CAPÍTULO 7.

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MAIKA.

— Mariposa —Me dice— Lamento, de verdad, que tengas que sufrir —Las palabras del hombre en ese tono de voz específico casi parecen sinceras, pero pienso que si él lo sintiera al menos un poco, no me haría nada para empezar.

De pronto, grito cuando me agarra el cabello.

— ¡No! —Grito, pero es en vano.

Él me pone de pie por el cabello y mi cuero cabelludo duele horrores. Pánico atenaza mi corazón y lágrimas quieren salir de mis ojos, pero las detengo. Él me saca de la ducha y me arrastra por sobre los restos de la puerta tirados en el suelo, sacándome del baño con fuerza. Grito a cada momento, mientras él me maneja a su antojo y me lleva a la cama, donde me tira con brusquedad. Miro con ojos abiertos que el hombre se quita la sudadera negra y queda sin camisa frente a mí. Diosss... Él tiene este delicioso paquete de ocho en su torso y unos tribales tatuajes que van de su hombro izquierdo al resto de su brazo y de su pectoral derecho hasta su cadera y se pierden detrás de su espalda y más debajo de sus pantalones. Como mujer consciente de su masculinidad, no puedo evitar apreciarlo con anhelo.

¿Qué mierda?

Veo que él respira con dificultad y la furia tuerce sus facciones ya de por sí hermosas, en más oscuras y atractivas, deliciosamente peligrosas. Esa maldad latente en él me atrae como polilla a la flama. Y creo que moriré terriblemente quemada. Él se me queda mirando por un largo rato y justo cuando creí que se lanzaría por mí, se va hacia el clóset, de dónde saca algo. Metal tintinea con horror y con pánico me doy cuenta de que se trata de... Cadenas. Cadenas gruesas. No... Está bromeando, ¿verdad? No, no puede ponerme eso...

Él me mira amenazante con las cadenas y sacudo mi cabeza.

— ¡No! ¡No! ¡Por favor! ¡No me pongas eso! ¡Haré lo que quieras! —Le digo, mientras me alejo de él por encima de la cama y no me importa si le muestro hasta el apellido con este cortísimo camisón de mierda que él me hizo poner, debido a que los tacones me hacen tropezar con las colchas. Dios, debí ponerme unos tacones sencillos y no con tirantes, ahora será imposible quitarme estos.

— Mariposa, harás lo que yo quiero, con... O sin tu consentimiento...—Dice con una risa baja— Y es más divertido si no es lo que quieres... Así que, quédate quieta —Él camina hacia mí con las cadenas, pero me bajo rápidamente de la cama y corro hacia el balcón.

Él me sigue y yo alcanzo a cerrar los ventanales desde afuera. Me apego al pasamano, pero él gruñe y con las cadenas en mano, rompe sin piedad los ventanales. Dios mío, la rabia controla a este hombre ahora mismo. Pego un grito cuando los vidrios caen con estrépito a nuestros pies, algunos volando hacia mis piernas y cortándome, pero él ni se inmuta. Él está imperturbable, aparte de la furia que trasfigura su expresión.

— N–no... No...—Sacudo mi cabeza, cuando él camina hacia mí.

— Eres mía, Mariposa —Dice y agarra mi cuello con fuerza, casi cortando mi respiración. Apuesto a que dejó sus dedos marcados en mi piel. — Eres mía para arruinarte... Y romperte a mi antojo... Lentamente, como me gusta...—Dice, suavemente, como si estuviera contándome una de sus más secretas fantasías. — Disfrutaré mucho contigo, Mariposa —Me dice sinceramente y lo miro con genuino pánico y terror en mis ojos.

Él duda, pero me arrastra con él.

Me hace caminar por encima de los vidrios y me tropiezo por el marco de los ventanales inexistentes, mientras él camina conmigo de nuevo hacia la cama. No, no dejes que te haga nada, Maika. Él no tiene el derecho... Pero no puedo hacer nada. Solo espero que... No me mate. Quiero ver de nuevo a mi familia. El hombre me tira de nuevo a la cama, esta vez boca abajo, y antes de que pueda atraparme, me escurro al suelo y me arrastro por el suelo para poder escapar, pero es inútil. Él agarra mi tobillo y me hala hacia su cuerpo con fuerza, ocasionando que la madera me queme un lado de la pierna por la fricción.

El Secuestro. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora