Desperté, enredada en las cobijas calentitas, con el cabello hecho un desastre y con unas ojeras del tamaño de América. Sí, mi vida es genial.
Al principio pensé en cosas triviales, como cuando despiertas de un sueño profundo y solo puedes recordar tonterías que se te vengan a la mente. Pero entonces un recuerdo llegó a mí como una patada en el culo y observé mi mano. No estaba la nota.
Maldita sea, maldita sea. ¿Dónde la dejé?
Revolví las cobijas, intentando encontrar algún rastro de aquella diminuta nota, busqué bajo la cama, en el buró, en los cajones, en cada maldito rincón, y nada apareció. Una mano invisible me apretó la garganta y tosí teniendo dificultades para recuperar el aliento. ¿Habré soñado todo aquello?
Un dolor punzante me estremeció entre el muslo y me quité el pantalón, descubriendo un moretón enorme en tonalidades azuladas y moradas. ¡Qué mierda!, ¿en qué momento se puso tan horrible? Y entonces comprendí que no había sido un sueño, que todo había pasado en realidad y que la jodida nota había desaparecido. Me agarré el cabello desesperadamente, intentando exprimirme los sesos para obtener la respuesta a mi interrogante: ¿Dónde estaba la jodida nota?
Decidí que lo mejor sería arreglarme para el instituto, dejar de hacer esperar a mi madre con el desayuno e ir a la escuela fingiendo que nada me ocurría. A pesar de que estaba segura de que en cualquier momento entraría en una crisis de ansiedad.
Me coloqué unos jeans, una blusa con el logo de converse, igualmente unos converse negros en mis pies, y finalmente me trencé el cabello, intentando que luciera un poco menos desastroso de lo que ya era. Giré mi vista a la ventana, cerrada. ¿En qué momento la habría cerrado? A través del cristal logré ver el cielo nublado y unas ramas de los árboles del frente danzaban─forzadamente─ en dirección al viento. Decidí colocarme un suéter, y un gorrito de lana en mi cabeza.
Rápidamente desayuné, unas simples tostadas y un vaso de leche. Sin apetito. La mirada azulada de Matt penetrándome, haciéndome sentir expuesta e indefensa. ¿Cuándo se había vuelto tan… crudo?
Matt me había llevado al colegio, y en el último instante, me tomó de la mano, deteniéndome antes de salir, lo miré con los ojos entrecerrados.
─Cuídate, por favor. ─me dijo y, medio confundida, asentí. ¿Sospecharía algo de lo ocurrido ayer? Mi corazón saltándose un latido ante este pensamiento. Mi consciencia me dio una bofetada mental. “No eso es imposible.”
Salí del auto, apresurándome a mi casillero y entrando directamente al aula de Biología. El profesor Tyler me observaba algo preocupado. Era la única estudiante presente en la habitación.
─¿Estás bien, dulzura? ─preguntó con su voz condescendiente y amable. Dios, ahora que lo pienso, siempre me preguntan cómo estoy. ¿Por qué no asumen que estoy mal y listo? Los humanos somos demasiado incrédulos ante aspectos que puedan ponernos una carga sobre los hombros.
─Sí. ─dije simplemente y no volví a hablar.
El salón comenzó a llenarse de alumnos al poco tiempo, y un hecho algo extraño me sorprendió esta mañana. Aunque pienso que no fui la única sorprendida.
─Buenos días, Ellie. ─me dijo Silencio sentándose a mi lado, en el lugar que le correspondía a Alice. Miré a la puerta del salón, mi mirada y la de Alice chocando por un momento. Vi sus ojos, y no me gustó lo que había en ellos: una pizca de dolor. Me saludó con la mano y decidió sentarse al lado de una chica cuyo nombre no conozco, y al parecer era una de las marginadas, tal como Alice y yo.
─¿Qué haces? ─le susurré a Silencio una vez que la clase había comenzado, intentando que el profesor Tyler no nos pillara. Él sonrió travieso.
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Silencio.
RandomNadie sabe su nombre, nadie lo ve venir, camina como la muerte y lo hacen llamar "Silencio". La nueva en la ciudad, la única al que él parece notar. Ella, quien no sabe si hundirse o nadar, ¿se atreverá a adentrarse en los oscuros mares del amar?