29: "San Jorge"

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—Vamos, Amelia, apúrate, ya sabes que aquí todos son jodidamente puntuales. —Mónica en sutiles, pero veloces movimientos ayudaba a su amiga a terminar de llenar su mochila con sus pertenencias.

—No te voy a mentir, te extrañaré.— Mencionó Amelia mientras formaba con su playera una bola e intentaba colarla en alguna rendija de su repleto bolso.

—Aprovecharemos de que no estás aquí para mover las camas seguramente. Pórtate mal... Disfruta tu libertad condicional.

El día pautado llegó ante ella con la inclemencia de una tempestad iracunda que sin previo aviso sacudía los más erguidos cimientos de su rutina. En una hora debería estar en la puerta principal del convento, acompañada por el hombre que en secreto amaba, listos para dirigirse juntos a su casa. Compartiendo el techo de la morada Von Brooke.

—¿Ami?— Natalia, quien sentada en el borde de su cama miraba atentas a las dos muchachas mientras preparaban el equipaje, se atrevió a hablar.

—¿Qué pasa, Nati?

La mayor del grupo respiró de manera profunda, buscando claridad en la oscuridad de sus parpados, se animó a hablar.—Estos días pasaste por cosas realmente horribles... Diviértete y cura tu alma, te lo mereces...

Amelia volteó a mirarla, su amiga la contemplaba con sus grandes ojos, aún protegida por el pequeño marco que resguardaba el colchón de su lecho. De manera natural le sonrió agradecida... Era la única joven que podía comprender un poco del dolor que cargaba consigo desde aquella fatídica noche.

Ella lo sentía, ese maldito tirón en el ombligo cuando Lucas arrancó su ropa interior aún hacía que su piel temblase. La sensación de vulnerabilidad no había abandonado sus huesos y los continuos recuerdos que atormentaban sus noches se acumulaban en formas de arañas, anidando en su almohada y mordiendo su mente. Infestándola con sus venenos, permitiéndole a la oscuridad ganar terreno.—Gracias.

María observó la calceta caída de Amelia y agachándose levemente la subió.—De verdad, pásala bien, lo mereces más que cualquiera.

Amelia al sentir el gesto de su amiga sonrió, nunca nadie se había tomado el atrevimiento de realmente preocuparse por ella. Ahora tenía un pequeño escuadrón de jóvenes realmente interesadas en su felicidad.—Les prometo conseguir todo lo de la lista, en un abrir y cerrar de ojos estaré de regreso.

—Descansa y diviértete de manera sana, lo mereces... De seguro el padre Tomás podrá ayudarte en estos días a calmar tu mente, Ami.— Carolina, intentando no caer en su propio misticismo, comenzó a especular diversas cadenas de oraciones para ayudar a su compañera a recuperar la serenidad que tanto clamaba su alma.

Amelia sonrió al imaginarse las diversas maneras en que aquel hombre podría calmarla. Pero el recuerdo de sus viejas amistades nocturnas aparecía con la furia de un huracán en su memoria. ¿Les avisaría a sus amigas de su vuelta? Aquellas compañías con olor a licor eran el antagónico perfecto del grupo que ahora se enfrentaba a ella. Mujeres liberales dispuestas a todo con tal de divertirse, anarquistas por naturaleza, ajenas a su herencia y traidoras de su propia sangre... Claro que las llamaría.—Eso intentaré, Caro...

La más pequeña del grupo sonrió con nostalgia al escuchar la afirmación de la menor Von Brooke, aun sintiéndose culpable por lo sucedido. En su mente adolescente la idea de que ella había sido la desencadenante de tantos funestos hechos vividos solo lograba atormentarla con saña.—Ahora apúrate, dentro de poco tendrás que marcharte.

Amelia cerró con descuido las hebillas de su mochila y corrió el cierre de su bolso, sus escasas pertenencias ya estaban resguardadas en la seguridad de las caras paredes de cuero de sus costosas talegas. Por un momento contempló el pequeño bolso de Natalia, aquel que colgaba de un clavo en la pared, con su piel sintética cuarteada por el tiempo, con su cremallera rota. Una brillante idea brotó de aquella vieja prenda. No volvería con las manos vacías, eso era un hecho.

Perdóname, Padre (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora