La noche del domingo, apenas llegó, lo primero que Lucifer hizo fue lanzar su bolso en algún lugar de la sala y luego ir a su cuarto para saltar a la cama. No se le ocurrió otra cosa más que eso. No tenía ganas de comer nada y los demás habían escrito en el grupo que ya habían llegado a sus casas y visto a sus padres. Cuando leyó los mensajes, sonrió muy poco y dejó su celular en la mesita de noche. Se quedó mirando el techo, mientras pensaba que el lunes debía trabajar de la tarde hasta la noche en la zapatería, teniendo en cuenta que no iría a la cafetería. Casi se le había olvidado, pero un compañero de trabajo se lo recordó por mensaje. Cerró los ojos y respiró profundamente para tratar de calmarse un poco.
Los demás no habían dejado de hablar sobre la junta de los padres con la directora y eso casi lo desestabilizaba, porque le recordaba que su padre iría. Seguía sin tener muchas ansias de verlo, aun si ya habían pasado tres años desde que él se había ido de su casa. Sabía que las cosas no podían cambiar de un minuto a otro. Él había tenido muchas diferencias con su padre y su hermano antes de irse de la casa. Al hacerlo se despegó completamente de ellos, llevándose sólo dolor y amargura por las cosas que Michael le había dicho antes de que se fuera.
«Si te vas ahora y terminas eligiendo esta vida para ti... olvida que soy tu hermano mayor», había escupido, con tal indiferencia que fueron como dagas al pecho de Lucifer. Pero, fingiendo que no le afectó, se subió al taxi y se fue al que sería su nuevo hogar. Su padre no había estado el día que se fue, pero para él fue lo de menos. Nunca creyó que unas palabras podían doler tanto, pero con su hermano, había terminado de comprobar que eran peores que recibir golpes. De todas formas, ambos sabían que no era sólo por eso que Lucifer sentía tanto rencor hacia él. Era más que el que sentía por su padre.
Arrancado violentamente del sueño por el ruido del celular, se sentó con brusquedad en la cama y comprobó que el ruido había sido su alarma. Se pasó una mano por el rostro y se levantó. Debía ir al instituto. Fue hasta la cocina y, sin tener ganas desayunar, se preparó las cosas y salió del departamento. Su expresión mostraba que no había dormido muy bien. Se volvió a pasar las manos por la cara y caminó, tratando de no caerse. Casi no prestaba atención cuando avanzaba, por lo que, en su inconsciente, no dejaba de repetirse que podía ser atropellado en cualquier momento. No pasaban muchos autos a esa hora de la mañana, pero un accidente puede pasar cuando uno menos lo espera. Eso lo sabía. Una calle antes de llegar al instituto, sacó una botella de agua de su mochila y se tiró la mitad en la cara para tratar de despabilarse. Salió más o menos bien. Algo se pudo despertar. Cruzó la calle y entró. Faltaban diez minutos para que tocaran el timbre del inicio de clases, por lo que se dispuso a buscar al grupo.
El primer lugar que revisó fue la cafetería. Fue más por inercia que otra cosa. Luego salió al patio. Atravesó la cancha donde tenía educación física y hasta los vestuarios. Escuchó un eco en la cancha, pero se preocupó muy poco. A lo mejor eran otros chicos que esperaban el comienzo de clases. Salió de la cancha para regresar al patio y de ahí entró nuevamente al edificio para subir las escaleras e ir a la biblioteca. Recorrió cada pasillo para ver si encontraba a Castiel o a Balthazar, que eran quienes más tiempo pasaban ahí, y hasta fue con la bibliotecaria para preguntarle si los había visto, puesto que ella los conocía. Dijo que no y que tampoco los había visto entrar en la mañana. Salió de ahí y bajó las escaleras. Fue hasta el aula y no estaban ahí. Se estaba quedando sin ideas. Pero rápidamente, recordó que ellos, muchas veces, iban a quedarse en salón de plástica, que no era el de ellos. Volvió a subir las escaleras para ir allá y los encontró.
-Al fin-dijo, cerrando la puerta detrás de él.
-Hey, hola. ¿Cuándo llegaste?-le preguntó Gabriel.
-Hace poco-respondió, sentándose en una mesa. Literalmente. Kali estaba igual.
- ¿Por qué tu camisa está algo mojada?-preguntó Castiel, viendo las marcas húmedas en el cuello de la camisa del mayor.
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Quédate conmigo
FanficBalthazar Roché, un joven de diecisiete años que tiene una vida bastante difícil. Sus padres, dos personas bastante conservadoras, discuten mucho y no se llevan muy bien con su hijo. ¿A qué se debe? A que él es gay. Lucifer Shurley, de dieciocho año...