Julia y Carmen querían saberlo todo, pero Carmen quería saberlo desde el principio hasta el final, que Marta no ahorrara detalles, que les dijera dónde le había puesto la mano Héctor, y que si la había besado, y en el caso de que lo hubiera hecho, cuánto había durado el contacto, y si había habido lengua o no, si tenía halitosis o caries, cualquier cosa que recordara, por nimia que le pareciera.
- ¡Yo que sé! - Marta no sabía si reírse o enfadarse - No soy su dentista, ¿sabes?
- Es decir, que sí hubo morreo.
- Bueno, sólo un poco.
Julia y Carmen se dirigieron una mirada cómplice y se rieron por lo bajo. Las tres iban en pijama, y estaban sentadas en la cama, en la cama de Marta, comiendo pipas.
- Explícame eso, guapa, ¿cómo se puede morrear a alguien sólo un poco? - preguntó Julia.
- Uno puede hasta sufrir un pequeño infarto de miocardio, - gritó Carmen - ¡pero morrear sólo un poco...! Es la primera vez que lo oigo, ¡palabra! Vamos a ver, Marta, ¿tú estabas allí? corpóreamente, quiero decir.
Marta al final se enfadó y las mandó a hacer puñetas. En realidad no sabía muy bien lo que había pasado. Fue cuando él le había dicho aquello del cementerio de Highgate. Héctor le había acariciado el pelo, y ella se había dejado hacer, y habían juntado los labios, sí, pero apenas un segundo, casi un roce imperceptible. Para ella no había sifgnificado nada, no tenía ganas de que significara nada, y sin embargo no podía olvidarlo; ¡había sido tan imprevisto, tan diferente y tan parecido al mismo tiempo con Marcelo!
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El infierno de Marta (Pasqual Alapont)
Teen FictionCuando aceptó salir con aquel chico, Marta no sabía que ponía un pie en el infierno, y que a partir de entonces sería tan doloroso penetrar en él como tratar de escapar de allí.