Capitulo 20

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Balthazar estaba en su cuarto, con la puerta cerrada, mientras escuchaba los gritos de sus padres. Hacía al menos diez minutos que habían comenzado a discutir. Esta vez por el hecho de que Damien le había comenzado a preguntar si Balthazar le había dicho algo sobre el viaje. Ella únicamente negó con la cabeza, provocando que su marido le dijera «respóndeme» de forma bastante brusca. Ella optó por responderle casi con una burla. Luego, el hombre dijo que estaba comenzando a sospechar que su hijo les ocultaba algo, cosa que hizo que Amelie rodara los ojos y únicamente dijera « ¿y?» Pocos segundos después, comenzó la discusión.

Cuando los escuchó, Balthazar hizo lo de siempre: cerrar la puerta sin hacer ruido y volver a tirarse en la cama para tratar de estudiar. Tenía las piernas estiradas y su libro de Geografía en ellas. Y de repente se dio cuenta de que se estaba distrayendo con algo que pasaba casi día tras día. Solía pensar que, inconscientemente, usaba eso como una excusa para salirse de ciertas responsabilidades. Era algo que ni él mismo se podía responder. Él decía muchas veces que lo que más le afectaba eran sus discusiones, pero, por dentro, sabía que era más el hecho de que ellos los rechazaban por su orientación. No lo mencionaba mucho porque no quería dar lastima. Y realmente... si un día decidía hacerle frente a sus padres, ¿qué era lo peor que podía pasar? Ellos eran muy rectos en el tema de respeto, lo cual resultaba irónico teniendo en cuanta como eran ellos dos. Para Damien, el mejor futuro para él era estudiar algo que le pudiera dejar dinero. Doctor, ingeniero, abogado, lo que fuera. A él le llamaba la atención abogacía, pero no por el hecho de que era un trabajo en el cual podía ganar mucho dinero, sino porque de verdad le interesaba. Amelie nunca le habló mucho sobre lo que debía trabajar, como decía su papá, y rara vez le había preguntado qué le gustaría estudiar. Sin embargo, él casi podía entender que sus padres querían, a pesar de su situación actual, que su hijo siguiera los pasos de ellos. Y aun así, ellos nunca le habían hablado mucho de su trabajo ni de otra cosa que no fuera el esfuerzo que debía poner en el instituto. Habían querido criar a su hijo para que fuera igual que ellos, que entendiera lo que estaba bien y lo que estaba mal. Cuando hablaban con algunos compañeros de trabajo, Amelie decía que no lo habían hecho bien y Damien que no había sido culpa de ellos, sino de «ese chico» por ser una mala influencia para Balthazar.

Pues bien, ellos no eran más que unos ingratos. Su padre primero. Al menos Amelie trataba un poco de aceptarlo y le hablaba relativamente bien cuando Lucifer no era parte de la conversación. Damien, por otro lado, apenas podía mirarlo a los ojos cuando le hablaba si no era para gritarle por una mala nota o cualquier cosa. Y por ahora, él pagaba el precio: su padre decía que Balthazar era el ingrato. Pero él aún tenía esperanzas de que lo aceptarían en algún momento; nada podría terminar de hacerlo más feliz que eso. De alguna forma terminaría por hablar de una u otra forma con ellos para lograr entender porqué les costaba tanto aceptar que era gay, y porqué sentían la necesidad de culpar a Lucifer por una estupidez tan grande.

Recordaba aquel tiempo frío en los Estados únicos, a sus catorce años, él había estado saliendo seis meses con un chico. En ese momento, él tenía la confusión que puede pasar un adolescente. Era joven, pero a muchos les pasa. Pero fue a sus quince años cuando pudo terminar de convencerse de que de verdad le gustaban los chicos. En ese momento, había comenzado a salir con otro, ya que el primero lo había dejado porque, según sus palabras, no podía estar con alguien que vivía rodeado de problemas. Salió cinco meses con el segundo, pero tampoco se lo había presentado a sus padres. Ellos terminaron cuando el novio dijo que debía mudarse y que no era lo mejor tener una relación a distancia.

Pero, a los dieciséis, cuando empezó a salir con Lucifer después de haberle dicho que le gustaba, tardó justo siete meses en decirles a sus padres que ellos salían. En esos meses que Lucifer iba a su casa o que salían, Amelie y Damien pensaban que él era únicamente un buen amigo de su hijo, por lo que nunca vieron algo que podían considerar «malo.» Habían recibido a Lucifer siempre con los brazos abiertos en su casa y algunas veces le preguntaban si quería quedarse a dormir. Hasta ahí las cosas estaban geniales. Pero cuando Balthazar reveló que estaban saliendo... No hace falta mencionar cómo reaccionaron.

El menor había quedado completamente destrozado con todas las cosas que le habían dicho sus padres. Desde que habían llegado al departamento de Lucifer, no había dejado de llorar. Él se sentó en la mesa, apoyó los codos en la misma y se llevó las manos a la cabeza, llorando de una manera tan desconsolada que hasta daba miedo. Su novio se acercó a él y lo abrazó, mientras le besaba la sien.

- ¿Qué hice para que me trataran así?-decía entre sollozos desgarradores-. Son mi única familia. ¿Por qué no pueden aceptarme? ¿Qué hice?

-No has hecho nada-contestaba Lucifer, acariciando su espalda con ternura-. Eres maravilloso, ellos sólo se fijan en lo que consideran errores.

Balthazar casi se lanzó a sus brazos, sin dejar de llorar. Lucifer le acarició suavemente el cabello, tratando de calmarlo.

Cerró bruscamente el libro que tenía en su regazo y lo lanzó contra una pared. Recordar eso lo desestabilizó completamente. Comenzó a respirar lentamente para tratar de calmar sus nervios. Y luego a usar sus manos para hacerse viento a la cara. Sentía que se estaba ahogando ese momento. A pesar de que había pasado casi un año desde eso, él nunca había sido capaz de olvidarlo. Y sus progenitores no ayudaban con sus actitudes estúpidas.

Su celular sonó, provocando que se sobresaltara. Gabriel lo estaba llamando.

-Hey, Gabe. ¿Cómo estás?

-Preocupado-respondió, con la voz algo contraída.

- ¿Qué pasó?-preguntó el rubio, sentándose de golpe en la cama.

-Lucifer tuvo un colapso en el trabajo-respondió.

- ¡¿Qué?!-dijo Balthazar, levantándose.

-Está en su departamento. Dijo que los médicos fueron hasta la zapatería, le tomaron la presión y todo eso, así que le dijeron que se fuera a su casa y que se tomara esta semana. Sus compañeros tuvieron que hablar con el gerente de la cafetería para que lo supiera.

-Él... Dios-susurró.

-Yo iré a verlo más tarde. ¿Tú podrías ir a ahora? Creo que va a necesitar mucho apoyo-exclamó Gabriel, poco tranquilo.

-Iré de inmediato. Yo... les diré a mis padres que voy a verme con Anna. Dile a ella qué hacer si llaman a su casa y dile si es posible hablar con sus padres para que estén al corriente de las cosas, en caso de que uno de ellos atienda el teléfono.

-Entiendo. Mucha suerte.

Colgó y suspiró. Su novio lo necesitaba más que nunca.

Salió de su cuarto y bajó las escaleras. Su padre estaba sentado en el sofá y su madre en la cocina, dándole le espalda a la sala para evitar ver a su marido.

-Voy a verme con Anna. Dijo que Kali no puede salir hoy y me preguntó a mí-avisó, tranquilamente.

-No vuelvas tarde-fue todo lo que dijo Amelie. Su padre simplemente se encogió de hombros.

Balthazar tomó sus llaves y salió de la casa. Giró un poco la cabeza para ver de reojo que su padre no estuviese mirando por la ventana para ver hacia donde iba y se marchó rápidamente, deseando con todas fuerzas no encontrar a Lucifer desmayado en su departamento. Tomó el primer bus que pasó. Pagó y se sentó en el fondo. Se quedó mirando fijamente por la ventana, mientras sus ojos parecían completamente perdidos. Temía completamente llegar y encontrarlo en muy mal estado.

Casi se hundió en el asiento, apretando ansiosamente el celular en su mano, pero sus ojos seguían fijos en la nada, mientras sentía que el camino se le hacía eterno. Los parpados le ardían y casi no podía sentir el cuerpo entero. Lucifer ya estaba teniendo bastantes problemas familiares como para tener que lidiar con problemas de salud. Balthazar se cuestionó un segundo si podían ser problemas físicos o mentales. Emocionales para que suene más sutil, pensó. No iba a preguntarle si le habían dicho algo de eso; terminaría por echarlo de su departamento si le decía esas cosas. Durante su relación, muy rara vez habían discutido, y Balthazar esperaba que esa vez no fuera la excepción.

Se llevó las manos a las sienes, tratándose aliviar el poco dolor que sentía en ese momento.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora