CAPÍTULO 38.

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ZACK.


*****

―...está reaccionando satisfactoriamente, es un hombre joven muy fuerte... ―oigo que dice una voz gruesa de hombre.

Luces brillantes titilan tras mis párpados y muchos sonidos extraños me aturden, pero todo el cuerpo entero me pesa y no puedo abrir mis ojos o moverme.

―Así es, doctor... El señor Jones responde muy bien y su cuerpo no presenta alergias o complicaciones por los medicamentos ―responde otra voz.

―En efecto, aunque falta mucho para que pueda despertar completamente...


*****

―...no ha presentado signos de que su frecuencia cardíaca haya disminuido en la última semana y ya puede respirar por sí mismo sin necesidad de las máquinas, pero por precaución lo mantendremos con la mascarilla de oxígeno cuando no esté en supervisión ―dice la misma voz que últimamente escucho demasiado―. Aunque con el gasto de energía que tiene que hacer para llevar a cabo todas las funciones de su cuerpo, no puede mantener la conciencia por más que unos cuantos minutos...

―Eso es lo que tenemos que seguir estudiando para que...


*****

―...pero doctor, ¿cuándo podré hablar con él? ―Mis ojos tiemblan involuntariamente cuando esa dulce voz resuena en mis oídos y me desespera por dentro.

Siento que conozco esa voz, es la misma de mis sueños extraños.

Trato de mover mi mano, pero la extremidad no me responde.

―Él aún está en observación, señorita... Así que no puedo afirmar el momento exacto en el que despertará para mantener una conversación con ustedes... Su cuerpo aún está procesando que los medicamentos ya no están ingresando a su torrente sanguíneo como antes, pero no se preocupe, es un paciente vigoroso... Podría sorprendernos en el momento menos pensado...

―Entiendo, doctor, no se preocupe... Si no es mucha molestia, quisiéramos quedarnos con él un rato más ―dice otra voz que me parece vagamente familiar y mi mente trata de procesar o recordar a quién pertenece, pero después de unos segundos no puedo lograrlo.

Y luego estoy siendo consumido de nuevo por la inconsciencia.


*****

Todo está oscuro cuando finalmente puedo abrir los ojos.

Éstos me arden y duelen, pero trato de pestañear con la fuerza y velocidad que soy capaz de reunir para no hundirme en el sueño de nuevo. Aunque puede que aún me encuentre soñando. No recuerdo dónde estoy, quién era o por qué estoy aquí. Me permito tomar una profunda bocanada de aire y me encuentro con el oxígeno ingresando a mis pulmones debido a la mascarilla de oxígeno. Me entra el pánico y mis latidos se aceleran cuando registro que estoy en lo que parece ser un hospital. Mi brazo pesa toneladas, tiembla y duele cuando lo levanto hacia mi cara y retiro la mascarilla de oxígeno, respirando el aire estéril del ambiente.

Entonces, los incesantes pitidos de una máquina se registran en mis oídos, lo que me hace girar la cabeza a mi izquierda y darme cuenta de que es un electrocardiograma alertando a todos de mi pulso acelerado.

El Secuestro. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora