Tranquila, Amelia... Ella te escuchará.
Los pasillos se alargaban y su mirada se perdía entre los visibles ladrillos que relucían en algunos huecos de sus paredes. La buscaba con desesperación, una palabra de su parte entregada a alguien no dispuesto a comprenderla podría ser su ruina.
Atravesó con velocidad cada una de las aulas, en ningún salón la silueta de su compañera aparecía. Supo que su destino debía ser la habitación que el aquelarre compartía. Apresurada, no comprendiendo como su frágil cuerpo avanzaba de forma mecánica, llegó a su cuarto. Respiro hondo queriendo absorber su última dosis de serenidad del ambiente para luego girar el picaporte. Dos jóvenes se encontraban en su interior, una peinaba a la otra mientras que ambas voltearon al ver a su amiga recién llegada.
—¿Y Nati?—Amelia notando la soledad de Carolina y Mónica sintió un poco de desesperación trepar por sus piernas y penetrar sus nervios.
—Te andaba buscando, dice que dejes de tocar su secador.—Carolina, serena como siempre, habló sin cuidado. Era bastante evidente que ella no sabía nada de lo sucedido entre los muros de la iglesia.
—Se fue a bañar con María, acabamos todas extremadamente sucias luego de una pequeña guerra de tierra.—Respondió Moni, intuyendo que algo no sucedía de la manera correcta.
—Gracias...—Nuevamente sintiendo la pólvora arder en sus pies, cerró la puerta detrás de sí.
Corrió hasta el ala norte, buscando entre los viejos portales la visión clara de los mosaicos blancuzcos del baño, su cabeza dolía y el ritmo de su corazón atolondrado golpeaba con coraje cada una de sus venas. Cuando por fin observó a dos niñas del primer curso salir con toallas en su mano supo que había llegado a su destino.
Las alumnas más jóvenes peinaban su cabello contra el sucio espejo mientras que otras infantas reían golpeándose entre ellas, dándose repetidos coscarrones y susurrando con timidez insultos recién aprendidos. Natalia estaba en un rincón hablando con María, ambas se quedaron heladas al observar a la menor Von Brooke con su rostro desencajado.
—Todas a fuera...—Aquella orden salió clara de su boca.
No entendió como fue que todas las niñas la obedecieron, quizás algunas intuían por su rostro que algo malo sucedía o el respeto que Amelia fundaba con su apellido afectaba quizás también a las más pequeñas. Cuando todas las menores salieron supo que era hora de hablar, no sabía cómo empezar aquella charla, así que solo caminó hasta donde sus amigas se encontraban.
Cerró los ojos en frente de ambas y un débil susurro salió de su boca.—¿Le contaste?
—¿Qué esperabas que hiciera? Sigo traumada por lo que vi...
María, había perdido ese humor casi ácido que siempre poseía, con cuidado tocó el hombro de su amiga e intentando sonar lo más sincera posible, cuestionó—¿A qué juegas, Amelia?
—A nada... Juro que quería decírselos, pero no sabía cómo...
—¡Eres una idiota! ¿Cómo pudiste jurar qué estabas enamorada de alguien si te andas revolcando con el cura? ¡Tan santo que parecía! ¡Tú diciendo, con todo el cinismo, que habías encontrado a tu otra mitad! Amelia... Quiero golpearte, te adoro... Pero quiero golpearte, no quiero imaginarme a el pobre tipo que debe haber ahorrado meses para comprarte ese tonto collar que tienes.—Natalia mascullaba su propia rabia, no podía culparla, sin duda alguna era la hermana responsable que nunca jamás había tenido.
Amelia, sin importarle que el suelo estuviera mojado, se sentó en él. Llevando sus manos a la cabeza y ocultando sus pensamientos entre los dedos.—Nunca les mentí, ni tampoco lastimé a nadie... Mi Tomás es el mismo Tomás que ustedes conocen...
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Perdóname, Padre (BORRADOR)
Romance1° libro Amelia Von Brooke es la clase de persona que querrías tener de amiga, pero jamás presentársela a tus padres. Vulgar, mal hablada y hasta promiscua, sus progenitores intentarán modificar su conducta enviándola al internado de señoritas "El b...