45: "Descolorida"

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Tres días habían pasado desde el inicio de las operaciones de mantenimiento y reforma del internado. Pronto una docena de obreros se dispusieron a realizar su labor con la mirada al piso, ninguno se atrevía a deleitar con sus ojos a alguna joven doncella que habitara por esos muros. Ramiro Parisi, siendo ejemplar en su accionar, supervisaba cada detalle con la precisión de un águila. Pronto el polvillo añejo del hormigón caído llenaba el ambiente.

Las papeletas técnicas atestaban sus deberes en conjunto con las obligaciones institucionales que debía cumplir. Para su desgracia, entre la infinidad de virtudes que quería ejercer, el arte de amarla no estaba en su lista. Se conformaba mirándola desde la soledad de una ventana o regalándole el tímido eco de su sonrisa.

—¿Padre Tomás?

—Aquí, Magdalena.

La biblioteca era sin duda alguna su lugar preferido luego de la iglesia, el silencio del papel acompañado por los rumores de tintas azuladas lograba, de alguna manera, calmar el desorden de sus pasiones. No podía estar en la misma habitación donde dormía su fantasma, invitándolo a perderse de manera continua en el alba de su piel, no, claro que no. No sin ella...

La religiosa caminó hacia él y le extendió un sobre blanquecino a sus manos, para luego observarlo con benevolencia.—¿Usted necesita algo?

—No, muchas gracias hermana.

—¿Seguro? No le vendría mal un poco más de té... Se está presionando mucho, eso no es bueno para su cuerpo ni para su espíritu.

—De verdad, hermana, muchas gracias, por el momento solo quiero terminar.

—Entonces cuando concluya, por favor, tome un merecido descanso... Le diré a la niña Von Brooke que hoy no podrá darle clases.

Sonrió ante tal hipocresía, su verdadero deleite residía en la simple pronunciación de su nombre trayendo en cada silaba el despliegue del paraíso consigo. Nada podría privarlo de su instante personal sobre el nirvana de su cuerpo, apresurado negó con la cabeza.—Por supuesto que no, Amelia debe estar instruida en todo lo necesario, es una prioridad.

—Si padre, por supuesto.

—Puede retirarse, hermana.

—Muchas gracias.

La religiosa salió del recinto tapiado en libros, dejando a su paso a un único ser en su interior. Sacudió el sudor de su frente y continuó con su tarea, castigando continuamente una calculadora con sus dedos y marcando de manera frenética el blanco papel. Recordó la correspondencia que la hermana le había acercado hasta sus dominios, pensando que seguramente era una nueva instrucción técnica u otra abultada factura lo miró escasos momentos.

Sobre el margen de la carta un claro escudo se dibujaba, el símbolo del obispado estaba grabado sobre sí, con algo de miedo agarró la punta de su bolígrafo y abrió la virginidad del claro papel.

Tomás Valencia

Internado El buen pastor.

Querido Tomás, veo con gran afecto que has logrado cumplir todas mis expectativas de manera magnánima, dejando en claro nuevamente el excelente trabajo que desempeñas. Con mucho orgullo te entrego el saldo mensual de la manutención de la iglesia y un extra por tus grandes labores. Quiero que con esto veas el infinito afecto que te tengo y la gran estima que he depositado en ti. De más está decirte que jamás aceptaría una renuncia de tu parte, espero que aún pienses en lo que te comenté.

Esto es solo una pequeña muestra de lo que puede darte el obispado, úsalo como más te guste, seguramente "tu ángel" apreciará un presente de tu parte.

Perdóname, Padre (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora