CAPÍTULO 13.

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MAIKA.

Salgo disparada de detrás del muro justo cuando los hombres están gritando por la noticia de deportes y como si fuera a cámara lenta, el camino hacia la puerta se me hace eterno. Bloqueo todos los sonidos y enfoco mi mirada en la puerta. Es una puerta hermosa, pienso. De cristal, madera pulida brillante y hierro forjado con preciosas figuras. Me apresuro hacia la puerta y sólo oigo expresiones como: "¡Joder!", "¡Mierda!" o "¡Es ella, hombre!". Pero me enfoco en sólo una voz en especial.

— ¡¡¡Maika!!! —Ese es Zack, pero lo ignoro, abro la puerta y echo a correr.

Respiro con dificultad, pero no me detengo. Tengo segundos. Preciosos segundos que pueden salvarme la vida. Corro hacia el auto mal aparcado de Zack y veo que es un hermoso Jeep rojo brillante. Miro por la ventana y mi corazón se desploma al ver que las llaves no están. Intento abrir la puerta, pero esta no cede. Maldición. Oigo un grito a lo lejos y eso me hace salir disparada por el camino de tierra. Miro hacia atrás y Zack corre hacia mí con furia desfigurando su hermoso rostro en algo feo, y sus hombres están detrás de él, también corriendo y gritándome. No, espera, no a mí. A Zack. No sé qué dicen, pero no me importa.

Corro y corro. Mis pies descalzos se cortan con las piedras, pero no me importa. La camiseta de Zack ondea al viento y me impulso a correr más duro y rápido. Miro atrás. Bien le llevo unos buenos metros de ventaja a Zack. Mi vida depende de que esto salga con éxito, así que corro mucho más rápido y casi pienso que voy a desmayarme, pero no puedo permitirlo. Cuando ya voy a ser libre, mi cuerpo no puede impedírmelo. Es un largo camino el que tengo que correr, pero no me importa. Esta vez, el dolor no me importa. Eso no es razón suficiente para que me detenga.

Ya no aguanto más permitir que ese hombre me lastime.

No sé por cuanto tiempo o por cuanta distancia corro, pero pronto empiezo a ver el final del camino de tierra y después de que los enormes árboles de pino desaparecen veo una carretera, donde muchos carros pasan a lo lejos. Sí... Eso es lo que necesito. Pararé un auto y le diré al conductor que me secuestraron y que necesito ayuda. Casi estoy alcanzando la carretera, cuando mi tabla de salvación, ¡un maldito auto!, se mete en el camino. ¡Sí! Corro con más velocidad, a pesar de que estoy que me muero y empiezo a batir mis brazos frente a él. Cuando estoy cerca, empiezo a gritar. Zack muy por detrás de mí.

— ¡Alto! ¡Ayuda! ¡Por favor! —Estoy gritando como una posesa y sé que me he de ver como una loca. Vestida con una camiseta del doble de su talla y llena de moretones. — ¡Por favor! ¡Ayúdeme! ¡Deténgase! —Me planto en su camino y el auto tiene que girar un poco para detenerse de atropellarme. Corro hacia la ventana y empiezo a golpearla frenéticamente con mis manos, gritando. El hombre baja el vidrio y veo un hermoso rostro de ojos azules y cabello rubio. — ¡Señor! ¡Ayúdeme, por favor! ¡Un hombre me ha secuestrado y me ha retenido en contra de mi voluntad! ¡Y me ha maltratado! Por favor, se lo suplico... Ayúdeme...—A este punto, las lágrimas se derraman de mis ojos y miro al hombre con la mirada borrosa. Parpadeo las lágrimas y el no parece moverse. Me mira y su mandíbula está tensa y su mirada furiosa.

¿Pero por qué no se mueve?

— ¡Shawn! ¡Detenla! —Esa es la voz de Zack y se oye cerca. Miro al hombre con ojos abiertos y él evita mi mirada. Es su cómplice. ¡Este hombre es su cómplice! Lo miro con mis ojos abiertos y me echo a correr por un lado del carro, sacando un poco de ventaja de Zack, pero es demasiado tarde. Me entretuve demasiado con ese hombre, que resultó ser el sexto hombre que faltaba en la casa. Claro, por eso no me ayudó. Dejó que perdiera mi tiempo para que Zack me alcanzara.

— ¡¡¡NO!!! —Grito con la voz desgarrada cuando unas enormes manos conocidas me atrapan en el aire y me hacen caer con fuerza contra el suelo, las piedras rasgando mi pierna.

— Esto te costará —Es todo lo que la voz furiosa de Zack me dice, mientras lucha por contenerme y trata de detener mis luchas.

Pataleo y me retuerzo y gritos se oyen a la distancia, pero nada detiene a Zack. Le araño la cara y el cuello y muerdo sus manos, pero nada lo detiene. ¿Por qué no se detiene? Le clavo una uña en el ojo y maldice. Me coge de los brazos con fuerza y clava sus dedos en mi piel, causando más moretones. Él cae al suelo conmigo y empiezo a mover mis piernas sobre las suyas y sobre su pecho. Pateo y pateo como si de ello dependiera mi vida. Pero ya estoy muerta. Ya nada importa. Sé que moriré, pero fue bueno sentir que era libre por un rato.

Libre, ja. Eso es un eufemismo.

Nunca seré libre.

— ¡Zack! —Grita alguien a lo lejos— ¡Están aquí y están viendo esto! ¡Ya deja a la chica en paz! —Dice una voz y miro por debajo de los brazos de Zack, hacia el hombre del auto que no me ayudó.

¿Quién está aquí?

A la mierda. Empiezo a gritar como si me estuvieran torturando y golpeo el pecho de Zack con mis puños, con mis piernas y mi trasero duele mientras estoy en el suelo. Grito, grito y grito. Pataleo, me retuerzo y araño. Entonces, el duro bofetón hace mi rostro picar y me detengo. Abro y cierro mis ojos y trato de enfocar mi mirada. Es la segunda vez que me golpea. Las lágrimas se derraman silenciosamente por mis mejillas y mi respiración se oye agitada y sin aliento. Apuesto a que mi cara está roja o morada por el golpe. Me desplomo en sus brazos y él me suelta en el suelo.

Me quedo tirada allí, mirando hacia el sol, aunque duela. Y todo lo demás me abandona. Veo a Zack limpiarse el ojo con su camiseta y veo que su ojo está rojo y su cara llena de arañazos y sangre. Bien. Alguien se acerca y veo que es el mismo hombre que habló hace rato. Él dice algo, pero el golpe me dejó fuera de combate. Miro levemente a un arma que el hombre tiene en su cinturón y un pensamiento me llega.

¿Y si...?

Sin pensármelo dos veces, me levanto del suelo y arranco el arma de su cinturón con un rápido movimiento. Sé cómo funciona un arma, Chuck me enseñó. Esta también es una Glock y es pan comido. Miro a Zack y a los hombres más allá y mi mirada se cruza con los lindos ojos azul oscuro de una niña de cabello negro revuelto, y se me antoja parecidísima a Zack. Frunzo el ceño mientras la miro y ella parece conmocionada por toda la escena. Casi quisiera poder ser capaz de salvarla de ver esto, pero ella, y el niño idéntico a ella a su lado, parecen ser olvidados por todos. Le doy una mirada de disculpa y aparto la mirada.

Mis ojos se estrellan con los de Zack, que se abren imposiblemente, con pánico, cuando quito el seguro del arma y apunto a mi cabeza.

— ¡No! —Grita Zack, pero es tarde.

Aprieto el gatillo.

El Secuestro. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora