53: "Santo Tomás"

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Tres días después

—Me cuesta pensar que ha pasado tanto tiempo, no puedo imaginarme de nuevo sola en mi cuarto.—María doblaba su ropa, sentada en el borde de su propia cama. Sus compañeras en un acto similar cada una estiraba las telas que habían utilizado y con una precisión arquitectónica las introducían en sus mochilas.

—Eso es lo de menos, seremos tías. Creo que deberé aprender algo de bebés.— Replicó Amelia intentando por quinta vez hacer que el cierre de su mochila se cerrara.

—¡Eso es obvio, Von Brooke! No pienso criar a este niño sola.

Entre risas y con sus estómagos aún repletos por el abundante almuerzo que habían consumido, las alumnas de la habitación de San Sebastián preparaban su equipaje ya destinadas a finalizar su ciclo de verano. La noticia de que pronto aquel aquelarre tendría un nuevo pequeño integrante llenó de júbilo a cada una de ellas, los planes y los sueños embebidos en leches y colonias de dulces fragancias aparecían en sus cabezas.

—Lo que realmente me asusta es tener que volver a ver a mamá.—Carolina vaciaba su cajonera por completo. Enrollando sus cordones de zapatos de repuesto mientras que un necesario silencio se llevaba a cabo.

—Sabes... La perra de mi madre se marchó de la casona.

—Si, lo sé Ami. Ya te dije que lo lamento mucho.

—No, no lo lamentes, es lo mejor, pero me refería a que sí no quieres volver puedes quedarte en mi casa. Durmiendo en el armario que ella utilizaba para sus zapatos, claro está— Mientras hablaba, la tentación de su risa se escurría por medio de sus dientes. Aunque sus palabras fueran una burla, sus verdaderas intenciones estaban colmadas de bondad.

—Gracias... Ami.—Respondió Carolina sintiendo el aprecio de su amiga sobre sus hombros, era casi imposible de creer que personalidades tan diferentes se hubieran compenetrado. El final del destino de esas cinco jóvenes no terminaría allí, era un hecho.

—Ya te imagino, durmiendo en un armario. Carolina Potter.—María no lo aguantó, lanzando sus palabras al viento hizo que las carcajadas brotaran una vez más. El ambiente jocoso se colmaba de su alegría mientras que los últimos brotes de ese verano pronto a finalizar regalaban su aroma.

—Lo mismo va para ustedes... Sí alguna tiene un problema, no duden en buscarme. Mi casa es su casa, ya tienen mi número.—La costosa valija ya había sido rellenada. Amelia mientras exclamaba sus sinceras promesas delimitaba sus acciones con fulgores celestes, llena de esperanza supo que su vida había cambiado.

—Gracias, Ami.

Mónica, levemente sonrojada por el afecto vertido en aquel cuarto. Se sentó al lado de su amiga.—¿Qué harás con Tomás? No creo que le agrade vernos armando escandalo mientras que el reza.

—Tu sabes que jamás armaría líos cuando una persona está orando, Mónica.—Carolina terminando de ayudar a cerrar la mochila de su novia, negó.

—¡Yo sí! Sinceramente muero por ver al padrecito borracho.

—¡María!

—¿QUÉ?

—¡No hables así! Él es un hombre de bien.

—Si, claro... Si fuera un hombre de bien no se hubiera dejado seducir por la hija predilecta de Satán.—Sentándose al lado de sus compañeras, respondió Natalia, haciendo que nuevamente las risas adolescentes brotaran con la intensidad de un violín desafinado.

—Jaque.

Amelia pensó unos momentos para luego sonreír con libertad.—De seguro no nos veremos por unas semanas. Tendrá cosas que arreglar, no debe ser fácil salir de una mafia tan grande como es la iglesia. Hasta eso, iré eligiendo el color de las paredes.

Perdóname, Padre (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora