Al día siguiente, alguien hizo sonar el timbre. Pero quien fuera había desaparecido al abrir. Había un ramo de flores en el rellano, rosas blancas, y un sobre dirigido a Marta. En el interior, un poema sin firma: «Olvidaré la tumba, para florecer,/ y extenderé mis flores suaves./ Seré como la anémona por ti, si me quieres coger:/ tu flor para siempre.».
Mientas desayunaban, bromeando, las chicas especularon sobre quién sería el autor. Al poco sonó el teléfono y lo cogió Carmen; unos segundos después, sonrió y tapó el auricular.
- Es la anémona, Marta, pregunta por ti, ¿qué le digo, quieres cogerlo o no?
Marta, entre risas de las amigas, se abalanzó sobre el aparato; era Héctor, quería saber si había recibido las flores.
- ¿Por qué las has enviado?
Se extrañó del tono de su voz, que había sonado demasiado áspero, inoportuno, como una respuesta a la alcahuetería de Carmen.
- ¿No te gustan?
Quiso rectificar:
- No es eso, es que...
- ¿Has leído el poema?
Marta se dio cuenta de que las compañeras estaban pendientes de la conversación, que no paraban de hacer muecas de comadreo, y se refugió en un rincón del sofá.
- Sí, lo he leído.
- No he dejado de pensar en ti. Estoy aquí al lado, ¿quieres que suba ahora?
Por un momento, Marta se sintió aturdida, la voz de él había sonado perentoria.
- Mira, Héctor, sobre lo de la otra noche... no estoy atravesando una buena época, ¿sabes?, no soy una buena compañía, creo que no tengo ganas de salir de momento.
Carmen, burlona, puso los ojos en blanco, como queriendo decir «mira qué aires de Margarita Gautier se gasta ésta».
- ¿Tan poco he significado en tu vida? - el tono de Héctor era ambiguo, lo mismo podía ser serio que de broma.
- ¿Qué? Oh, no, no tiene nada que ver contigo; - Marta no quería ser descortés, no sabía ser descortés - soy yo, que estoy un poco descentrada, hace poco que he cortado con mi novio y... supongo que estaba...
No sabía qué decir. En realidad no sabía por qué tenía que dar tantas explicaciones. Pero ella era así.
- ¿Sabes de quién es el poema? - la interrumpió Héctor - No te ha gustado, ¿verdad?
- ¡No, al contrario! Es muy bonito. ¿De quién es? - preguntó por hacer una concesión.
- Emily Dickinson.
- Ah.
Sobrevino un silencio incómodo que Marta no sabía cómo llenar; Julia y Carmen se morían de risa a su lado. Casi se alegró cuando por fin él habló.
- Me gustaría quedar otro día.
- De verdad, Héctor..., no quisiera que me malinterpretaras, lo de la otra noche, no significó... - se mordió los labios, no quería decir eso, tampoco sabía lo que había significado realmente para ella. Quizá todo había ido demasiado rápido para significar nada, eso era todo.
Héctor interrumpió sus pensamientos:
- Con Braulio y tus amigas, claro, ir al cine y eso. Nada de pareja, a mí no me gustan tampoco esos rollos. De hecho yo también estoy intentando olvidar una mala historia, te entiendo muy bien, pienso como tú sobre eso. Es sólo que... no dejo de darle vueltas..., nos lo pasamos tan bien...; me gustaría que fuéramos amigos, sólo amigos.
Antes de responder, Marta dejó pasar un momento:
- Sí, claro, sólo amigos.
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El infierno de Marta (Pasqual Alapont)
Fiksi RemajaCuando aceptó salir con aquel chico, Marta no sabía que ponía un pie en el infierno, y que a partir de entonces sería tan doloroso penetrar en él como tratar de escapar de allí.