Descendientes - El día en que todo cambio

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— HABÍA UNA VEZ XXXIX—








Cuando era pequeña, mis salidas eran condicionales, cada momento era contado, la mayoría del tiempo pasaba dentro de un cajón frío y oscuro, a lo cual me había acostumbrado, me había acostumbrado a las salidas a escondidas de Ryan, las travesuras que le solía hacer a las personas y las miradas de odio de los amigos de Mal, quien siempre me retaba a hacer algo y terminaba explotando....

Pero ese día... Ese día en que todo cambio en que pase de ser condicional a ser permanentemente dentro de ese tonto cajón frío.

Las calles en La Isla, seguían igual de mugrientas y sucias, los niños corrían de un lado a otro emitiendo un sonido igual de desagradable que ellos, por otro lado, las viejas que se las pasaban vendiendo ahora, lucían algo sucias y asquerosas, le daba tan bien esta Isla que parecían ser parte de ella, con esos harapos y suéteres vueltos mierda.

— ¡Ahí estás! —

La voz emocionada del hijo de la Reina de Corazones , por un momento me hizo sobresaltar para luego respirar hondo y mirarlo con fastidio.

— odio que grites... —

Musité con desagrado hizo un ademán y se acercó a tal punto de poder sentir su apreciable aliento a menta, por un momento pensé en qué momento había llegado a esto, a escondidas de mi madre con este estupido, a escondidas de cualquier persona cercana, pero, lo cierto era que de alguna manera me causaba placer.

— Vamos a un lugar, te quiero demostrar algo —

Nunca estaba del todo a salvo, pero, aún así acepté, con el ceño levemente fruncido camine con él y no éramos como las parejas de Auradon las que siempre estaban tomados de la mano, sonriéndole el uno al otro, más bien éramos, extrañamente distanciados, pero, aún así teníamos algo.

Finalmente tomamos un atajo por una de las cloacas de la Isla, aguante la respiración en este lugar hasta por fin ver al menos el color gris del cielo, cuando por fin pude respirar sentí cómo de pronto mis fosas nasales, eran invadidas por el olor repugnante del pescado, hice una mueca y arrugue mi nariz frente a tal pestilencia.

Pero... Por un momento sentí como el mar de alguna manera me llamaba la atención, las mareas eran altas lo cual me enfadaba, aunque no sabía exactamente el por qué.

— ¿Y? —

Inquirió con una ceja alzada, ambas manos estiradas a cada lado de él.

— ¿Y? —

Imite de igual manera, bufé con fastidio y empecé a caminar en el tablón que yacía en el suelo, imitando miserablemente a un verdadero puente.

— Meido...  —por un momento sentí como temblaba el tablón detrás mío indicándo ferozmente que Ryan me estaba siguiendo— Este ahora es mi trabajo, logre unirme a la pandilla de Uma, una de las más temibles —

Finalmente con un salto logre llegar al suelo y divisar con más detenimiento el inservible y asqueroso lugar con olor a pescado de Uma, me giré de manera desinteresada hacia Ryan.

— ¿tan necesitado estás de poder, que tienes que unirte a un tonto clan? —

Cuestione de manera burlona, cruzando mis brazos desafiante frente a sus ojos, con una ceja levantada, expectante a su respuesta.

— No lo entiendes, es uno de los clanes más fuertes, por fin podré ser uno de los más temidos —

Fruncí levemente mi ceño... Ser uno de los más temidos, ¿que ganaba con ello? Cuando podía ser el único más temido, rodeé los ojos y tiré un bufido al cielo.

Descendientes: Unidas Otra Vez  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora