52: "Miedo"

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—Tranquila, todo saldrá bien... Creo que es el momento indicado.—Natalia había susurrado con prisa a su oído. Mientras la gente desvanecía su atención de ellas debido al espectáculo montado delante suyo.

Amelia había sido arrebatada de los brazos de Facundo por su padre, ambos bailaban con ligereza, haciendo que los lazos sanguíneos sean un factor palpable. Similares estéticamente e iguales entre los matices de su carácter, ella hacía ligeramente tambalear en el aire su falda mientras que sujetaba la mano de su progenitor, dándole el tiempo necesario a sus amigas para realizar el esquema ya planeado. Lo hacía a propósito, de eso no había duda, reía de manera histriónica mientras que posaba en sintéticas sonrisas ante el último fotógrafo.

María había preparado su propia mochila con todo lo que podría precisar. Se encontraba escondida debajo de una de las mesas con largos manteles, sus manos temblaban y el sudor empezaba. Cada gota cristalina que traspasaba su frente dejaba una estela helada a su paso. Agarró su equipaje y siendo cómplice de la mirada de dos chicas, disimuladamente se dirigió a su cuarto.

Los antiguos ventanales del internado hoy parecían más lúgubres de lo de costumbre. Congelados destellos azulinos empezaban a notarse, la noche pronto caería encima de ella. El fulgor tamizado solo era el claro aviso de que debía darse prisa.

Los pasos se convirtieron en trotes y estos en una súbita corrida. De seguro ya la estaban esperando, cuando observó el fresco de San Sebastián mirarla, la culpa comenzó a brotar. Abriendo la puerta en una ligera ráfaga comenzó a quitarse la camisa reglamentaria. Revelando debajo de ella una vieja playera azul, las lágrimas empezaban como una tormenta en perfecta sincronía con la tempestad mental que ahora poseía.

Pronto la falda de tablas cayó en el piso y permaneció allí mientras que un suelto pantalón de algodón aparecía. No había tiempo para seguir lamentándose, seguramente Facundo la esperaba.

Cerró la puerta con la mochila en su hombro y sus ojos rojos ya vaciados. Ese primer paso que había dado en el portal era el inicio del final de su calvario.

Caminó disimulando delante de las jóvenes que se encontraba a su paso, devolviendo los saludos y como siempre, pasando desapercibida. La respiración se le agitó cuando vio como una monja la observaba, la religiosa solo se limitó a sonreírle y seguir su trayecto. Nunca alguien pensaría que una alumna de perfil bajo como ella lograría formar y ejecutar tan profano plan.

La puerta principal de entrada estaba entreabierta, mostrando por una pequeña porción de espacio el verde césped del recibidor. Tragó su propia saliva solo para empezar a sentir el primer temblor de aquella velada, el vértigo aparecía y las nauseas se avecinaban. Con la mirada baja emprendió su recorrido, atravesó el portal y el antes sutil aroma de las flores del jardín ahora parecía el recuerdo de una vieja corona fúnebre.

Algunos autos estaban estacionados, entre ellos buscó el que la conduciría. Pronto un convertible rojo encendió las luces realizando un ligero parpadeo. Intentando no correr a su encuentro se apresuró para llegar a su lado, dentro de él, el joven rubio que antes había bailado escasos segundos con su amiga se encontraba.

Él, sin soltar el volante, corrió de manera automática el seguro de la puerta, el click escuchado retumbó en su cabeza como una granada. Agarró la manecilla que la conectaría con el interior del vehículo y la empujo, para luego subirse en él.

—Mónica. ¿Verdad?—Facundo la miró algo preocupado por su aspecto, no tardó en sacar una pequeña botella con una sustancia transparente en su interior y pasarla a manos de su acompañante.—Toma un poco de agua, te ves muy pálida...

—Gracias...

—¿Lista?

Mónica solo movió la cabeza afirmando, intentando encontrar la paz que le faltaba bajó la mirada a el oscuro suelo revestido en hule. El auto había rugido de manera inclemente cuando el motor se encendió y las ruedas de manera paulatina comenzaron a girar.

Perdóname, Padre (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora