𝙳𝚎𝚋𝚘 𝚌𝚘𝚛𝚛𝚎𝚛

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-Auch. —Inuyasha se movió a un lado al sentir el algodón tocar su herida del labio. —Conejita, se más delicada, por favor.

Rodee los ojos y volví acercar el algodón, esta vez no se apartó y sólo cerro los ojos. Vaya, el señor rebelde es miedoso al curarse.

Aleje el medicamento, al menos ya estaba limpia y sólo quedaba ponerle el curita rosita de ponis.

-No. —Inuyasha se apartó de inmediato al ver el dibujo del curita. —No pienso ponerme esa cosa horrenda.

Cruce los brazos enojada. —Lo harás.

Nos miramos por unos segundos.

-¿Por qué debería de obedecerte?—También se cruzó de brazos e hizo un puchero con sus labios. Que tierna imagen, debo tomar una foto. —Conejita, deja de perderte en tu cabecita y contesta.

-Ah. —No recordaba de lo que hablamos. Que vergüenza. —No sé.

Inuyasha suspiro y agarro el curita de ponis y se lo coloco en la herida de su mejilla izquierda. Se levantó, sin dirigirme la palabra.

No entendía pero era mi señal de irme mientras que podía y no volver a involucrarme en sus asuntos. Tuve suficientes emociones para el resto de mi vida. Me levante y camine hacia la dirección de mi casa, debo explicarle a mi mamá mi ausencia y rezar para que no preguntara mucho sobre el suceso.

-¿Conejita? —La voz de Taisho me detuvo, aunque negué en regresar, seguro sólo quería decirme sobre las reglas y esas cosas. — ¡Espera, conejita!

Corre, corre, corre.

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