"Amarás a Dios por sobre todas las cosas"
La lluvia retumbaba con fuerza contra el elegante techo cromado rojo que surcaba la autopista sin obstáculo alguno. Cada gota, similar a una pequeña granada, anunciaba que esa inclemencia climática no pasaría fácilmente. Los tiernos rocíos de Diciembre ahora eran tempestades que sin razón alguna se esmeraban de alejar cualquier rayo de sol en la vida de aquella joven. En el auto en movimiento que con prisa recorría la carretera, tres personas sumergidas en el silencio se encontraban, una en particular miraba por la ventana mientras que con la punta de su dedo dibujaba formas asimétricas en el cristal empañado.
—¿Podrías dejar de hacer eso, Amelia?— La visiblemente molesta mujer volteó su rostro y, con sus ojos incriminantes, contempló a la pequeña joven quien no se ocupó en desviar su mirada de la serie de árboles que con gran velocidad pasaban por delante suyo.—Deberías comportarte como alguien de tu edad —Concluyó, haciendo eco en aquella jaula de aluminio con sus palabras.
—Victoria, deja de molestarme, seguramente estás impaciente a que me marche ¿Verdad? Tanto tiempo sin lamer un falo te debe estar dando abstinencia—Murmuró sin prisa, deteniendo su voz en cada desesperante sílaba que salía de su boca.
—¡AMELIA! ¡No le hables así a tu madre! Tú sola te ganaste esto, si hubieras tenido la decencia de comportarte en ese colegio de porquería puedo asegurarte que ahora mismo no estarías aquí, pero, claro, la señorita siempre tiene que hacer quedar mal a nuestra familia. Espero que éstos tres meses te sirvan para reflexionar y cambiar, mocosa.—Haciendo una necesaria pausa, el único hombre dentro de esa carrocería tomó el aire necesario para proseguir con su colérico discurso— Por cierto, me olvidé de decírtelo, es un internado de señoritas... Así que no te ilusiones demasiado a que encontrarás algún nuevo estúpido para jugar a ser su ramera—Juan apresurado hablaba con su voz temblante en una clara señal de nerviosismo mientras que su esposa se limitaba a mirar triunfante a su única hija, Amelia solamente siguió dibujando en el cristal algo similar a un corazón.
—Sí, papá. Lo que tú digas—El sarcasmo fue necesario, todos los presentes en ese coche entendieron que este verano sería distinto a los demás antes vividos por la familia Von Brooke.
Las palabras estaban de sobra, el viaje continuó con prisa, entre las colinas quienes relucían por su pasto verde, se asomaba una imponente edificación gótica. Su aguja era descomunal, mientras que en las pocas ventanas que se distinguían se dibujaban siluetas religiosas con rostros borrosos, atrapados en el vidrio multicolor. —Internado de señoritas El Buen Pastor...—Murmuró ajena a todo Amelia mientras que sus ojos azules contemplaban el gran templo, esa sería su residencia.
Tener 18 años y ser parte de una familia renombrada no era tan fácil como todo el mundo pensaba, las ausencias paternales y la falta de cuidado la habían sumergido en el abandono, encaminado su vida a solamente una cosa, divertirse.
El año escolar no había sido fácil. Las amistades falsas solo se acercaban a ella con un interés monetario y la parva de jóvenes sin cerebro que caminaban detrás de sus pasos en búsqueda de un poco de su piel, no eran un buen entorno que llamara a la conducta Intachable. La gota que había llenado el vaso fue aquella vez que la descubrieron en "Actitudes inmorales" con un jovencito en el baño de mujeres o como olvidar el incendio de la sala de profesores, sumado a su constante olor a cigarrillo... Este verano si que sería peculiar.
—¿Qué harás ahora sin un bobo detrás de ti, Amelia? Te recomiendo un curso de bordado, me encantaría ver cortinas con tu nombre— Victoria interrumpió los pensamientos de su hija mientras que una sonrisa maliciosa se dibujaba en su rostro casi amorfo, modificado por las continuas intervenciones estéticas a las que se había sometido.
—Tranquila madre, quizás me consiga una linda chica. Las clases de piano me han dado unos dedos muy hábiles.—Jaque mate.
El desconcierto se vislumbró en el porte de la mujer mientras que incrédula abría la boca.—Eres repugnante—fue lo único que se atrevió a murmurar mientras que miraba con desdén a su propia hija.
—Yo también te quiero, madre. Me harás falta— Mientras que hablaba, Amelia recostó su delicado rostro sobre su propia muñeca, brindándole un aire inocente que solamente sus padres conocían como una clara intención de burla.
—Llegamos—Juan detuvo el auto al estar enfrentando al gran portal de hierro que se erguía delante de ellos de manera amenazante, volteó con prisa y miró en silencio a su hija para luego animarse a hablar. —Amelia, esto lo hacemos por tu bien, extrañamos a esa dulce niña que alguna vez fuiste. Toma esto como unas vacaciones, puedes hacer amigas nuevas y quizás comprendas que la vida no es solamente meterse en problemas—Buscó impaciente confrontar sus eléctricos ojos con los de su primogénita en vano, ella no se molestó en mirarlo. —ahora ve, intenta comportarte ...—Teniendo un pequeño lapso de silencio de por medio, Juan recordó algo que lo obligó a golpear su frente en una clara señal de torpeza.— Lo olvidaba, dame tu celular.
—¿Eso a qué se debe? ¿Qué pasaría si tengo una urgencia? ¿Qué deberé hacer? ¿Rezar?—Saliendo de su silencio al escuchar aquellas palabras, Amelia refunfuñando entregó su dispositivo para luego apresurada agarrar su bolso de mano e intentar salir.
En la gran cerca metálica, una pequeña mujer con hábitos religiosos contemplaba el carro recientemente aparcado, esperando al descenso de la joven, ya anteriormente anunciado por vía telefónica gracias a sus padres. Su legajo había llegado a sus manos, sabía perfectamente que aquella oveja descarriada sería un reto sin precedentes.
—Oh... Mira, un pingüino—Mencionó Amelia bastante molesta al notar por el rabillo de su ojo a la monja quien con un rostro severo la esperaba.
—Ve Amelia, pórtate bien—Concluyó Victoria cargando sus palabras de un refinado sarcasmo color dorado.
—Espero que disfruten un verano sin mí, salúdame a tu amante, papá—Enfurecida, la joven agarró su bolso y descendió del vehículo con un gran portazo a su paso, el auto no tardó en arrancar y marcharse de la escena de una manera súbita.
Allí estaba ella, contemplando con una cara asqueada la gran edificación, se colocó sus lentes de sol sobre sus pálidas mejillas y cargando su equipaje sobre su hombro emprendió el camino. Cuando por fin tuvo el coraje suficiente para entrar por aquel portal la misma religiosa anteriormente vista se acercó a darle la bienvenida. —¿Señorita Von Brooke?—Cuestionó la devota con una gigantesca libreta en sus manos mientras intentaba alcanzar el paso de la joven.
—Amelia... prefiero Amelia—Respondió sin aminorar su ritmo, obligando a la monja a que agarrase su brazo para detener su marcha.
—Niña Amelia, bienvenida al internado de señoritas "El buen Pastor", aquí encontrará un lugar tranquilo donde reflexionar y replantearse su vida encaminándose a la luz y la oración. Soy Sor Silvia—Intentando grabar en su rostro una primera impresión dulce, la monja replicó. Amelia solo se quedó estática y deslizó sus refinados lentes de sus ojos tormentosos, dejando en claro que su porte hablaba más que cualquier carta de presentación.
—Hola, Silvi. Dime una cosa ¿Qué hacen aquí para divertirse?—Cuestionó la joven mientras que la anciana señora sonreía animada.
—Bueno, pequeña, hacemos muchas cosas, pero la principal es adorar a nuestro señor. Quien murió y resucitó para salvarnos a todos—Un gesto solemne se dibujó entre sus arrugas, dejando en claro que su vida entera había sido entregada a su Dios.
—Murió y resucitó para salvarnos... ¿Cuál de todos? ¿Nerón, William Wallace, Krishna, Attis de Frigia, Horus, Harry Potter o Goku?—Entre risas, ella volvió a colocarse sus gafas oscuras y, dejando relucir su perfecta dentadura, comenzó a caminar nuevamente sin esperar a la estupefacta mujer que había quedado helada con esa respuesta. Claro que éste verano sería interesante.
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Perdóname, Padre (BORRADOR)
Storie d'amore1° libro Amelia Von Brooke es la clase de persona que querrías tener de amiga, pero jamás presentársela a tus padres. Vulgar, mal hablada y hasta promiscua, sus progenitores intentarán modificar su conducta enviándola al internado de señoritas "El b...