16: "Santo Padre"

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—¿Dónde mierda estabas? Te estoy esperando hace 20 minutos.— Mónica al ver a Amelia cruzar como un rayo el pasillo no dudo un instante a ir a su encuentro, tomándola del brazo intentando seguir su ritmo.

—Shh... Disculpa, me quedé dormida en las gradas del patio.— Su habitación estaba próxima, no podía interrumpir en el cuarto que aquellas 5 jóvenes compartían sin estar preparadas para lo que dentro suyo se encontrase.

—Espera, hagamos un poco de ruido antes de entrar. Hay que darles tiempo.— Amelia había agarrado el picaporte de su propio portal y lo giró tres veces, anunciando, con un ligero ruido metálico, que pronto ambas irrumpirían con su llegada.

—Tienes razón... Espera ¿Estás bien? Tu cabello está desordenado.—Mónica la miró a detalle, la falta de luz no era impedimento para notar los dejos de maquillaje en su rostro. Sin contar que el carmín de sus labios estaba corrido.

—Sí, dormir a la intemperie no es exactamente un colchón de rosas.

Mónica había pillado por primera vez en la vida a su amiga en una obvia farsa, se sentía triunfante. Esta vez ella no sería la nerviosa.—Y dime, Ami... ¿Cómo está él?

Al escucharla Amelia sonrió, esa chica era más lista de lo que pensaba.—Seguramente ahora cansado y adolorido. Vamos, entremos. No tentemos a la suerte. — Una expresión burlona se dibujó en su boca en el momento que abrió la puerta.

En su interior las luces estaban apagadas, pero el ligero movimiento de la sábana de Natalia, aún suspendida en el aire cayendo sobre su pecho y agitándose al compás de su acelerada respiración, le dio el indicio necesario para saber que esa precaria pareja no estaba dormida.

—¿Chicas? —Exclamó Mónica.

—Déjalas dormir, seguramente se deben haber desvelado esperándonos.— Amelia le guiñó el ojo a su compañera, dejando en claro que la tetra de sus amigas no había funcionado. Mónica rio sin emitir sonido, entendiendo el cuadro que tan bizarramente frente suyo se desplegaba.

La joven Von Brooke, apresurada, se adentró en su propia cama. Al sentir la calidez del colchón una serie de pensamientos hizo que su mente se alborotase una vez más. Recordar lo que acababa de vivir era una especie de sueño del cual no quería despertar, aún sentía el sudor de aquel hombre sobre su cuerpo. Sus quejidos retumbaban en su cabeza una y otra vez en ardiente mantra que solo el disco rayado de su cerebro podría reproducir.

—No quiero ir a misa mañana.

—Tenemos que hacerlo, Silvi vendrá y nos llevará en pijama si es necesario—Respondió Amelia.

—Que descanses, Ami...

—Tú también, Moni.

... ... ...

El despertador sonó al cabo de dos horas, el ritual dominguero era sin duda alguna el más difícil de llevar de toda su jornada. Las cuatro jóvenes, una más cansada que la otra, intentaban prender su camisa a pesar de que los fallos motrices se los impidiera.

—Odio la iglesia, odio la religión, odio levantarme temprano. —Amelia mascullaba mientras que intentaba volver al mundo de los vivos.

—Parece que aquí todos disfrutan escuchar al padre chillar con su voz gangosa como desayuno.— Respondió Natalia mientras que anudaba sus zapatos.

—"Natalia siéntese como una dama, por favor. Mónica, cante con más fuerza el reino de Dios está muy alejado y el necesita oírla... Amelia, toque el piano, acaricie sus teclas y hágame dejar de pensar en niños vestidos con trajes de marinero..."—Mónica había hecho una perfecta interpretación de la cansada voz del sacerdote de aquella institución. Al escucharla las 3 chicas restantes, incluyendo a Carolina, rieron sin culpa.

Perdóname, Padre (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora