—Buenos días— Exclamó Carolina prendiendo las luces del cuarto, esperando que poco a poco cada una de sus compañeras despertara de su letargo.
Natalia apresurada dio un salto de su cama, para luego estirar las sábanas de su lecho, Mónica frotaba sus ojos aún recostada. Por otra parte, María intentaba mantener el equilibrio al querer ponerse de pie con sus músculos aún dormidos.
—¿Y Amelia?
Natalia volteó para ver la cama vacía donde se suponía que debía estar su compañera ausente.—Seguramente se despertó primero, debe estar en el baño o algo.
—En ese caso la esperaremos, detesto cuando estamos incompletas.—Concluyó María.
... ... ...
Amelia Von Brooke, en un acto individualista, una hora atrás se había despertado de manera súbita, presa del estupor de un violento sueño que perturbaba su cabeza. En aquella vivencia onírica recordaba dos grandes manos que apresaban sus pechos y los estrujaban haciendo que el placer se mezclase con el dolor de una manera majestuosa. Aquella fantasía solo ocasionó que quiera ir corriendo a pegarse un helado baño, las hormonas nuevamente jugaban con su cuerpo.
Aún con el convento desolado, acariciaba con sus pies cada mosaico que la separara de su habitación, deseando cruzarse con el hombre de sus fantasías y volver su sueño realidad. El silencio de una noche pronto a acabar solo hacía que sus pensamientos gritaran de manera muda en su cabeza.
Tomás, Tomás, Tomás... Si tienes la mala suerte de cruzarme prometo que haré que te duela el cuerpo una semana.
Lamentablemente, sus oraciones no fueron respondidas, llegó a la puerta azulina que la separaba del baño comunitario en completa soledad. Abrió el portal solo para sonreír satisfecha al saber que en el interior de aquel cuarto nadie se encontraba, giró el pestillo logrando apoderarse del lugar solo para su uso y despojándose de su ropa de cama se adentró a la primera ducha que llamó su atención.
Dejó que el agua fría empapara su cuerpo imaginando que aquel líquido cristalino se convertía en vapor al tocar su piel, sentía que la misma ardía con fuerza, presa de incontables necesidades carnales. Deseando ser mordida y acariciada por la única persona por la cual sentía un antojo en ese momento.
Lavó su cabello con especial cuidado, intentando que la fragancia del acondicionador quedara impregnada en cada una de sus hebras. Continuó tallando con energía sus brazos, descendiendo luego por su vientre para finalizar en sus tobillos. Su alma se estaba serenando debido a los escalofríos que sentía, pero su cuerpo... Él aún clamaba la atención de su dueño, necesitando aquellos tactos gentiles que solo sus manos temblorosas le podían dar.
La piel de sus dedos empezó a arrugarse, indicio claro que debería salir del agua. Estiró la mano al perchero donde infinidades de toallas se encontraban colgadas y agarró una para luego envolver su torso.
Se miró al espejo por milésimas de segundos, observando como avanzaba con prisa la cicatrización de su labio de manera avasallante. Curiosa, abrió la toalla y empezó a examinar su cuerpo desnudo, allí varios moretones se mostraban estáticos. Recuerdos tangibles de la violencia de Lucas y de sus deseos ocultos que tenían como único destinatario a ella, pequeñas marcas violáceas que hablaban por sí mismas, susurrando en cada centímetro magullado la oscuridad del alma de ese hombre.
Empezó a secarse sin apuros, para luego de la mochila que anteriormente cargaba, sacar su uniforme ya limpio. Cubriéndose, adormeciendo sus curvas gracias a la holgada tela.
Por causas del destino a su mente vino una inocente idea, comenzó a peinar su cabello y, con ayuda de dos ligas, tejió en su melena dos trenzas. Posteriormente se colocó el rosario que le había regalado Tomás, aquello ayudaba a tenerlo presente, ya estaba lista para comenzar su día.
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Perdóname, Padre (BORRADOR)
Romans1° libro Amelia Von Brooke es la clase de persona que querrías tener de amiga, pero jamás presentársela a tus padres. Vulgar, mal hablada y hasta promiscua, sus progenitores intentarán modificar su conducta enviándola al internado de señoritas "El b...