Descendientes - Pequeñas sensaciones

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— HABÍA UNA VEZ XLVI—




Finalmente logré sacar el cetro para poder estar con el hada madrina, cara a cara.

— te acostumbraras con el tiempo —musitó cerca mío.

— ese es el problema... No creo poder hacerlo —musité casi nerviosa.

El caso de tener a el hada madrina frente a mí era demasiado, debía mantener un buen comportamiento.

Negó con la cabeza y sonrío complacida— créeme sé que podrás... Me recuerdas a cierta hada que tuvo sus momentos de indecisión —

— ¿mi madre? —dude.

— no... —entonces sin querer iniciamos una caminata y con una sonrisa de lado me miró de reojo— a mi —

Pare en seco y fruncí mi ceño— pero usted es tan correcta... —dije casi sin poder creerlo.

— lo sé... —inquirió— pero, en mis tiempos de juventud quería gozar de la vida — y parecía casi increíble que el Hada Madrina estuviera diciendo aquello.

— pero, además de ello tengo que mantener este enorme cetro, parezco una vieja hada —comente bufando, por un momento paré en seco y miré de reojo al hada madrina— es decir... —

— tranquila, me gustan las personas sinceras —asentí un tanto dudosa— ahora en cuanto a tu tema del cetro de "vieja" sugiero que mires el cuaderno de tu madre, ahí hallarás todo lo que necesitas saber —musitó con cierta intriga.

— pero... Está prohibido, además no quiero involucrarme con hechizos malos, no por ahora —

— bien, pues, entonces creo que te servirá lo de... " ligero y preciso, no busco improviso" y solo piensa en lo que quieras que se convierta —asentí ante su dato.

— ¡Mamá! —nuevamente la persona con la que me encontraba se me era arrebatada, Jane llamaba a su madre con una sonrisa y con su mano.

— querida, debo irme, pero inténtalo —asentí y me despedí del hada madrina, prometiendo que lo intentaría, pero que antes debía hacer algo.

Una vez más pise el lujoso castillo de los sueños hechos realidad, suspire pesadamente mientras admiraba lo que había —aunque no era mucho—

Mis pasos resonaron gracias a estos tacones blancos, que parecían casi que fuera a volar, divisando a lo lejos la libreta de Mal, la libreta de su sala ideal, suspire pesadamente y mire de reojo mi varita, estaba algo lejos... Podría... Tal vez.

Y no le di muchas vueltas era simple y sencillo.

Te ordeno de mano libreta a mi mano

Y por arte de magia, por qué así fue, la libreta se sacudió en el aire y se zarandeó hasta llegar a mis pies, de manera brusca.

Me tome la delicadeza de bajar y buscar la libreta, bufando y frunciendo levemente mi ceño.

Las telas volaban una por una, aparecían dobles y se ponían en su lugar, las decoraciones en cada pilar, eran magníficas, eso sin pensar las hileras de luces que se formaban, la idea de Mal prácticamente era un estilo bosque, de pronto los musgos parecían tan reales en los pilares, que le daba la impresión de que estaba en un lugar que seguro estaba olvidando... A medida que iba viendo las ideas de Mal y ponía las cosas, me daba cuenta de algo, aunque no lo recordaba.

La alfombra azul pura que guiaba hasta el altar estaba siendo iluminada por las luces especialmente para guiar a la novia, la ceremonia se realizaría a puertas cerradas, por lo que imaginaba que Mal deseaba no sentirse muy... Bombardeada por periodistas, flashes y de más.

El altar iba decorado ligeramente con flores violetas en hileras, enmarcado con un arco lleno de ella y de hojas verdes y fructíferas.

Oí el chirrido de la puerta abrirse, pude sentir pasos, pero, aún así no le tome importancia, debía acabar esto cuanto antes, aún Evie requería mi presencia.

— Vaya... Está quedando de maravilla... —él ocasionó un escalofrío que recorrió toda mi espalda y me provocó un rápido dolor de cabeza.

— Ryan... —musité con odio, girando finalmente hacia él.

— oye... Tienes el don —comentó de manera nerviosa, podía sentirlo, su manía eran siempre las mismas, se rascaba la nuca cuando lucía nervioso, desviaba la mirada para no terminar diciendo la verdad, y fruncía sus labios para cerrar y asegurarse de no hablar.

— ¿qué quieres? —musité volviendo a lo mío.

Faltaban las luces en el techo, iluminadas en forma de estrellas relucientes, faltaba solo el arco principal y la foto de Mal y Ben.

Con precaución uní los pilares con simples guirnaldas de hojas verdes.

Nuevamente la puerta fue a chirriar.

— ¿qué sucede ahora? —mis ojos volvieron a parar en esos tormentosos, por un momento olvidé lo que estaba haciendo y me di cuenta de lo que hacía ahora, fruncí mis labios y me obligue a desviar la mirada— ¿que quieres? —

— Ryan ha dicho que tal vez necesitarías ayuda —entonces me di cuenta que en el acto en que habían abierto la puerta Ryan había salido y había anunciado tal cosa.

— no, no es cierto —respondí de forma evasiva.

— aún así creo que podría ayudar... —sus pasos resonaron tan cerca que por un momento me sentí algo fuera de tiempo y sin previo aviso, tome mi cetro y lo apunte con el.

— aléjate... —advertí.

— busque en el museo la historia sobre este, articulo en especial —parecía que se había acostumbrado a mi presencia provocadora y alentadora.

— no sé de qué hablas—

— no debes dejar que se meta a tu mente, no debes dejar que el mal te invada, tienes que tener fuerza de voluntad —sonreí de lado y negué con la cabeza.

— por un momento pensé que dirías algo como... Polvo de hada y creer o cosas así —comente.

Y ahí me di cuenta que había bajado la guardia, descubrí que Tristan no era del todo malo, descubrí que tal vez me gustaba su presencia, pero no me había acostumbrado a ella, aunque no sabía exactamente si sentir el corazón aprisionado y mi cabeza en una sola disputa, mis pies que parecían flotar y mi corazón en una eterna revolución era normal.

Tomó cartas en el asunto y miró la libreta postrada sobre la mesa, hasta ahora me había dado cuenta que lucía tan bien, con solo una camisa negra y su usual pantalón blanco, con su cabello ligeramente despeinado y sus mangas largas recogidas hasta sus bíceps, su cabello caía sobre su frente con delicadeza y sus corbata roja se hallaba un poco deshecha, su mirada estaba algo impregnada en el cuaderno y sus manos a los lados de la libreta —son las ideas para la boda —asentí en compensación.

Estaba totalmente metida en su forma de estar que no me di cuenta que caminaba hacia mi.

— ¿no te recuerda a algún lugar? —por primera vez en Auradon trague fuerte y parpadee unas cuantas veces, al sentir su cercanía, aunque solo fueran tres pasos entre nosotros.

Mire nuevamente todo el lugar hasta el altar... Y entonces comprendí.

— El lago Encantado —sentí como mis comisuras se ensanchaba quería ver la expresión de Tristan, girando drásticamente, pero pare en seco cuando me di cuenta que lo tenía a solo... Milímetros.

— correcto, chica mala —sonrío de lado con tanta serenidad, sintiéndome extrañamente aprisionada por esa sonrisa de lado.

Descendientes: Unidas Otra Vez  [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora