CAPÍTULO 11.

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MAIKA.

Oigo como ese maldito hombre sale de la habitación y rompo a llorar desconsoladamente sobre el suelo de madera fría y brillantemente pulida. Dios santo, este dolor no es nada comparado con lo que me ha hecho antes. No creí que fuera capaz de cumplir su amenaza, pero me ha quedado claro, me he quitado la venda. Su falsa amabilidad a veces no significa nada. Ese hombre es un monstruo. Y sí puede hacerme sufrir. Demasiado. No volveré a provocarlo, no soporto este tipo de dolor como recordatorio de su posesión sobre mí. Este hombre es implacable, insensible y un completo bastardo. No merece nada bueno en su vida.

Ojalá mi padre lo encuentre, lo refunda en la cárcel o simplemente lo mate. Eso sí se lo merece por todo lo que me está haciendo. Pero entonces recuerdo mi reacción de excitación constante por lo que me hace y frunzo el ceño. ¿Por qué siento placer? ¿Qué me pasa? ¿El hecho de no haber experimentado un orgasmo jamás en mi vida me tiene tan al borde con él? Es cierto, no he sentido placer jamás. Estuve siempre con Dustin, desde que tengo quince, y cuando perdí mi virginidad con él, sólo fue dolor, y después de eso, me sentía mal cuando sentía algo de placer entonces lo reprimía hasta que no sentía nada y jamás supe de qué hablaban mis amigas con lo que experimentaban con sus novios.

Pero en los últimos dos días, he estado más al borde con los brutales toques de este hombre, como no lo he estado nunca en todos mis años de noviazgo con Dustin. ¿Y es con él con quien me voy a casar?

Sacudo mi cabeza e intento ponerme de pie, pero no lo logro de inmediato. El dolor punzante en mi culo se dispara por todas mis terminaciones nerviosas y sólo puedo pensar en el dolor terrible que me provocan las palmadas violentas de ese hombre. Justo como él dijo, lloré por sus golpes. Ja, qué palabra la suya. Si cumplió el hacerme daño, no cabe duda que cumplirá el matarme sin piedad. Bueno, antes de que eso suceda, si no han limpiado la habitación, tomaré un trozo de vidrio y lo clavaré en mí yugular y haré un desastre de mi muerte. Lo haré limpiar el desastre de mi sangre en toda su habitación.

Logro ponerme de pie y a pasos temblorosos, camino hacia la bolsa negra que contiene ropa para mí. Espero encontrar algo que me cubra mucho. Rebusco en la bolsa y solo encuentro camisones cortos y de tirantes, recojo un camisón de seda azul oscuro y encaje negro, y una delgada bata larga a juego. Gracias a Dios. Deslizo el camisón por mi cuerpo y la suave seda es como una medicina y una caricia calmante sobre mi punzante piel. Voy al baño, con la bata en mi mano, y me miro al espejo de cuerpo completo. Moretones, rasguños, mordiscos y chupetones, cubren mi cuello y mis pechos. Apuesto a que mi vientre también. Levanto el camisón detrás de mí y casi lloro de nuevo al ver los golpes brutales y las marcas terribles en mi culo. Dios, espero que no deje cicatriz. ¡Incluso veo sangre!

— Maldición —Murmuro y salgo del baño antes de que acelere mi muerte con los vidrios. Me dirijo de nuevo a la habitación y me acuesto en la cama. Estoy cansada. ¿Será que puedo tener una siesta? Empiezo a colocarme la bata, pero las cadenas no me dejan ponérmela.

Gruño y me la pongo levemente sobre mis hombros, en un vano intento de taparme. El camisón no tiene tirantes y por eso fue fácil ponérmelo, pero con la bata es otro cuento. No hay manera de que pueda ponérmelo con una cadena uniendo mis muñecas. Farfullo y grito en frustración, pero qué más da. Me siento en la cama y me pongo de pie de inmediato. No, es imposible que me acueste sobre mi espalda. Boca abajo será. Estoy a punto de tirarme en la cama, cuando un sonido en la puerta me paraliza y una serie de gritos chillones de mujer me hace dar la vuelta.

— ¿Quién eres tú?—Me grita una mujer que entra tempestivamente dentro de la habitación, con los ojos verdes en llamas y su cabello rubio fresa revuelto. Ella es hermosa, del tipo tetas falsas y cuerpo perfecto por cirugías, pero en todo caso, tiene estas curvas que yo jamás podré tener. Abro mis ojos como platos, sorprendida, al ver a esta mujer hecha una furia, mirándome y clavándome en el lugar con todo su enojo.

El Secuestro. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora