El domingo en la noche, Kali estaba usando la computadora, en una página donde se podían leer historias de todo tipo. Le gustaba leer un poco antes de irse a dormir. Además, después de haber repasado varias veces, se sentía segura para el examen del lunes. Sus padres le habían dicho que repasara antes de acostarse, pero ella había preferido esperar a que ellos se fueran a dormir temprano para poder encender su computadora y leer un poco y, además, hablar con Baldur. Siempre sonría casi sin darse cuenta al hablar con él. El chico le preguntó si podía salir en la semana, a lo que ella le respondió que no tenía ningún problema.
Sin embargo, los mensajes que había leído el día anterior en el grupo que Gabriel creó para contarles a ella y Anna lo que Lucifer les había dicho a él y a su hermano.
Bufó suavemente y decidió apagar la computadora. Había perdido de la nada las ganas de seguir leyendo. Se levantó y fue a la cocina para beber agua. ¡Los hombres y el orgullo! «Lucifer siempre dice que él no va a dar el primer paso. Si Michael quiere hablar, él deberá hacerlo», había sido algo que Gabriel les había dicho, cuando habló con Lucifer sobre su hermano. Kali no lograba entender esas cosas de los hombres. Ella podía tener su orgullo, pero cuando tenía que hablar con alguien, no esperaba que esa persona fuera a buscarla. Así le pasaba algunas veces con Anna. A veces también era al revés, pero siempre se terminaban hablando y resolviendo tranquilamente las cosas. En el grupo, Lucifer podía ser el más orgulloso para ciertas cosas: a la hora de hablar de su hermano, él podía ser la persona más orgullosa del mundo; al estar con Balthazar, se relajaba y mostraba ser un novio realmente afectuoso. Esos dos eran casi como hermanos, antes de empezar a salir. Kali había notado muy bien que ellos sentían algo, pero nunca les preguntó por no incomodarlos. Sabía que tarde o temprano iban a terminar juntos. Su intuición no fue errónea. En cierta ocasión hasta había visto a Balthazar escribir algo en su cuaderno sobre Lucifer, pero no pudo leer mucho cuando el rubio lo cerró rápidamente, mientras sus mejillas se acaloraban. Su compañera lo miró casi con burla y se rió.
Una sensación extraña comenzó a inundarla. Ya se había bebido el agua y por poco deja caer al vaso al estar pensando en otras cosas. Lo dejó sobre la mesa y regresó a su cuarto. Se cambió de ropa y se acostó. Pero no llegó a cerrar los ojos cuando Anna decidió llamarla.
—Hola, Anna. Qué raro que llames de noche.
—Hola, Kali. Lo siento. ¿Te desperté?—preguntó, preocupado de haberla molestado.
—No. Ni siquiera me había dormido—respondió la morena, sin tener ni fuerzas para sentarse—. ¿Por qué llamaste? Nunca llamas a nadie de noche.
—Bu-bueno... Yo...—comenzó a hablar con los nervios a flor de piel—. No sé qué decir.
— ¿Anna?
—Kali, tal vez te molestes cuando te diga el motivo por el que te llamo, pero hace poco hablé con Daniel y... logré sacarle algunas cosas sobre su odio a los extranjeros.
Cuando escuchó eso, Kali se sentó de golpe en la cama, con una expresión de sorpresa.
— ¿Qué te dijo?—preguntó, interesada—. Dime, así podremos hablar con Balthazar y contarle.
—Sí. Como vimos, su madre no es xenofóbica y dijo que su esposo tampoco.
—Lo recuerdo.
—Bueno, estando molesta con Daniel, le pregunté que por qué odia tanto a los extranjeros y él respondió que... más de una vez alguna persona de otro país le había robado ya celulares, auriculares y otras cosas. Luego escupió que son todos iguales, que vienen sólo para robarles el trabajo a los que viven aquí, y al final soltó que los franceses no tienen que venir aquí a presumir un buen puesto de trabajo. Eso lo dijo porque algunas veces escucho a chicos y chicas de ese país decir que sus padres tienen buenos puestos y que les consiguen lo que quieran.
—Anna, ¿realmente dijo todas esas estupideces?—preguntó, casi anonadada,
—Te lo juro. Se enojó tanto que pensé que le iba a estallar la cabeza—respondió.
Kali se dejó caer nuevamente en la cama y suspiró.
—Escucha, mañana no hay que decirle nada. Esperemos a que pasen los exámenes.
—Entiendo—contestó Anna—. Te dejo tranquila. Descansa.
—Tú igual. Nos vemos mañana.
Kali dejó su celular en la mesita y se quedó mirando el techo. Sus músculos se contrajeron un poco, como si estuviera por levantarse, pero rápidamente se relajó y cerró los ojos para tratar de dormir. Pensaba en lo estúpido que era que Balthazar sufriera hostigamiento por el hecho de que Daniel había sido también hostigado por extranjeros. A la larga, podía entender que podía tenerles cierto recelo hasta un punto, pero ahí a agredir físicamente a los mismos por pensar que «eran todos iguales», le parecía muy tonto. Aunque Balthazar nunca decía nada sobre eso, a Kali le preocupaba que un día, respondiéndole mal, Daniel se pusiera como un loco e hiciera algo más que golpearlo con una bofetada, como lo hizo tiempo atrás. La mayoría de veces, el rubio fingía que no pasaba nada. No se lo contaba ni Lucifer ni a los profesores, porque tenía miedo de que el castaño se pusiera más insoportable con él.
— ¿Cómo se puede ser así?—se preguntó en la oscuridad de su cuarto.
Pensó que Daniel era el único que podía responder eso. Ella y los demás se habían planteado muchas veces encararlo y preguntarle directamente porqué descargaba toda su ira en Balthazar o en otras personas de diferentes países, pero sabían que iba a ser una pérdida de tiempo. Lo había pensado hasta el momento en que Anna la llamó para contarle esas cosas. Sin embargo, había decidido pensar eso en el peor momento, porque ahora no se podía dormir. Sus padres habían notado que su hija estaba algo extraña, pero ella siempre se libraba diciendo que era sólo que la preocupaban los exámenes.
Logró dormirse al pensar que habían obtenido una de las respuestas que tanto esperaba.
El lunes por la mañana, cuando todos estaban en el instituto esperando la hora del examen, el grupo de cinco amigos estaban sentados en el mismo lugar. Ellos eran los que menos preocupados estaban. Lucifer ya estaba más tranquilo con las cosas, al punto que sonreía de lado hasta con la mínima cosa. Gabriel estaba completamente despreocupado, diciendo que si reprobaba, tenía los trabajos que aprobó, sabiendo que esos sumaban más la nota final. Castiel, por su lado, estaba un poco nervioso. Había estudiado, pero sentía como si una nube se hubiese formado en su cabeza, tapando todo lo que había leído. Kali no estaba ni preocupada ni lo contrario; era casi indiferente al tema. Para ella, aprobar o no, era lo mismo. Y Balthazar y Anna eran quienes más seguros se sentían. Aunque el rubio había tenido un fin de semana un poco complicado, no quería que eso afectara su rendimiento.
Por momentos, Balthazar miraba a Daniel, que no dejaba de verlo con frialdad. Él le lanzaba la misma mirada y volvía a mirar a su grupo.
Cuando la profesora de Geografía entró, cada uno fue a su lugar. Ella dijo que sacaran una hoja y que dejaran sólo un bolígrafo y un borrador. Nada más. Dictó las preguntas y dijo que tenían las dos horas para hacer el examen. Y, como siempre, agregaba: «si estudiaron, será fácil.»
El silencio reinó en el aula, escuchándose únicamente el ruido de los bolígrafos al escribir rápidamente. Algunos alumnos sólo pusieron su nombre y la entregaron sin hacer, totalmente despreocupados. Otras ponían miradas preocupadas, y otros llegaban hasta a tirarse del cabello. La preocupación era palpable.
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Quédate conmigo
FanfictionBalthazar Roché, un joven de diecisiete años que tiene una vida bastante difícil. Sus padres, dos personas bastante conservadoras, discuten mucho y no se llevan muy bien con su hijo. ¿A qué se debe? A que él es gay. Lucifer Shurley, de dieciocho año...