Renuncio a Ti

Epílogo

Y cuando alcanza los ocho meses de embarazo, debía ir a una de sus últimas revisiones.

Quería estrenar esa camiseta ancha que Minho le compró hacía pocos días atrás, la que tenía un estampado de sus nombres rodeados por corazones, por tantos que le hacían sentir que su corazón explotaría de la felicidad.

- Te ves adorable así – comenta Minho sintiendo su corazón latir tan fuerte y salvaje por su dueño.

- ¿Tú crees? – pregunta Taemin sonrojándose un poco más de lo que ya estaba.

- Las cosas anchas te van bien – Taemin se mira a sí mismo y estaba con la camiseta ancha que su amor le obsequió, junto a esos pantalones deportivos que eran los únicos que le hacían. Su closet era historia, y debía admitir que a veces se deprimía al ver tanta ropa desperdiciada. Sobre todo su lencería.

- Gracias.

- Vamos amor.

Cuando llegan al hospital, se dirigen rápidamente hacia el consultorio de su doctor, tomados de la mano, sin importar la mirada de extrañeza que todo el mundo les lanzaba, porque no importaba en lo mínimo.

Entran directamente después de tocar la puerta y Minho lo detiene justo antes de que el doctor les hablara, además de que estaba algo distraído acomodando algunas cosas en su librero.

- Hey, no te pongas tenso, no es bueno para tu salud – deja un beso sobre sus suaves cabellos, intentando disminuir esa tensión que siempre se apoderaba de él cuando salían a la calle y la gente hablaba demás.

- Si, lo siento – se disculpa – es que estoy más gordo y la gente me mira demasiado – se queja y Minho le sonríe con amor, ese complejo era algo que realmente adoraba en él.

- No te disculpes, tonto... - Minho le roba un casto beso de esos labios que siempre le eran apetecibles – no hagas caso, sólo pensemos en nuestra bebé y en nosotros ¿sí?

- Lo intentaré – dice Taemin suspirando.

- Te bajaré la tensión cuando lleguemos a casa...

Esa proposición hace que Taemin se sonroje hasta los cabellos, riendo y quitándose por fin la tensión que llevaba encima. Era Minho que siempre le salía con cosas extrañas y le hacía la vida más sencilla, más llevadera y sobre todo, le hacía muy feliz.

- Tu súper paquete y mi elefante – no se quedaría atrás, no señor, menos con ese Minho que cada día se hacía más hábil a la hora de molestarle con cosas triple equis.

- Siempre fuimos los cuatro – le sigue la corriente haciendo que Taemin le pegue manotazos en el pecho completamente avergonzado – aunque pronto quiero verte vestido de Elvis, aun no te perdono del todo y lo sabes...

- ¡Oye! ¡Tonto!

Ambos ríen, mirándose divertidos, incluso ya hacían bromas con aquello que antes desgarró sus espíritus, pero ahora era una razón más para ser felices.

- Buenos días.

Esa voz poncha su burbuja junto al carraspeo del doctor que los miraba con obviedad, como si supiera lo que ahí ocurría.

- ¡Doctor! – saltó Taemin, completamente avergonzado, cero tensión.

- Buenos días – saludó Minho haciendo una reverencia.

- Son realmente buenos por lo que veo – decía él anciano con muchas ganas de molestar, lográndolo al ver las esas mejillas coloreándose rápidamente – pasen por favor, Taemin ponte la bata, hay que pesarte y hacerte la ecografía.