Capítulo 32.

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Después de aquel mensaje, Harry me llevó a casa.

Mañana tendría que volver a la escuela después de todo, y él me recomendó que caminara, actuara y respirara como si el mensaje nunca hubiese llegado a mi teléfono. Quería decir que lo estaba haciendo bien, pero parecía un zombie andante más que nada.

No podía dejar de repetir el mensaje en mi cabeza una y otra vez, y no estaba segura si actuar con "normalidad" sería lo correcto.

Matt no hizo preguntas cuando llegué en un auto que no era el que me prestó, pero pocas horas después el auto volvió a estar en casa. Como dije, Matt no hizo preguntas.

Mi madre no parecía prestarnos atención, casi siempre salía a comprar cosas o veía televisión en su habitación. Yo no decía nada, pero en el fondo pensaba que la muerte de Ciara estaba volviendo a atormentarle la cabeza. A mí también me mantuvo ocupada la cabeza la muerte de Ciara.

¿Por qué mis pensamientos conspiraban contra mí ahora?

En la noche, mis pesadillas tenían rostro y un nombre de una sola letra.

A la mañana siguiente al despertar, tomé una de las pastillas que me había dado el médico en el hospital para cualquier síntoma extraño que sintiera. No sabía si eso era normal pero mientras me quitara el maldito dolor de cabeza que tenía, me daba completamente igual.

Esa mañana mi madre preparó el desayuno y se retiró a su habitación, en un estado zombie como el mío. Ahora comenzaba a captar un poco en qué nos parecíamos.

Matt me llevó a la entrada del instituto, y antes de que pudiese irme, él tomó mi muñeca y me retuvo en mi asiento, lo miré.
─Si algo ocurre ─dijo ─, llámame.
─No creo que sea necesario. ─dije y encogí un hombro. No me preocupaba que algo pasara en el instituto, no mientras Harry estuviese ahí. Me preocupaba más lo que pasara estando lejos de él. Matt suspiró y asintió.
─Lo sé.

Después de eso me dejó ir, y yo entré al instituto intentando lucir normal.
¿Cómo actuar como si no te estuviese pasando una mierda?

Caminé hacia mi casillero con pasos lentos y descubrí que Alice me esperaba ahí. No tenía mejor aspecto que yo, a decir verdad.

─Hola. ─le dije una vez que llegué a mi casillero, pero ella no respondió. Parecía perdida, triste. Pasaron unos segundos antes de que fijara su vista en mí, pero parecía que estaba mirándome como a través de un cristal. Un escalofrío me recorrió. Sus ojos estaban inyectados en sangre, se veía ojerosa y lagañas habitaban en sus pestañas. Su vestimenta no era normal tampoco. No era que ella se vistiera como una diva para ir al colegio, pero al menos se veía limpia, decente. Ahora solo llevaba unos pants y una blusa cualquiera que ni siquiera combinaba, y unos tennis viejos. ¿Qué había pasado?

─¿Cómo puedes estar tan tranquila? ─me dijo con voz rota. Tragué saliva. No sabía si debía abrazarla o algo, pero me limité a abrir mi casillero y sacar mis cuadernos para mis siguientes clases. ¿Debía responder su pregunta?

─¿Ya lo sabes, no? ─me preguntó en vista de mi silencio. Cerré el casillero y la miré a los ojos.
─¿Saber qué cosa? ─pregunté fingiendo no saber absolutamente nada. Que hipócrita me sentía ahora.
─Alex. ─dijo simplemente. La garganta se me cerró.
─¿Qué pasa con él? ─susurré apenas, y vi como los ojos de Alice se aguaban en ese instante.
─Está muerto.

Escuchar esas palabras fue más duro la segunda vez. Alice me lo decía como si fuera la peor cosa de la vida, y no quería saber cómo se habría visto ayer en vista de mi ausencia. Tragué saliva y en ese instante los ojos se me aguaron.
Ya sabía yo que Alex no merecía mis lágrimas, pero mierda, ¡primero había sido mi amigo antes que mi casi─violador! O eso esperaba creer, no me gustaba la idea de pensar que sólo había sido un medio para conseguir un fin en todo ese tiempo. Me recargué en el casillero y las lágrimas comenzaron a caer como cascadas silenciosas.

Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora