Esto es incómodo.
Muy, muy incómodo.
Sango no dejaba de insultar a Inuyasha, Miroku sólo sonría y yo trataba de escapar de este encuentro raro. Incluso me levante algunas veces para hacerlo, aunque Taisho me agarraba de la mano y me sentaba de nuevo.
-Conejita, deja de escapar. —Me dio una palmada suave en mi cabeza. —Sé buena niña y sigue comiendo.
-¡No es tu juguete!—Sango aparto la mano del chico y se cruzó de brazos. —Y aun no entiendo por qué le dices conejita. Es desagradable.
Inuyasha rodó los ojos y volvió acariciar mi cabeza. Sí, ya parezco su perro.
-Porque todo el tiempo dice conejo y. —Sonrió con arrogancia. — No es asunto tuyo como le diga.
Bien.
Me levante antes de que se mataran frente de mí y me dirigí al bote de basura para tirar el resto de mi almuerzo. Escuche sus quejas, pero no me detuve y salí de la cafetería.
Comenzaba a odiar esto.
Las dos y media de la tarde, mi señal para irme lejos de aquí y no volver a quedarme encerrada entre la batalla de jefes.
Guarde mis cuadernos tan rápido que me sentí orgullosa, me despedí de Sango y corrí a la salida.
Todo estaba controlado o eso pensaba, porque antes de poder al fin respirar el aire de la libertad, una mano me jalo de mi brazo y me llevo a rastras al patio.
-¡No!—Comencé a llora.
-No seas nena y sigue caminando. —Inuyasha suavizó su agarre. —Sólo debes estar al principio, lo prometo.
-No quiero, por favor. —Chille al sentir como me elevaban y me cargaba como si fuera una bolsa de papas. Sólo podía mirar el inexistente trasero de Taisho. —Conejo.
-Sí, sí, conejo, perro, lo que sea. —El chico camino un poco más lento. —Estas gordita, deberías bajarle a tus dulces.
-¡No como dulces!—Ah, me comenzaba a marear. —Me empalago muy fácil.
-¿Eh? Pero eres demasiado tierna para que no te gusten los dulces. Bueno, no importa.
Quise protestar con su lógica tonta, pero me bajo de nuevo y me di cuenta que nos encontramos del lado de su pandilla mientras que delante de nosotros estaba Bankotsu con sus aliados.
-Oh no, no. —Me di la media vuelta y trate de correr, pero de nuevo la mano en mi brazo me impidió irme. — ¡Yah, conejo!
-No, tu eres conejo.--Sonrió.
-¡Ah!—Me cruce de brazos. —Maldito bastardo.
-Oh, Oh. —Inuyasha llamo a Miroku con una mano. — ¡Trae la cámara! ¡Rápido! ¡Nuestro bebé dijo su primera palabrota!
Su amigo dio un grito de emoción y corrió dentro de la escuela. Inuyasha comenzó a reír.
Los odio.
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promise of the wind
أدب الهواةLa escuela es tu segunda casa. lo sabes, tu mamá lo sabe y el mundo entero lo sabe. Sin embargo, también es tu campo de guerra y donde sufres la mayoria de tus cicatrices...¡No es tan malo! Siempre tendras la opción de quedarte en una esquina y obse...