N/A: Los hechos narrados a continuación son realizados en una línea temporal anterior a los del capítulo pasado.
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—Vamos, chicas, todas de pie, ya nos queda poco.—Carolina, aún con su mirada roja, intentaba despertar a cada una de sus compañeras.
Entre suspiros y una larga cátedra de insultos respecto a el magnánimo odio que producía la letal rutina del alba, una a una de las presentes en la habitación de San Sebastián comenzó su día. El calor estaba disminuyendo, mostrando un claro aviso de que la temporada fluvial pronto continuaría. Las olas grises que se dibujaban en el firmamento en calidad de esponjosas nubes, listas para derramar sus lágrimas de vida, pronto comenzarían su llanto.
Natalia acomodaba su cabello mientras que María lustraba sus zapatos con ayuda de un ya renegrido trapo. Mónica miraba pensativa la pared ocultando su desgracia, Amelia la contemplaba, intentando compartir su dolor, escuchando de manera clara los gritos que despedía su alma.
—¿Cómo durmieron?
—Bien, querida Carolina, por suerte tuve la visita de un incubus en mis sueños que clamaba por sexo.—María reía mientras que una fingida carcajada salía de la boca de Amelia.
—Yo bien, amor.
—¿Tú, Amelia?
La menor Von Brooke intentó falsear en su rostro una sintética mueca de alegría, la energía que Mónica despedía se contagiaba y lograba nublar su mirada con los tímidos destellos de su tristeza, la cual irradiaba con fuerza por todo el dormitorio.
—Bien... Por suerte bien, ya no me cuesta tanto levantarme como antes.
—¿Moni?
La morena del grupo oscureció cada pensamiento positivo de Amelia con una mirada bastante sombría, solo para resoplar y hablar.—Bien, gracias por preguntar...
La mañana continuó con normalidad, los uniformes ya se lucían en su cuerpo en formas de estandartes institucionales. María intentaba serenar el cabello de la heredera con un fuerte moño que atrapara sus rizos mientras que Natalia batallaba una pequeña guerra con una arruga en su camisa.
—Iré al baño. ¿Alguna quiere venir también?
Cuando Carolina habló supo que el momento era el adecuado, apretando la cintura de María y pegando una leve patada en los pies de Natalia, Amelia les informó de manera silenciosa que algo deberían hablar en confidencia. Mónica las miró, lanzando un fuerte suspiro a los aires, intentando nuevamente adentrarse en el infierno que desde hace tres días vivía.
—No Caro, ve tranquila.
—Yo luego te busco, amor, quiero estar presentable.
La menor del grupo solo sonrió para agarrar el picaporte y abrir el único portal de acceso de la habitación. Alejándose a paso lento de sus compañeras, comprendiendo que ellas quizás no compartían su mismo animo matutino.
Cuando la hermeticidad fue un hecho ambas se sentaron alrededor de Amelia, enfrentado a Mónica, la cual abrazaba sus rodillas.
—¿Qué sucede?
Amelia miró a la pobre alma marchita... Ella no lo diría. Juntó el aire necesario y cerró los ojos, por más que quisiera no podía comprender que tan amplio era su pesar.—Lo diré una vez, Carolina no puede enterarse de esto. Moni está embarazada... Hoy vendrá una amiga mía que tiene experiencia en ello para ayudarnos a terminar con el asunto...
El silencio reinó unos momentos para luego ser acabado con un fuerte golpe en la pared por parte de Natalia, la cual maldijo en silencio al malnacido que había ocasionado dicha desgracia.—¿Qué acaso no te enseñaron a cuidarte a ti? Hasta yo que detesto los penes sé que cuando te pica una verga te deja una ampolla con huesos.
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Perdóname, Padre (BORRADOR)
Romance1° libro Amelia Von Brooke es la clase de persona que querrías tener de amiga, pero jamás presentársela a tus padres. Vulgar, mal hablada y hasta promiscua, sus progenitores intentarán modificar su conducta enviándola al internado de señoritas "El b...