Capitulo 31

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Ni Damien ni Amelie habían podido hablar mucho sobre los acontecimientos ocurridos, aun si no había mucho para decirse. Simplemente, después de haber sido llamados del hospital, se pusieron los zapatos y fueron hasta el auto para irse y ver a Balthazar, aunque sabían que tenían que ser cautelosos con las palabras que dirían, porque corrían riesgos de no ser perdonados. Amelie ni siquiera hizo el intento de mirar por la ventanilla, como siempre lo hacía cuando viajaba con su esposo, porque en ese momento no se sentía ni en condiciones de eso. Primero pensarían en cómo debían hablarle, después tal vez, sólo tal vez, hablarían con Lucifer. Estaban totalmente seguros de que él estaría allí.

Cuando detuvo el auto en una luz roja, Damien miró a Amelie y, por un momento, sintió la necesidad de tomarla de la mano y decirle que todo estaría bien, mas dicha acción no fue realizada y simplemente esperó que la luz cambiara para poder seguir.

En los brazos de su esposa estaba su bolso, siendo fuertemente apretado por ella. Damien advirtió que podía quedarse «abollado» si Amelie seguía ejerciendo esa presión. Su rostro estaba descompuesto, sus ojos oscuros y carente de cualquier rastro de brillo. Casi daba la impresión de que había salido de un estado depresivo. Al mirarla, Damien pensó que su mujer parecía exhausta. Entendible, dijo para sus adentros.

Un bocinazo corto lo hizo reaccionar. La luz ya estaba verde. Aceleró mientras su mirada se quedaba clavada en el camino nuevamente. La imagen de su hijo, en la camilla, herido por un accidente de auto tenía sus músculos duros como una roca... aunque seguramente una roca podía ser más fácil de romper en ese momento. Pero lo que era más intenso era el mensaje de su cabeza, que le decía muchas veces que Balthazar podía perdonar a Amelie por su indiferencia, pero a él no por sus palabras crudas. Damien podía comprenderlo; sus palabras habían sido peores. La sensación de aquello iba a quedarse por un buen tiempo. Y él... lo iba a aceptar a como diera lugar.

-Debemos ser cuidadosos-dijo Damien, después de estacionar el auto. Bajó del mismo y se dirigió a la puerta del hospital, quedándose ahí para esperar a Amelie. Su sentido de las cosas estaba un poco alterado y uno de sus ojos estaba un poco más cerrado que el otro. Desde el pecho le irradiaban punzadas de una culpa palpitante, que se extendían hasta su cabeza, convirtiéndose en voces molestas.

-Lo sé-fue todo lo que respondió cuando estuvo a su lado, mientras miraba alternativamente a su esposo y la puerta del lugar-. Vamos con la de recepción.

El matrimonio entró y se dirigió hacia la chica que estaba detrás del escritorio, escribiendo algo alarmantemente rápido en la computadora. Sin embargo, Amelie tomó del brazo a su esposo mientras miraba hacía la puerta de la cafetería. No le dijo el porqué, únicamente tiró de él y lo llevó hasta una mesa. Al mirarla, Gabriel, Castiel y Lucifer estaba ahí. Lucifer estaba con la cabeza baja, mientras los Novak parecían tratar de darle consuelo.

-Chicos-los llamó Amelie. Los tres adolescentes los miraron y arquearon las cejas.

-Oh... Amelie, Damien... Vaya-murmuró Castiel, sin estar muy seguro de las cosas que podía decirles.

- ¿Quieren saber dónde está Balthazar?-preguntó Gabriel, aunque más que eso, era una afirmación.

Los adultos asintieron. Amelie miró a Lucifer y dijo con voz tranquila:

-Lucifer, acompáñanos tú-pidió.

Los Novak intercambiaron una mirada casi de desconcierto. Y eso aumentó cuando el rubio asintió, sin mirarlos, y se levantó de la mesa. Cuando subieron al ascensor, el ambiente se tornó más incómodo de lo que ya era. De pronto, los tres recordaron la vez que Lucifer fue a su casa, una semana después de que les contaron sobre su noviazgo, e instantáneamente el ambiente se volvió pesado. Se preguntaron si iban a estar así por mucho tiempo. Mientras el ascensor ascendía, Lucifer les soltó unas palabras: «no se alarmen si una de las chicas reacciona de una u otra forma. Ella tiene carácter fuerte.»

Al salir, Lucifer los guió hasta la habitación de Balthazar y cuando ellos lo miraron, él no hizo otra cosa que sentarse en una de las sillas que estaban al lado de la puerta, mientras miraba el piso.

Los adultos intercambiaron una mirada y luego Amelie dirigió su mano a la perilla para abrir la puerta lentamente. Casi por instinto, Damien la tomó de la mano, y ella se dejó. Al entrar, vieron que Kali estaba sentada al borde de la cama y Anna en una silla. Hablaban en voz baja, pero los tres se reían. Aunque al ver a los dos adultos, se detuvieron y Balthazar se quedó completamente en blanco, sin saber cómo debía reaccionar. Kali los miró mal y Anna la tomó del brazo para intentar evitar que fuera y les hiciera frente. La morena miró a Balthazar, preguntándole algo con la mirada. El rubio suspiró suavemente y les susurró:

-Déjenme con ellos.

Ambas chicas se miraron con sorpresa ante las palabras de Balthazar, pero supieron que debían respetar lo que él quería. Mientras salían, Kali les lanzó sin ninguna discreción una mira cargada de reproche y enojo a los Roché. Ellos comprendieron entonces a qué se refería Lucifer cuando dijo esas palabras en el ascensor. Habían olvidado que su temperamento fuerte podía estallar de vez en cuando, más cuando se trataba de personas muy importantes para ella.

Inesperadamente, Balthazar los miró, pidiéndoles con la mirada que se acercaran y que le hablaran, porque necesitaba saber lo que querían decirle. Amelie soltó la mano de su esposo y se acercó a la camilla con paso inseguro, siendo seguida por Damien. El adolescente nunca les quitó los ojos de encima, haciéndolos sentir un poco intimidados, pero aun así, no se detuvieron. Y cuando Amelie quedó lo más cerca posible de la camilla, rápidamente estiró los brazos y le dio un abrazo a su hijo. Balthazar, completamente inexpresivo, se quedó quieto. Lentamente, rodeó la espalda de su madre y recostó la cabeza en su hombro, sintiendo como ella le comenzaba a acariciar el cabello.

Damien se quedó detrás de ellos, cruzado de brazos, y empezó a sentirse completamente afligido, aunque su rostro serio lo tapaba completamente. Vio con claridad que su hijo parecía algo indiferente a que ellos estuviera ahí, algo que él creía comprensible, y fue en ese momento que comprendió que uno de sus peores miedos se estaba haciendo realidad, incluso si eso llegaba a sonar muy hipócrita de su parte. Aunque más tarde, Amelie comprendió que las cosas en realidad podían haber sido de otra forma si ellos no hubiesen sido tan cerrados e irrespetuosos con su hijo. Damien tenía la impresión de que las cosas habrían sucedido de una forma u otra; ese pensamiento podía ser interpretado como un intento de no sentir culpa.

Amelie, sin haber soltado a Balthazar, le dio un golpe con el pie, provocando un ruido casi nada audible para los oídos del adolescente. Damien no sabía muy bien qué debía hacer, pero por la mirada de su esposa, tenía que decir algo. Lo primero que hizo fue ponerse al lado de ella y dejar una mano en el hombro de Balthazar, quien se estremeció cuando sintió el toque. Ese momento podía ser crucial para cuando saliera del hospital, así que Damien debía ser cuidadoso con las palabras que le diría en cualquier momento, y mientras lo pensaba, se dio cuenta que estaba totalmente en blanco, sin tener una sola idea de las cosas que podía terminar por decirle a Balthazar. Su mano se despegó del hombro de su hijo y se golpeó como un látigo en su propio costado. No lo sintió muy fuerte como para que le doliera y tuvo una vaga sensación de satisfacción cuando se golpeó él mismo.

-Tenemos que hablar-dijo finalmente.

Amelie giró la cabeza y lo miró con sorpresa. Había esperado cualquier cosa, pero que dijera eso la hizo quedarse quieta, sin haber soltado a Balthazar aún. No quería soltarlo, porque sentía que si lo hacía, ya no tendría otra oportunidad luego. Se sentó en el borde de la cama y Damien puso sus dos manos en los hombros de ella. Balthazar los miró, sin haber quitado esa expresión tan seria y apagada, esperando que comenzaran.

No estaba igual muy seguro de cómo quería que terminara.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora