que entrara en el auto ahora mismo. No noté el momento en que Silencio se acercó a mí hasta que sentí su respiración en mi oreja. Su peculiar aroma llegando a mi nariz, haciéndome sentir abrumada y a la vez…
─Pregúntale a él ─susurró, plantando un beso suave debajo de mi oreja, cerca de mi cuello. Mi respiración fallo ante la sensación de sus labios sobre mi piel y me giré en el momento que el comenzaba a avanzar en sentido contrario al mío. Me guiñó un ojo y después se giró, demorando su vista un momento en la figura dentro del auto de mi madre.

Ladeé mi cabeza en cuanto entré al auto, Matt de nuevo apretaba fuertemente el volante, sus nudillos blancos como la cal, pero su rostro rojo de furia.

─Te dije que no te quería cerca de él ─siseó entre dientes, sus párpados cerrados fuertemente, intentando controlarse. Bufé y fruncí mis cejas, cruzándome de brazos.
─A este punto, deberías saber que no te voy a obedecer. ─espeté, abrochándome el cinturón. La mano caliente de Matt se posicionó en mi brazo, apretándolo con rudeza y obligándome a mirarlo. Primero miré su mano, asustada y luego su rostro, completamente furioso.
─Lo hago por tu maldito bien. ¿Quieres morirte como Ciara? ¡¿A caso eso quieres, estúpida!?

Sus palabras me dejaron helada. Hacia bastante tiempo que no me hablaba de aquel modo, de aquel maldito modo… como si fuera basura.
¿Por qué habría de morirme por simplemente hablar con él? ¡Por dios, ahora se comporta como un novio celoso!, ¡es mi hermano, por la mierda!

Jalé mi brazo de su agarre y me giré, mirando a la ventana, sintiendo mi dedo meñique temblar y las lágrimas contenidas detrás de mis ojos. Intenté no hiperventilar y me calmé lo más que pude intentando no llorar, al menos no frente a él.

─Que te den. ─murmuré por lo bajo y él guardó silencio, acelerando, ninguno de los dos dijo palabra alguna en todo el trayecto.

En cuanto llegamos a casa me limité a subir las escaleras, sin siquiera saludar a mi madre o ir a la cocina a comer. Subí a mi habitación y cerré la puerta con pestillo, tirando la mochila en cualquier parte de la habitación y tirándome en la cama. La parte mala de tirarme a la cama fue cuando debido al impulso, reboté y caí al suelo, golpeándome la espalda y expulsando el aire. Tosí un par de veces, hasta que me calmé y mi respiración volvió a ser constante, pero no me levanté.

Me quedé pensando muchas cosas, como por ejemplo: ¿por qué había dicho Silencio que le preguntara su nombre a Matt? Aquello no tenía sentido, si se supone que no se conocen. Aunque Matt actúa muy extraño. ¿Qué tiene que ver el que me acerque a él con morir?, ¿qué maldito bien me estaba haciendo al retraerme de la sociedad?

Escuché a mi madre tocar la puerta y su voz intentó ser dulce cuando hablo.
─Cariño, ¿estás bien?
─Sí ─dije a penas.
─¿Necesitas algo?
─No. ─dije y creo que la escuché suspirar, para luego escuchar sus pasos alejarse. Entonces fue cuando me levanté y tomé una almohada, colocándomela en la cara. Y grité, simplemente eso, grité.

Una vez que saqué aquel grito ahogado por la almohada, me acerqué a la ventana de mi habitación. En todo el tiempo que había estado aquí, en este cuarto, jamás me había acercado a la ventana. Afuera había una especie de enredadera por el costado de la casa, unas cuantas flores marchitadas estaban ahí todavía, con sus pétalos cayendo agonizantes.

Así me sentía, como una flor marchita, a la cual se le van cayendo sus pétalos en agonía, rogando por no destrozarse completamente. En frente estaba la calle, y un poste de luz iluminaba aquella fría y nublada tarde de Forks. Parpadeé, sintiendo repentinamente secos los ojos.

Y entonces ahí estaba él, mirándome desde el poste, sereno, tranquilo, apacible. Verlo ahí debería haberme causado alguna sensación de miedo, o pánico tal vez; pero por el contrario, sentir su presencia cerca me calmó. Entonces abrí la ventana, como si fuera una invitación a que siguiera ahí, y me fui a la cama, y me dormí. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba hasta que mi cuerpo cayó en la cama, y un instante después mi mente divago en mi subconsciente, soñando con unos ojos verde jade. Sus ojos.

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