─¡Ellie! ─la voz de Alice fue como escucharla gritarme con un altavoz en el oído. Me froté a oreja intentando amortiguar el pitido que dejó su gran grito.
─Creo que me has roto el tímpano ─murmuré mirando mi palma, intentando encontrar una inexistente sangre saliente de mi oído.
─¡Ellie! ─me regañó tomando mi mano y dándole un manotazo. Wow, ni un día y ya tenía esa confianza conmigo. Vete con cuidado, Alice.
─¿Qué?, ¿ahora por qué la agresión?
─¡Todos en el instituto están hablando acerca de cómo le respondiste a Silencio!, ¿acaso estás loca? ─preguntó moviendo las manos en el aire, alterada. Fingí pensar un poco, y después hice un ademán con la mano como diciendo “un poquito”. Ella volvió a golpearme la mano, y ésta vez tuve que darme masajes en el dorso para alejar el ardor.
─Oye, eso duele. ─refunfuñé, pero Alice se limitó a colocar sus manos sobre sus caderas, en una pose de “vas a decirme todo justo ahora o te arrancaré la cabeza”. Suspiré ─. Vale, ¿quieres saber algo? Ayer me habló cuando todo el mundo se había ido del instituto, se portó gentil incluso, y hoy me trató como una mierda ordenándome que me quitara de “su lugar” ─hice las comillas en el aire para destacar aquello ─. ¿Quién coño se cree que es? Muy machito, muy rudo pero a mí no me trata así.
Alice no respondió, se limitó a mirarme con una ceja arqueada, para después colocarme sus manos en mis hombros y susurrar:
─¿Qué paso con la Ellie del primer día?, ¿la curiosa, calladita, que apenas llamó la atención de la popular del colegio porque ni se le acercó? Ahora has dado un motivo para desafiarte, para que se metan contigo. Y eso, mi querida Ellie, es muy malo.
Rodé los ojos, fingiendo desinterés. En parte importaba, ¡pero por dios! ¿Qué tantas repercusiones puede haber por contestarle al “rebelde” del colegio?, ¿cuál es el alboroto de los demás, en todo caso? La que le respondió fui yo, no ellos. ¿Por qué se meterían conmigo siendo que ni he hablado con nadie además de Alice y de…? Bueno, de él. Que absurdo.
─No comprendo tus teorías, Alice. Pero si de algo estoy segura es de que si el tal Silencio es tan rudo y peligroso como dicen, ya veremos quién gana, él o yo ─me defendí, con la frente en alto, mis palabras sonando seguras. Pero en el fondo sabía que no estaba del todo convencida de ser más fuerte que aquel tipo de ojos verde jade. Alice me miró con escepticismo, pero no añadió nada más, en cambio me guió a la cafetería y me compró un jugo de cartón.
Nos sentamos en una mesa alejada de todo el bullicio de los populares con las porristas y los futbolistas, los freaks, los nerds, los góticos, y los típicos grupos que hay en las escuelas secundarias. Y suponía que Alice y yo éramos una especie de marginadas sociales que no encajaban en ningún grupo. O en ninguna parte en todo caso. Daba igual, nos teníamos la una a la otra. Ahora ella era mi amiga…
─Te está mirando ─Alice me saco de mis pensamientos al sisearme por entre su cartón de leche.
─¿Quién? ─pregunté, pese a que tenía una leve sospecha de quién.
─Olivia ─me dijo. Mis sospechas se fueron al caño.
─¿Quién? ─fruncí mis cejas, confundida.
─La popular, ya sabes, la Regina George de todas las escuelas. ─dijo como si fuera de lo más obvio. Entonces giré mi cuerpo en dirección a la mirada de Alice y me encontré con unos ojos azules al otro lado de la cafetería. Oh mi dios, se parecía tanto a…
─¡No la mires! ─me susurró a gritos Alice, jalando mi mano para que mi atención volviera a ella. Parecía asustada, aunque no entendía muy bien por qué. Tal vez porque ese rostro me parecía tan familiar que la palabra cruel era el último adjetivo que se me pasaría por la cabeza al verla.
Sus ojos tenían la misma tonalidad azulada, su rostro la misma forma, su cabello del mismo color castaño. Las únicas diferencias notables podrían ser la vestimenta. Mi hermana jamás se hubiera vestido de aquella forma tan… ¿demostrativa? Usando aquella blusa escotada en extremo, de un blanco traslucido, y una pequeña falda de mezclilla que hacía notar sus largas piernas cubiertas por unas medias a cuadros. Pero pese a eso, su cara era tan idéntica… Tan Ciara.
─Parece una buena persona ─farfullé bajito intentando que ella no me escuchara, pero lo hizo y abrió sus ojos como platos, pareciendo una muñeca.
─¿Olivia Granatti buena persona? ─se mofó ella, soltando una carcajada baja. Por un momento me sentí ofendida, pero recordé que aquella persona no era mi hermana, y por lo tanto no tendría la misma personalidad. ¿Qué demonios estaba pensando?
─Lo siento, es que… simplemente me recuerda a alguien ─me excusé y me dediqué a acabarme mi cartón de jugo, ella hizo lo mismo y agradecía que hasta ahí hubiera quedado la conversación.
─*─
─Tú eres Ellie, la nueva ─me giré hacia donde había escuchado mi nombre, y para mi sorpresa me encontré con aquellos ojos azules que ya había visto temprano. Por dios, eran idénticas. Ella me miró unos segundos más y me di cuenta que esperaba una reacción por mi parte, así que asentí levemente.
─Bien, déjame decirte algo ─se acercó a mí, su cuerpo alzándose amenazante sobre el mío. Estúpidos tacones que la hacen un edificio ─. Silencio es mío. No lo toques, no lo mires, no le hables, ni siquiera te le acerques, o mejor aún, no respires su mismo aire. Aléjate de él. Es mío.
Y se fue, agitando sus caderas. La última palabra la había recalcado fuertemente, como si su labial rosa chicle hubiera resaltado las letras casi como si estuviesen escritas en su boca. “Mío”. Ja, todo tuyo.
Me parecía extraño que si ella era la Regina George de Forks, ¿por qué no tendría su sequito de clones como todas las malvadas de las escuelas? Tal vez porque la vida no es como en las películas baratas que te vende la publicidad.
─No le hagas caso. En la vida he sido suyo ─me sobresalté al escuchar una voz cerca de mí, y ahogué un chillido en cuanto reconocí la voz.
─Jesús, ya veo por qué el apodo. ─me coloqué una mano sobre el corazón, como si eso fuera a calmar mi repentino latido acelerado. Él sonrió.
─Sí, bueno, todo tiene un motivo. ─se encogió de hombros, como restándole importancia. Alcé una ceja, mi corazón volviendo a sus palpitaciones normales.
─¿Y tu actitud conmigo en la mañana también tiene un motivo?
Él se quedó callado un breve instante y seguidamente sonrió, casi divertido, y asintió frenéticamente. Parecía casi inocente. Casi.
─¿Y se puede saber cuál es? ─pregunté. Su sonrisa, egocéntrica, se amplió más.
─Tengo una reputación que mantener.
─Y no me sorprende que no se haya manchado.
Él rió, una risa natural, que me hizo sentir mis vellos de mis brazos y nuca erizarse, intenté reprimir el impulso de frotarme los brazos.
─Debemos ser amigos. ─no era pregunta, y me sorprendió la seguridad de su voz, como si ya fuéramos amigos desde antes.
─Bromeas, ¿cierto? ─tosí, incrédula. Él se encogió de hombros y se acercó a mí, recargando su brazo en mis hombros, reprimí la necesidad de rodear su cintura, y olfateé su aroma peculiar: jabón y naturaleza.
─Nop, y no puedes negarte. Está mal entrar a mi vida de ese modo y ahora querer salirse como si nada.
─¿Y de qué modo exactamente he entrado a tu vida? ─cuestioné, especialmente interesada y curiosa. Lo miré de reojo, un brillo peculiar adornaba sus verdes ojos.
─Como una estaca al corazón.
No sabía exactamente si aquello era un cumplido o un insulto, pero lo dejé pasar, sin tiempo a responder alguna otra cosa cuando un sonido irrumpió en mis oídos. La bocina del auto de mamá sonó prolongadamente, y solo dejó de sonar en el momento en que entré al auto. Matt de nuevo estaba furioso. Agradecía al cielo que ya no hubiera nadie en la escuela a estas horas.
─Ponte el cinturón ─gruñó él, y arrancó como alma que lleva el diablo. Y lo último que vi, fue a Silencio sonreír por el espejo retrovisor.
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Silencio.
RandomNadie sabe su nombre, nadie lo ve venir, camina como la muerte y lo hacen llamar "Silencio". La nueva en la ciudad, la única al que él parece notar. Ella, quien no sabe si hundirse o nadar, ¿se atreverá a adentrarse en los oscuros mares del amar?