Capitulo 3

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Mientras limpiaba una mesa libre de la cafetería, Lucifer miraba constantemente por la ventana, como esperando a alguien importante. Sus compañeros de trabajo notaban que estaba más nervioso de lo usual. Parecía que no podía respirar correctamente y sus brazos temblaban mientras pasaba el trapo por la mesa. No sabían que le pasaba exactamente, puesto que él no hablaba mucho con ellos, a menos que fuera por trabajo nada más. Parecía un niño preocupado por la llegada de uno de sus padres después de haber roto algo.

De pronto, Lucifer se dio cuenta de que estaba sufriendo ansiedad. Sentía que podía desmayarse en cualquier momento.

Volvió rápidamente a la cocina y dejó el paño en la barra que estaba junto al fregadero y, sabiendo que era su turno, comenzó a lavar los platos que se habían usando recientemente. Ya había poca gente y su torno terminaba en una hora más, pero eso no evitaba el estrés. Aún así, el día en el instituto lo había puesto de esa forma después de que la directora anunciara en su curso que habría una junta con los padres para hablar sobre la situación actual. Según ella, algunos alumnos no estaban poniendo ni la mitad del empeño que esperaban y quería hablar con los padres sobre eso. Pero lo que de verdad lo hizo ponerse nervioso fue el hecho de que le marcara a él que, aun siendo mayor de edad, su padre tenía que ir obligatoriamente. Eso hizo que casi se cayera de la silla. No había podido olvidar las caras de los Novak cuando escucharon esas palabras. Y para colmo, Balthazar le había dicho que no iría a clase porque no estaba muy bien. Eso también lo preocupó.

Al terminar con eso, una de sus compañeras le preguntó si podía tomarles la orden a unas personas que acababan de llegar. Dijo que sí sin poder mirarla a los ojos. Había estado casi todo el día con la cabeza baja mientras hacía las cosas. Se secó las manos y tomó un pequeño bloc de notas que usaban para tomar las órdenes de la gente. Fue hasta la mesa de esas dos chicas y les preguntó bastante rápido que deseaban, pero tratando de sonar más amable.

-Yo quiero un café cortado y un tostado-dijo una de las chicas con voz dulce.

-Que sean dos cafés cortados y una porción de tarta de chocolate-dijo la otra.

-Enseguida-respondió Lucifer, dirigiéndose a la pequeña ventana que daba a la cocina para dejar el papel con la orden.

Lucifer se fue hasta el baño de empleados y trabó la puerta al entrar. Sintió que los músculos de la espalda le dolieron en el momento en que se apoyó en la puerta. Cualquiera diría que estaba siendo exagerado reaccionar así por algo tan trivial como el hecho de que su padre debía ir sí o sí a una junta, pero para él era muy difícil llamarlo (o dejar que llamaran del instituto) para pedirle que fuera. Ya hacía tiempo que no se veían, así que hacer eso no le iba a caer bien. E incluso si las cosas estuvieran bien entre ellos, nunca sería capaz de pedirle que fuera al instituto. No quería que supiera todo lo que estaba haciendo para poder vivir. Está bien, él mismo lo había decidido, pero para su padre no sería nada justo sabiendo que él aún estaba vivo, y que podía ayudarlo.

Se llegó a dar un cachetazo bien fuerte para hacerse reaccionar. No había tiempo para pensar en esas cosas. Se lavó la cara y, sin secarse, salió del baño. En el mismo momento, la orden de las chicas fue dejada a su alcanza para que se la llevara. Lucifer fue a recogerla y dejó los cafés y las porciones de comida.

- ¿Podría traernos la cuenta, por favor?-preguntó una de ellas-. Pagamos antes para irnos más rápido. Tenemos prisa.

-Denme un segundo-pidió el rubio. Fue hasta la caja y le pidió a un joven que le hiciera la cuenta y que él se la dejara, porque ya no podía seguir trabajando mucho.

Volvió al baño con sus cosas y se cambió rápidamente allí. Salió y les pidió a los demás que, si el jefe preguntaba, le dijeran que había tenido un problema y que debía irse con urgencia. No era del todo falso: el estrés por el que estaba pasando era tan grande que sentía que se iba a desmayar.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora